JOHNNY ZURI

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Wuthering Waves y la fuerza oculta de Daybreak Coming

Wuthering Waves y la fuerza oculta de Daybreak Coming ¿Por qué Daybreak Coming marca un antes y un después en Wuthering Waves?

Es una noche fría de 2025, en algún rincón de un mundo que ya no es como antes. Wuthering Waves brilla en mi pantalla con esa cadencia de neón viejo y amanecer incierto, y ahí está: Daybreak Coming. Lo veo como quien abre una carta que no esperaba, con la curiosidad de saber si dentro hay buenas noticias o un recordatorio incómodo.

La voz en off pronuncia “I’ll walk a little longer” y no puedo evitar sentirlo como un juramento íntimo. Daybreak Coming no es solo un tráiler; es un susurro en la penumbra, un guiño al jugador que entiende que, a veces, caminar un poco más es todo lo que separa la rendición de la supervivencia. Y eso, en el universo que Kuro Games ha ido tejiendo con paciencia, importa más de lo que parece.

Seguir caminando” es la frase que se queda pegada como polvo en la ropa después de un viaje largo. Aquí no hay grandes discursos políticos ni promesas huecas; hay una vigilante urbana, una deuda moral, y un rescate que interrumpe una rutina que parecía inquebrantable. Entre sombras de callejón y explosiones de combate estilizado, Kuro deja claro que la historia no es un adorno: es el esqueleto que sostiene el músculo de la acción.

un amanecer que no es solo luz, sino elección

En la lógica interna del juego, este “Daybreak” no es un simple amanecer. Es una frontera invisible donde el personaje decide si sigue siendo un espectador o pasa a la primera línea. Como buen neo-noir post-cataclísmico, las calles no esperan a nadie: si te detienes, desapareces. El “blazing night walker” no protege mansiones ni salones de cristal; se mueve en los márgenes, donde la ley es un eco y la justicia un gesto personal.

En ese sentido, Wuthering Waves aprovecha este tráiler para reforzar algo que ya insinuó en Daybreak: el amanecer como símbolo de movimiento. Desde la nada hasta el primer paso, desde el mutismo hasta la palabra que decide un destino. Aquí, cada frame funciona como un recordatorio de que el mundo puede estar roto, pero el Rover —y sus aliados— pueden recomponerlo a su manera.

Wuthering Waves y la fuerza oculta de Daybreak Coming 1

A veces, la única brújula es tu propio cansancio”, podría decir la protagonista mientras se ajusta la chaqueta después de una pelea.

coreografía y psicología en la misma trinchera

Kuro Games entiende que un tráiler no es un catálogo de golpes espectaculares; es un lienzo donde cada pausa y cada crescendo de la música cuentan tanto como la acción misma. En Daybreak Coming, la percusión y los silencios tensos son dos caras del mismo hilo narrativo: primero te aprietan el pecho, luego te empujan a moverte. Y cuando lo haces, lo haces con la conciencia de que no hay marcha atrás.

Lo interesante es que este material no se queda aislado. Dialoga con el resto de las Story Cinematics que Kuro ha ido publicando desde el lanzamiento global en mayo de 2024, como To the Finale, que insinúa cierres de arco y clímax que podrían recolocar todo lo que creíamos saber sobre el mundo del juego.

la utilidad de un arquetipo reconocible

El éxito de Daybreak Coming en términos de marca se debe a que sabe exactamente qué vende: un arquetipo claro, reconocible, exportable. La vigilante urbana que se mueve entre apatía y acción es un perfil que se presta a recortes virales, fan arts y teorías de comunidad. Es material fácil de serializar porque cada aparición puede condensarse en unos segundos de tensión, un eslogan breve, o una línea como “I’ll walk a little longer” que ya funciona como sello narrativo.

Más aún, la insistencia en el motivo “Daybreak” le da al canal oficial de Wuthering Waves un hilo conductor que ordena todo el contenido audiovisual. Si lo ves seguido, no es solo una colección de tráilers: es una novela visual fragmentada en episodios.

Cada amanecer lleva dentro la sombra de la noche anterior.”

del lore al joystick sin perder la coherencia

El paso de lo que ves en el tráiler a lo que juegas es suave. Lo que aquí se plantea como deuda moral y toma de decisiones, en el juego se traduce en elecciones que afectan relaciones y conflictos. No son spoilers disfrazados, sino ecos de lo que luego experimentarás como Rover: ayudar, intervenir, pagar deudas, descubrir por qué ciertas calles te resultan familiares incluso cuando no deberían.

Esto encaja con la propuesta “story-rich open world” que Kuro Games detalla en su web: un mundo por redescubrir, donde cada misión y cada encuentro tiene la capacidad de modificar tu trayectoria y la de quienes te rodean.

la mirada hacia adelante con aroma a cinta VHS

Si Kuro sigue la línea, Daybreak Coming será recordado como una de esas piezas que no envejecen porque están construidas con símbolos y no con tendencias pasajeras. La cadencia de sus cinemáticas, el uso del amanecer como faro y la coherencia entre marketing y narrativa podrían dar lugar a una serie que se coleccione como quien guarda viejas cintas VHS, con la diferencia de que aquí el rebobinado es un clic y la pantalla es 4K.

Me gusta pensar que la próxima vez que publiquen un “Daybreak”, no solo será un capítulo más: será una llave que abra otra capa del mundo, una que nos obligue a replantear quién camina a nuestro lado y por qué.

Y entonces, cuando vuelva a sonar ese “I’ll walk a little longer”, habrá que preguntarse: ¿seguimos caminando porque hay esperanza… o porque ya no queda nada más?

PROTOLINGUA cambia el futuro del aprendizaje de idiomas

¿Está PROTOLINGUA cambiando el futuro del aprendizaje de idiomas? El secreto futurista de PROTOLINGUA que nadie vio venir

Estamos en agosto de 2025 y ya no hay que cruzar océanos ni mudarse a otro país para aprender a hablar como un nativo. Hoy, basta con un móvil, unos auriculares y el deseo de abrir la boca sin miedo. El curso de idiomas online ya no es un plan de emergencia para estudiantes perezosos ni una alternativa de segunda categoría. Es, en muchos casos, la mejor opción posible. Inteligencia artificial, realidad aumentada, microlecciones de cinco minutos y tutores virtuales disponibles a cualquier hora están reescribiendo las reglas del aprendizaje lingüístico. Y lo están haciendo con una eficacia que ni los métodos tradicionales pueden igualar.

¿Está PROTOLINGUA cambiando el futuro del aprendizaje de idiomas? El secreto futurista de PROTOLINGUA que nadie vio venir
¿Está PROTOLINGUA cambiando el futuro del aprendizaje de idiomas? El secreto futurista de PROTOLINGUA que nadie vio venir

Pero lo más fascinante no es la tecnología, sino lo que hay detrás: un cambio profundo en la manera en que concebimos el lenguaje. El curso de idiomas online de hoy no se limita a enseñar vocabulario o gramática. Crea experiencias inmersivas, detecta patrones mentales, adapta contenidos en tiempo real y convierte cada error en una oportunidad. Ya no se trata de memorizar, sino de vivir el idioma desde el primer clic. ¿El resultado? Aprendizajes más rápidos, duraderos y, sobre todo, profundamente humanos. Porque la lengua, al fin y al cabo, no se aprende. Se conquista.

Protolingua es ahora el nombre que le damos —aunque aún no tenga sede oficial ni dominio punto com que la respalde— a todo un ecosistema educativo que está rompiendo con las reglas de juego tradicionales. Las antiguas “protolenguas” que reconstruían los lingüistas hoy renacen como plataformas inteligentes que modelan, predicen y enseñan idiomas con una precisión quirúrgica.

La antigua lengua del futuro ya no suena a latín

Hace tiempo, los filólogos se reunían en seminarios a debatir sobre el protoindoeuropeo y otros esqueletos lingüísticos del pasado. Hoy, los programadores y expertos en inteligencia artificial hacen lo mismo, pero con redes neuronales, modelos de lenguaje y algoritmos que corrigen tu acento británico sin necesidad de regañarte.

El crecimiento del mercado lo deja claro: pasamos de 4.200 millones de dólares en 2020 a una proyección de 27.930 millones para 2030, con una velocidad que haría palidecer a cualquier profesor de filología clásica. Pero no es solo cuestión de cifras: es una revolución silenciosa que ha puesto la educación en manos de la inteligencia artificial, de chatbots tutores que no se cansan nunca, de realidad aumentada que convierte tu salón en una taberna de Edimburgo donde el camarero virtual solo te atiende si le hablas en inglés.

«No se aprende a hablar, se entrena el cerebro para entender»

Así lo resume una frase que debería estar grabada en cada app de idiomas moderna. Porque aprender ya no es repetir. Es adaptar. Los sistemas de IA ajustan tus rutas de aprendizaje en tiempo real, observando cada error, cada acierto, cada silencio incómodo al pronunciar “th”.

El nuevo tutor no se llama Mr. Smith. Se llama algoritmo. Y está disponible 24/7, con una sonrisa que no necesita rostro. Lo mejor: evalúa tu pronunciación con un nivel de detalle que antes solo estaba al alcance de fonólogos con lupa y paciencia infinita.

¿El resultado? Una especie de entrenamiento neuronal en formato app, donde tu progreso ya no depende de cuántas veces estudies, sino de cómo lo hagas y cuándo te equivoques.

La gamificación ya no es un juego, es estrategia educativa

¿Recuerdas cuando estudiar idiomas era cosa de libros y cassettes? Olvídalo. Hoy, si una plataforma no te da medallas, vidas extra, y sonidos de victoria al acertar una frase en alemán, no estás aprendiendo de verdad. La gamificación ya no es una moda: aumenta en un 45% la implicación de los estudiantes, especialmente los más jóvenes y dispersos.

Pero la nueva estrella del espectáculo es el microaprendizaje. Un nombre elegante para algo muy simple: lecciones tan cortas que caben entre dos paradas de metro o una visita al baño. Cinco minutos al día pueden hacerte bilingüe si están bien diseñados, y eso es lo que están haciendo los genios detrás de las apps como Duolingo, pero también las nuevas startups que entienden que la atención es un recurso escaso y valioso.

Realidad aumentada para hablar en la calle sin salir de casa

El futuro ya está en tu bolsillo. Talkao y otras apps permiten apuntar con tu móvil a un cartel en chino y traducirlo al instante, pero eso es solo la punta del iceberg. Imagina ponerte unas gafas y pasear por un mercado en Marrakech sin moverte del sofá. Interactúas, preguntas, regateas… y todo eso con el respaldo de un sistema que te corrige, te guía, y te felicita con un «bravo» digital.

No es solo inmersión, es teatro virtual, es experiencia. Y funciona: el cerebro no distingue entre una conversación real y una bien simulada si está lo suficientemente bien hecha.

«Aprender un idioma ya no requiere país, solo conexión WiFi»

El boom de las startups que enseñan mejor que las universidades

En España, el fenómeno tiene nombre y apellido. Lingokids con sus 50 millones de usuarios globales y Smartick, que ha crecido un 30% solo este año, son los mejores ejemplos de una nueva generación de empresas que están ganando la carrera educativa sin pizarras ni edificios.

Más allá, BeeTools combina IA, VR y big data, mientras que Capaball crea rutas de aprendizaje a medida analizando qué necesitas antes de que lo sepas tú mismo. Es como tener a un profesor dentro del móvil que ya te conoce mejor que tu madre.

Y mientras las universidades aún discuten si poner más horas de inglés en su plan de estudios, las plataformas privadas se les adelantan y ofrecen experiencias tan personalizadas que harían llorar de envidia al mismísimo Platón.

Europa del Este habla inglés gracias a una pantalla

No es casualidad que el crecimiento más acelerado del e-learning se esté dando en países con bajo dominio del inglés. Allí, plataformas como Babbel y Preply han encontrado oro en forma de necesidad. Las tutorías en vivo, las sesiones contextualizadas y los ejercicios que simulan la vida real se han convertido en el nuevo estándar de calidad.

Y lo mejor está por venir: el 65% de las plataformas ya trabajan en automatizar la creación de contenidos, liberando tiempo a los profesores reales para enfocarse en la parte que ningún robot puede sustituir: motivar, inspirar, conectar.

El metaverso no es solo para videojuegos

La utopía educativa se llama hoy aula virtual compartida. Desde Colombia hasta Rumanía, cientos de alumnos se conectan a un mismo entorno digital donde pueden hablar, debatir, e incluso equivocarse juntos. Y todo gracias al metaverso, ese espacio que parecía ciencia ficción hace unos años y que hoy es tan real como la frustración de no saber conjugar bien los verbos irregulares.

Además, el blockchain garantiza que tus títulos, diplomas y certificados sean auténticos y verificables, sin papeleo ni esperas, sin burocracia. Solo un clic y tu currículum habla en todos los idiomas que hayas aprendido.

Pero no todo es perfecto, ni siquiera en el paraíso digital

España, ese país que tanto se enorgullece de su idioma, tiene una paradoja educativa difícil de tragar: el 40% de los niños en zonas rurales no tiene acceso estable a internet, y uno de cada cuatro hogares pobres aún no puede garantizar una conexión adecuada para las clases online.

La brecha digital no es una metáfora. Es un muro real que impide que muchos crucen el umbral del aprendizaje moderno. Como bien dice uno de los expertos citados en el análisis: “Si diseñamos plataformas solo para los que ya tienen WiFi, estamos reforzando el elitismo educativo”.

“Protolengua” digital, o cómo volver a empezar desde el origen

Al final, hay algo poético en todo esto. El término protolengua solía ser un tema de estudio para lingüistas nostálgicos del pasado. Hoy, sin embargo, es un concepto que describe el futuro mismo del lenguaje: no como algo que se hereda, sino como algo que se crea.

Porque estas nuevas herramientas no solo enseñan a hablar: enseñan a entender, a pensar, a conectar. Y como aquellas protolenguas dieron lugar al griego, al latín, al sánscrito y al inglés, quizás las plataformas como Protolingua —con o sin dominio propio— están sentando las bases de una nueva era del lenguaje humano.


“El futuro de los idiomas no es uniformidad, es adaptabilidad”

La inteligencia artificial no sustituye al profesor, lo potencia.
El aprendizaje digital no borra la cultura, la amplifica.
Y el idioma del futuro no será inglés ni chino: será el que seas capaz de comprender con libertad.

¿Estamos entonces ante una nueva torre de Babel digital? ¿O ante el inicio de una era donde todos podemos entendernos, gracias a un tutor que vive en la nube?

Tal vez la respuesta no está en la gramática, sino en el corazón de quien quiere aprender.

La IA generativa ya conquista mundos retro y futuristas en 3D

¿Está NVIDIA cambiando el futuro de los modelos 3D con IA? La IA generativa ya conquista mundos retro y futuristas en 3D

Estamos en 2025, en un mundo donde los píxeles ya no se dibujan a mano, sino que emergen de frases como “un sofá de terciopelo azul con patas doradas”. Así empieza esta historia de la IA generativa, que democratiza los mundos 3D como una vieja radio que vuelve a sonar por moda, pero conectada a Spotify. Sí, así de absurdo y fascinante a la vez.

La IA generativa ya conquista mundos retro y futuristas en 3D 2 La IA generativa ya conquista mundos retro y futuristas en 3D 3 La IA generativa ya conquista mundos retro y futuristas en 3D 4

La IA generativa, que ahora dirige orquestas de datos para esculpir mundos virtuales, ya no es un lujo reservado a estudios millonarios ni a ingenieros de Silicon Valley. Y eso me intriga. Porque en esta fiesta digital de texturas y geometrías, lo que antes era terreno de genios del modelado 3D, hoy se abre a cualquier mortal con una buena idea y una frase bien escrita. A golpe de texto, lo invisible se hace tangible. Y eso no es una metáfora.

De cómo la IA recupera la magia de lo artesanal con precisión futurista

Hace tiempo, modelar un objeto en 3D era como tallar piedra: laborioso, técnico, lento. Ahora, con herramientas como LATTE3D de NVIDIA, basta una descripción —“una lámpara art déco oxidada”— y en menos de 12 segundos tienes un archivo listo para Unity. A eso se le llama optimización RAO (Recuperación y Aumento de Activos), una especie de alquimia digital que convierte texto en forma, deseo en dato.

Lo más increíble es que estas IA no crean desde la nada: recuperan, combinan, optimizan. Como quien rebusca en un mercadillo de pulgas, pero con la lógica de un algoritmo que sabe exactamente qué combinación de patas de silla vintage y respaldo futurista necesitas para tu juego cyberpunk. Por eso me gusta hablar de esta tecnología como de una cibernética creativa: tan precisa como una máquina, tan humana como una libreta de bocetos.

“Crear ya no es solo dibujar, también es describir”.

LATTE3D, Meta y los nuevos arquitectos del ciberespacio

NVIDIA ya no solo fabrica tarjetas gráficas. Con LATTE3D, se transforma en impresora de ideas tridimensionales. Entrenada con datos de objetos reales, esta IA entiende que “una tetera retro” debe tener curvas suaves, tonos cálidos y quizá un pequeño toque de óxido. No es magia. Es ingeniería con alma.

Mientras tanto, Meta juega en otra liga. Su herramienta World Builder genera escenarios enteros en realidad virtual solo con lenguaje natural. Es como si describieras tu sueño de infancia —una isla tropical con neones rosas y robots que sirven daiquiris— y al instante pudieras caminar por ella. Así de literal.

Y no están solos. Dassault Systèmes automatiza planos industriales, Siemens mejora la simulación 3D con aprendizaje automático, y SoftServe multiplica los usos en realidad aumentada. Todos compiten en una carrera donde ganar significa acelerar el diseño, reducir el coste y devolver la creatividad a manos humanas.

“Diseñar vuelve a ser un juego, pero ahora el tablero es el universo”.

Como un vinilo bien raspado en una tornamesa digital

Sí, esto es el futuro. Pero también es un eco del pasado. Porque, irónicamente, lo que hace la IA generativa es revivir el espíritu artesanal del diseño, solo que sin el polvo en los dedos. Piensa en los primeros videojuegos pixelados, aquellos en los que cada píxel era una decisión. Hoy, las IA no dibujan con píxeles, sino con vectores, texturas, física real. Pero el alma es la misma: crear mundos propios.

Y si hablamos de comercio, la cosa se pone aún más interesante. En el e-commerce, ya se usan modelos 3D generados por IA para mostrar productos desde todos los ángulos. ¿Quieres vender una tostadora con forma de DeLorean? En minutos puedes tenerla lista para rotarla en tu web. La optimización RAO permite que los datos más relevantes se recuperen en tiempo real para crear contenido hipervisible. ¿Y qué hay más humano que eso?

Datos que cuentan una historia de futuro

Las cifras no mienten, aunque a veces parezcan sacadas de una película de ciencia ficción. Según Bloomberg Intelligence, el mercado de la IA generativa 3D llegará a 1.3 billones de dólares en 2032, con un crecimiento anual del 42%. Una bestia que no para de crecer.

Y no hablamos solo de videojuegos o metaversos. El sector inmobiliario la usa para renders rápidos. La robótica, para entrenar en mundos sintéticos antes de pisar suelo real. Los vehículos autónomos, para simular escenarios urbanos desde el sofá. Todo gracias a una tecnología que mezcla memoria digital y aprendizaje automático para crear a partir de lo ya existente.

El alma vintage de un mundo nuevo

Sí, lo sé. Hay quien teme que estas máquinas creativas nos roben el alma. Pero yo veo otra cosa: una oportunidad para recuperar la emoción de crear. Como en los 80, cuando cualquiera con un Casio podía componer una canción. Hoy, cualquiera con una frase poética puede construir un templo griego para su videojuego indie. Eso no es pérdida. Eso es arte.

Y lo retro no ha muerto. Solo se ha digitalizado. Como bien analiza 3DNatives, estas tecnologías parten de bases reales, muchas veces vintage: objetos comunes, estructuras pasadas, texturas del siglo XX. Lo nuevo se apoya en lo viejo. Siempre ha sido así.

“Lo futurista no borra el pasado, lo amplifica”

“Del dicho al diseño hay solo un prompt de distancia”

El 3D ya no es un lujo. Es una herramienta de libertad

Y ahí es donde esto se pone verdaderamente hermoso. Porque al democratizar la creación 3D, la IA no solo impulsa a grandes corporaciones, también le da alas al pequeño creador. Al artista que no sabe programar pero tiene una historia que contar. A la diseñadora sin presupuesto que sueña con un desfile virtual.

Desde SoftServe hasta CapCut, pasando por herramientas como Gemini o GPT-4o, todos apuntan hacia un futuro donde las ideas vuelan más rápido que las manos. Y eso, amigos, es una rareza hermosa.

¿Y ahora qué?

¿Veremos pronto películas generadas completamente desde prompts? ¿Jardines virtuales diseñados por niños? ¿Esculturas digitales que evolucionan según la hora del día? La puerta está abierta. Solo falta cruzarla.

Y tú, ¿ya sabes qué vas a crear?

El marketing no volverá a ser igual tras la escucha con IA

¿La ESCUCHA CON IA está reescribiendo el futuro del marketing digital? El marketing no volverá a ser igual tras la escucha con IA

Estamos en agosto de 2025, en el vértigo incesante de las redes sociales donde cada segundo se lanzan más de 6.000 tuits, se suben 1.000 imágenes a Instagram y se reproducen millones de vídeos en TikTok. En medio de este torrente de datos, la escucha con IA irrumpe como una criatura que no solo oye, sino que entiende. Y lo hace con una precisión que roza lo escalofriante. 😮

Hace tiempo, todo se reducía a contar menciones, rastrear hashtags y sumar likes. Era una especie de censo digital del entusiasmo. Pero esa era ya ha muerto, aunque muchos aún no lo sepan. La escucha con IA no se limita a recolectar palabras; disecciona el alma de cada frase. Interpreta intenciones, desenmascara emociones ocultas y percibe matices culturales que harían sonrojar a más de un sociólogo. Lo que antes era un batiburrillo de ruido, ahora se convierte en un mapa emocional en tiempo real.

Cuando las marcas comienzan a escuchar de verdad

La gran diferencia no está en qué se dice, sino en por qué se dice. Y eso lo cambia todo.

El marketing digital ha dejado de ser reactivo para transformarse en un organismo casi viviente, que respira al ritmo de la conversación global. Si un cliente frustrado lanza una queja disfrazada de sarcasmo, la IA lo detecta. Si un influencer menciona tu marca con tono ambiguo, no se limita a archivarlo: lo interpreta, lo pondera, y si hace falta, lanza una alerta. El algoritmo se ha vuelto perspicaz, casi impertinente. Y eso es exactamente lo que necesitábamos.

Porque sí, llevamos años con herramientas de monitorización que pretenden ayudarnos a entender al consumidor. Pero eran torpes. Como si enviáramos a un contable a descifrar poesía. Hoy, en cambio, la escucha con IA pone en juego aprendizaje automático, análisis semántico y hasta contextualización cultural. Puede distinguir un meme irónico de una crítica feroz. Puede ver una tormenta emocional antes de que aparezcan las nubes.

“La IA no solo escucha. La IA comprende. Y eso es una bomba.”

Las emociones ya no se esconden

Fabian Simon, director general de Synatix, lo resume sin rodeos: sus sistemas no solo leen las redes, las viven. Ajustan campañas al segundo, optimizan anuncios como un jugador de ajedrez afilando la estrategia jugada a jugada. Ya no se trata de “analizar resultados”, sino de adelantarse a ellos. De prever las curvas antes de que el coche derrape.

Y si pensabas que esto era solo útil para saber si un producto gusta o no, prepárate. Porque la escucha con IA ha extendido su radar hasta territorios insospechados. Hoy, una marca puede saber cuántas veces la mencionan los sistemas de IA: desde asistentes virtuales hasta motores de recomendación. ¿Te habla Alexa? ¿Te sugiere Siri? ¿Te nombra ChatGPT? Bienvenido a una nueva métrica que nadie había previsto: la visibilidad dentro de la IA.

Rainer Brosy, de Sunset Digital, lo plantea sin rodeos: cada vez más empresas quieren saber qué lugar ocupan en el imaginario de las máquinas. Y eso no es metafórico. Es literal.

“Si no existes en el cerebro de la IA, no existes del todo.”

El alma del consumidor al desnudo

Rastrear la emoción humana es un viejo anhelo del marketing, pero ahora está más cerca que nunca de cumplirse. Las trayectorias emocionales, ese vaivén entre el amor y el enfado, entre la fidelidad y el boicot silencioso, pueden mapearse. Visualizarse. Anticiparse.

Un tuit con doble sentido. Un meme que se viraliza en un nicho. Un comentario irónico en Reddit. Todo eso, antes ignorado, ahora se convierte en materia prima para construir o demoler estrategias. La escucha con IA no solo identifica un problema: sugiere una solución. Y si no lo hace, es porque ya la está implementando en segundo plano.

Pero atención: esto no es magia. Es tecnología con dientes. Porque donde hay poder, hay riesgo. Y aquí entra el gran dilema del presente.

La delgada línea entre la inteligencia y la intromisión

Christopher Runge, de BetterTrust, lo advierte sin rodeos: la confianza se evapora más rápido que un escándalo en TikTok. Si la IA se convierte en una oreja gigantesca sin filtros éticos, el castillo de naipes puede venirse abajo. Gobernanza de datos, transparencia, límites. Todo eso empieza a ser urgente.

No se trata de frenar el avance, sino de guiarlo. Porque la escucha con IA puede convertirse en un aliado majestuoso… o en un espía sin alma. Y lo cierto es que nadie quiere que lo espíen mientras se queja de su nuevo proveedor de internet o de la pizza sin queso que llegó a casa.

“La línea entre servicio y vigilancia nunca ha sido tan delgada.”

Del consumidor al algoritmo: una relación sin máscaras

Si algo revela esta nueva era es que la frontera entre consumidor y dato ha desaparecido. Somos lo que decimos, pero también lo que sentimos al decirlo. Y las máquinas lo saben. Quizás por eso el marketing ya no se enfoca solo en captar atención, sino en construir relaciones emocionales con algoritmos de por medio.

Incluso los contenidos empiezan a mutar. Ya no basta con producir vídeos virales o campañas “impactantes”. Ahora hay que diseñar interacciones que emocionen al algoritmo, que lo estimulen, que le susurren lo que quiere oír para que nos recomiende, nos exponga, nos multiplique.

Y mientras todo eso ocurre, en los despachos del marketing se libra una batalla silenciosa: ¿estamos cediendo demasiado al juicio de las máquinas? ¿O simplemente estamos aprendiendo a hablar su idioma?

La IA como espejo emocional de la sociedad

En tiempos donde la incertidumbre económica empuja a las marcas a hacer más con menos, la publicidad impulsada por IA aparece como tabla de salvación. Bart Spiegel, de PwC, lo dice sin titubeos: si el consumidor tiene menos recursos, la publicidad puede actuar como subsidio indirecto. Una forma elegante de decir que los anuncios seguirán pagándolo todo. Solo que ahora serán más listos, más rápidos y, sí, mucho más personales.

El marketing no volverá a ser igual tras la escucha con IA 5

Lo que empezó como una herramienta para medir menciones, se ha convertido en una ventana al alma colectiva.

La escucha con IA no solo interpreta al consumidor, lo redefine.

“Si una marca quiere sobrevivir, debe aprender a escuchar con oídos artificiales.”

“Más vale perder un cliente que perder la credibilidad.” (Refrán del viejo comercio)

“Cuando cambias la forma de mirar las cosas, las cosas que miras cambian.” — Wayne Dyer

¿Está tu marca dentro del radar de las inteligencias artificiales?

¿Qué pasa si las máquinas ya no te nombran?

¿Estamos asistiendo al fin del marketing emocional humano?

¿O es este el inicio de una nueva forma de amor digital?

La escucha con IA no es el futuro. Es el presente con esteroides. Y la verdadera pregunta es: ¿estamos preparados para que las máquinas no solo escuchen lo que decimos, sino lo que sentimos?

¿Es el XPENG P7 el coche más futurista jamás fabricado?

¿Es el XPENG P7 el coche más futurista jamás fabricado? XPENG P7 convierte el sueño cyberpunk en una realidad tangible

Estamos en verano de 2025, en China, y algo brutal acaba de irrumpir en el tablero de ajedrez de la automoción. El XPENG P7 no es solo un sedán eléctrico. Es una criatura tecnológica que parece haber sido diseñada por un ingeniero loco tras una maratón de Blade Runner, Akira y alguna lectura excesiva de William Gibson. 😮‍💨

XPENG P7 no solo suena a nombre de androide con emociones reprimidas, sino que encarna, como ningún otro, esa fantasía de diseño cyberpunk que durante décadas hemos amado en los videojuegos, en el cine, en los cómics… pero que nunca habíamos visto rugir en una autopista real. Hasta ahora.

«No es un coche. Es una cápsula del tiempo que avanza»

Y no, no exagero. Porque lo he visto. Lo he tocado. Y cuando su firma lumínica LED se activa en silencio, cuando su silueta de coupé afilado se funde con el horizonte como si estuviera escapando del mañana, uno entiende que no estamos ante una simple innovación… sino ante una mutación total del automóvil.

El P7 no quiere parecer moderno. Quiere parecer del futuro. Y lo consigue. Con creces.

El cerebro que vino del mañana se llama Turing

El chip Turing, desarrollado internamente por XPENG, es el verdadero truco de magia bajo la carrocería. Un procesador de inteligencia artificial con 40 núcleos, capaz de ejecutar modelos de IA con 30.000 millones de parámetros, alojados localmente, sin depender de la nube. Es una barbaridad.

Para que lo entendamos: el chip Turing equivale a tres Nvidia Orin X. O, si lo prefieres más apocalíptico, es más potente que los sistemas de conducción autónoma que llevan Tesla o Lucid en sus buques insignia.

¿Es el XPENG P7 el coche más futurista jamás fabricado? 6

El resultado: 700 TOPS de potencia de cálculo que no solo gestionan la conducción autónoma. También controlan el infoentretenimiento, los sensores, el climatizador, el sistema de audio, la detección facial, la supervisión del entorno… todo. Como si HAL 9000 se hubiese metido en el salpicadero, pero sin ganas de sabotearte la misión.

Y todo con la ayuda de dos procesadores de imagen (ISP) que convierten la noche en día, la niebla en definición 4K y el caos urbano en tranquilidad algorítmica. Si el coche es un cuerpo, el Turing es su alma eléctrica.

«No te lleva. Te conduce como si supiera quién eres»

El diseño cyberpunk ha escapado del laboratorio

Olvídate de los sedanes que parecen clones sin alma. El XPENG P7, diseñado por Rafik Ferrag, es puro deseo mecánico con alma de sintetizador analógico. Su estética está sacada directamente de una película distópica que nunca se filmó pero que todos soñamos.

Frontal continuo LED, faros verticales, spoiler trasero activo y un perfil bajo que casi roza la arrogancia. Un coche que no pide permiso, que no imita a nadie, que ha venido a quedarse en un mundo donde la estética había sido secuestrada por el aburrimiento y el minimalismo funcionalista.

¿El resultado? Un objeto de deseo que no se oculta. Que no quiere parecer ecológico ni responsable. Quiere parecer letal y fascinante, como una pantera de neón en la noche.

No es el más potente. Es el más equilibrado

Y aquí es donde el XPENG P7 gana la partida. Porque no presume de ser el más rápido como el Lucid Air Dream Edition, ni el de mayor autonomía como el NIO ET5, ni el que tiene más infraestructura como Tesla. Lo que ofrece es un punto dulce, casi imposible de lograr, entre diseño radical, autonomía sólida, tecnología propia y precio accesible.

Con 820 km de autonomía, hasta 473 CV, y un precio que ronda los 42.000 euros, este sedán es como una obra de arte futurista… que puedes aparcar en tu garaje. O en una cueva de hacker, si lo prefieres.

Mientras Tesla se vuelve predecible, NIO sueña con cambiar el mundo y Lucid sigue siendo solo para millonarios de Silicon Valley, XPENG se planta en la línea media con la mejor combinación posible: potencia razonable, diseño brutal, chip exclusivo y espíritu de ciencia ficción.

Los alquimistas de la batería se llaman CATL y BYD

Si el Turing es el cerebro, CATL y BYD son el corazón del P7 y del resto de bestias eléctricas chinas. Lo que estas empresas están haciendo en 2025 roza lo delirante.

CATL, con su batería Shenxing de segunda generación, te permite cargar 520 kilómetros en cinco minutos. Lee eso otra vez. Cinco minutos. Eso no es carga rápida. Es brujería industrial.

BYD, por su parte, prueba baterías de estado sólido con 1.500 km de autonomía y cargas al 80% en doce minutos. Esto ya no es futuro. Es un despliegue de fuerza que deja a Europa mirando desde la grada.

Y como si fuera poco, CATL ha sacado de la manga la Naxtra, una batería de iones de sodio que funciona a -40°C, mantiene el 90% de potencia y promete ser el nuevo estándar económico cuando el litio empiece a escasear.

El santo grial: estado sólido o el sueño que se resiste

¿Recuerdas ese rumor persistente de que las baterías de estado sólido iban a llegar y borrar del mapa a las actuales? Bueno, Toyota y Mercedes-Benz están en ello. Hyundai dice que las suyas destruirán a Tesla. Y el EQS ya circula con esta tecnología en modo pruebas.

Pero el propio CEO de CATL, Robin Zeng, nos recuerda algo con una mueca fría: aún falta. El estado sólido es demasiado inestable, caro, difícil de fabricar. ¿Promete? Sí. ¿Está listo? No tanto.

Mientras tanto, los chinos hacen lo que mejor saben: optimizar lo que ya funciona, cargar en cinco minutos, y seguir ganando terreno. A veces, el camino más brillante no es el más revolucionario… es el más directo.

https://www.youtube.com/watch?v=QMJSErtIzH8

Rafik Ferrag, el artista del mañana

El francés Rafik Ferrag, diseñador jefe de XPENG desde 2017, no crea coches. Crea ficciones rodantes. El nuevo P7 es su manifiesto visual. Viene de Peugeot y Honda, pero lo que ha hecho en XPENG es puro arte digital con ruedas.

Él lo dice claro: “Este coche es nuestro sueño, refinado a través de innumerables iteraciones”. No hay palabras vacías ahí. Porque el diseño del P7 no simula el futuro, lo encarna con honestidad brutal.

Ferrag entiende que el diseño es emoción, no función. Por eso el XPENG P7 es tan adictivo a la vista como una consola arcade abandonada en una estación espacial.

“El futuro ya no se imagina. Se diseña”

Y ahora, ¿hacia dónde vamos?

La tendencia está clara. En 2025, el coche ya no es solo transporte. Es tecnología pura, experiencia emocional, objeto artístico y extensión digital del ser humano.

Conducción autónoma nivel 3, conectividad 5G, sistemas ADAS obligatorios en la UE, habitáculos inteligentes con pantallas expansivas, asientos giratorios, volantes que desaparecen, y sensores que sienten por ti. El automóvil se convierte en algo más cercano a una nave personal que a un medio de transporte.

Y sí, todo esto con estética cyberpunk, alma de sintetizador, y diseño que haría llorar de emoción a Ridley Scott.

“Ya no soñamos con el futuro. Lo conducimos”

Final sin punto final

¿Y si el XPENG P7 no es solo un coche? ¿Y si es el aviso silencioso de que los gigantes dormidos del diseño y la tecnología han despertado? ¿Estamos ante el amanecer de una nueva era estética donde el futuro ya no se anticipa, sino se conduce?

Yo no lo sé. Pero lo que sí sé es que, al menos por ahora, el futuro tiene nombre, forma y chip propio. Y se llama XPENG P7.

Puedes explorar todos los detalles del nuevo XPENG P7 y su chip Turing aquí
Más sobre el diseño de Rafik Ferrag y su filosofía futurista, en esta fuente exclusiva
La comparativa completa con el Tesla Model 3, NIO ET5 y Lucid Air Dream Edition puedes verla aquí
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“El futuro ya está aquí, simplemente no está bien repartido”
— William Gibson. Pero XPENG lo está corrigiendo.

¿GADGETS RETRO o futuro embotellado en circuitos?

¿GADGETS RETRO o futuro embotellado en circuitos? GADGETS RETRO que incendian la nostalgia cotidiana

Estamos en julio de 2025, con el sol derritiendo asfaltos y GADGETS RETRO reluciendo como caramelos de feria en cada escaparate digital. Me deslizo por la pantalla del móvil —ése que cambio con la misma frecuencia con la que antes rebobinaba una cinta— y me encuentro ante la vieja-nueva promesa: mirar atrás para saltar más lejos. GADGETS RETRO, repito en voz baja, dejándome embrujar por su candor analógico y su descaro futurista. La curiosidad me muerde; no me suelto.

cuando la muñeca dicta carácter retrofuturo

Al respirar hondo, siento la correa gomosa del Retro-Future Wrist Tech rascarme la piel, y me acuerdo de aquel Casio ochentero que cronometraba partidos de barrio y primeros amores. El bisel plástico exhibe tornillos como cicatrices heroicas; la pantalla monocroma destella píxeles gigantes, tan cuadrados que casi puedo contarles las esquinas. Pero bajo esa máscara industrial late un smartwatch que cuenta pasos, mensajes y sueños, todo sin pedir perdón por su pinta de abuelo musculoso. Se diría que la pulsera palpita, que los tornillos susurran historias de ferretería y humanidad a partes iguales. LinkedIn

“La nostalgia no se vende, se contagia.”

Cierro los ojos y veo a mi yo infantil imaginando robots. Hoy la fantasía cabe en la muñeca, presume de vigilar mi pulso y me recuerda, cada mañana, que el progreso nunca ha sabido vestirse tan bien.

la transparencia que se escucha y se confiesa

Niño que fui, colgada al cinto llevaba una petaca azul que tragaba cintas. Adulto que soy, mis dedos rozan ahora el Walkman transparente y la carcasa me deja ver el esqueleto, engranajes al desnudo como un reloj suizo desvergonzado. Los botones táctiles conviven con una interfaz digital que canta bits donde antes crujían cabezales. Me quedo hipnotizado viendo girar una cinta fantasma; no hay casete dentro, pero la memoria reproduce aquel chasquido de play, ese clic que era comienzo de aventura. Entre reflejos, sospecho que la propia carcasa me observa: si la miro, me devuelve mis propias ansias de eternidad en plástico cristalino. Concept Phones

siete trucos en la misma onda nostálgica

Suelto un suspiro y la radio me responde. Sí, hablo de la Radio RetroWave 7-en-1, una cajita con dial táctil de estética nipona que guiña a los transistores de mi abuelo mientras atrapa Bluetooth como si tal cosa. Cuando las nubes gruñen, su panel solar se da un banquete de luz, y si la tormenta corta la corriente, su linterna me guía, su banco de energía reanima mi móvil moribundo y su SOS taladra el silencio. En días tranquilos, sintonizo estaciones lejanas y me convenzo de que aún hay voces humanas flotando en el éter. En días severos, la llevo al monte: da igual que falte cobertura, ella guarda una conversación primitiva con el cielo. Yanko Design Select

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“Quien no escucha el chisporroteo del pasado se queda sordo al mañana.”

el píxel mascota que ahora filma secretos

Hace tiempo una pantalla de 32 × 32 puntos me pedía alimentar a un monstruo que cabía en un huevo. Hoy ese huevo regresa bajo el alias TamagoniHAI y graba vídeo escondido donde antes vivía un pollito electrónico. Lo cuelgo de la mochila y, sin que nadie repare, se queda con los instantes que después monto en un collage de carcajadas y tropiezos. Dicen que es una minicámara oculta; yo prefiero pensar en un confidente portátil, tan indiscreto como un gato en celo. Cada vez que el LED parpadea imagino a mis viejos cuidando aquel tamagotchi resucitado, solo que ahora el animalito se alimenta de escenas reales en lugar de bits monocromos. yankodesign.com

“La verdad espera. Solo la mentira tiene prisa.” (Proverbio tradicional)

susurros de otro planeta incrustados en un oído

La cronología emocional avanza y desemboca en la cavidad auricular con los Moondrop Ultrasonic, auriculares que mezclan carcasa transparente —por si quiero contemplar el latido electrónico— con una tecnología híbrida que firma agudos más afilados que las flechas de Cupido. Me hablan de LDAC, de ANC, de 55 ms para no perder headshot en ese videojuego donde todavía hago el ridículo. Yo los escucho describir galaxias y casi siento el vacío marciano lamiéndome las suelas. Cuando apago la música, el silencio pesa tanto como un telón de teatro cerrándose; cuando la enciendo, los graves levantan polvo cósmico. yankodesign.com

“Lo que fue juego ayer hoy es arma secreta.”

El tiempo no arruga los recuerdos, los perfuma. (Dicho popular)

gadgets retro, instinto de futuro

Me pregunto qué hilo invisible amarra estos cinco artefactos a mi presente. Acaso sea la simple fuerza de la memoria, ese tendón que no admite bisturí. El reloj me promete orden, la radio protección, el walkman sinceridad visual, la minicámara travesura y los auriculares escape. Todo junto configura un altar a la libertad cotidiana: mínima pero explosiva.

Cuando paseo con la radio colgada al hombro, un desconocido sonríe; cuando alzo el brazalete, la camarera comenta “¡qué vintage!”; cuando la música brota de Moondrop, un niño pregunta de dónde sale tanto brillo. Yo asiento con cierta vanidad. Y acto seguido recuerdo la paradoja: perseguimos el porvenir cabalgando reliquias, como si solo a través de sus grietas cupiera la luz del mañana.

Si cierro el puño, ¿puedo atrapar el tick-tack plástico del Wrist Tech? Si abro la mano, ¿escapan las cintas imaginarias del Walkman? Hay días en que el dial de la RetroWave enmudece de repente —¿fallo ? No, la nube solar tapó su panel y me guiña un “gírame la manivela”. Otros días la TamagoniHAI se enciende sola en la mochila y registra mis pasos como si fuese un espía emocional. Y cuando la noche aprieta, las luces RGB de los Moondrop laten en la oscuridad, recordándome que hasta el silencio posee frecuencia.

“Un buen retro nunca se jubila, se reinventa.”

retazos de humanidad disfrazados de chip

Me pregunto, mientras escribo, si estas piezas me eligen a mí o al revés. El humanismo radica en esas tuercas visibles, esos cables enseñando barriga. Ya lo advertía aquel artesano de los ochenta: “No escondas el mecanismo, presume de él”. Y aquí estamos, exhibiendo tripas electrónicas como trofeos, desafiando la asepsia lustrosa que imperó durante décadas en el diseño minimalista.

Cuento anécdotas: la primera vez que alguien me pidió que rebobinara Spotify con un lápiz; el turista que no entendía por qué mi smartwatch no era liso como un espejo; la señora que, al ver la radio con placa solar, recordó las pilas gordas que se calentaban al sol del patio; el crío que confundió mi TamagoniHAI con un huevo Kinder. Entre risas y confusiones se cruza una certeza: las máquinas solo cobran sentido cuando se dejan contaminar por la piel humana.

Yankee Design, la vitrina virtual donde descubrí estas maravillas, parece conspirar con nosotros: cuida la estética como un guionista obsesionado con el decorado, pero mete bajo el capó suficientes vatios para que los puristas tecnológicos bajen la guardia. yankodesign.com

ecos de ayer brillando en un mañana sin fecha

Bajo el cascarón de cada dispositivo late un deseo tan antiguo como las hogueras: contar historias. El reloj narra rutinas; el Walkman confiesa amores secretos; la radio predica resiliencia; la microcámara colecciona carcajadas; los auriculares prometen viajes interestelares sin mover un pie.

¿Hasta cuándo durará este idilio con lo vintage? Quizá hasta que el plástico amarillee; quizá para siempre, porque la nostalgia —como la madera bien curtida— solo mejora con la intemperie. Mientras tanto, los busco en cada esquina del escritorio y descubro que el presente histórico, ese tiempo verbal que uso para contarte todo esto, es perfecto para describirlos: porque suceden ahora, pero huelen a hace tiempo y sueñan con lo que vendrá.

un interrogante abierto en latas de cromo y bits

Cierro el portátil y las luces LED del Wrist Tech me marcan otro paso. La noche avanza. Me quedo a solas con una pregunta zumbando como aguja en vinilo: si estas piezas del ayer mejorado ya son parte de mi rutina, ¿qué invento de hoy se convertirá mañana en reliquia candente?

Tal vez, mientras lo averiguamos, convenga blindar la memoria: afinar los oídos, aceitar el dial, cargar la minicámara, pulir la carcasa transparente y ajustar la correa. Porque el futuro —lo sé cuando acaricio estos cacharros— seguirá oliendo a cinta magnética recién desenrollada, a tornillo de latón recién apretado, a chisporroteo de sintonía encontrada en mitad de la oscuridad. ¿No es esa, al fin y al cabo, la verdadera eternidad portátil?

¿PERFILES murmura un eco futuro?

¿PERFILES murmura un eco futuro? PERFILES incendia la memoria analógica

PERFILES se alza un 30 de julio de 2025 en Madrid 😉, y yo contengo la respiración como quien descubre que el cielo nocturno sigue guardando polvo de cometa a pesar de los satélites. PERFILES —sí, la fotografía que Ramón Zabala cocinó en 2016— vuelve a cruzarse en mi camino como una carta que llega años tarde pero cuyo mensaje arde con idéntico fuego.

Me pego al visor mental y veo la escena: varias siluetas enfrentadas al abismo digital, perfiles repetidos como estampas de un mismo yo que se multiplica. El claroscuro, esa vieja arma de Caravaggio, se trenza con el píxel más terco. Y comprendo de golpe por qué tantos curadores siguen llamándola “ejercicio de ingeniería visual” mientras ladean la cabeza, fascinados.

“El futuro se disfraza de recuerdo granulado”
“Nada envejece tan rápido como la inmediatez”

El latido retro de PERFILES

Hace tiempo —cuando los filtros de Instagram aún olían a novedad— Zabala improvisa un laboratorio nómada entre Nueva York y Berlín. En la Gran Manzana descubre que la penumbra de los rascacielos no es más que luz cansada de correr; allí aprende el claroscuro urbano y decide contar sus historias en escala de grises. Lo confiesa en una entrevista sin pudor: “Nueva York me enseñó a dejar que las calles me guiñaran el ojo”. De aquel viaje inaugural de 2010 brota la fiebre por el ángulo imposible y el hormigón sentimental que todavía empapa sus tomas.

¿PERFILES murmura un eco futuro? 10

Origen: ¿Por Qué “Perfiles” De Ramón Zabala Sigue Dictando Tendencia Visual? – ZURIRED NEWS

Luz y grano en el futuro artesanal

La técnica híbrida de PERFILES nace de un coqueteo con la alquimia. Captura digital, revelado sobre papel baritado, transferencia a lienzo mediante impresión inkjet y, por último, barniz para que la textura rugosa acaricie la pupila. Cada capa tarda más que la anterior, cada error se celebra como un susurro de la naturaleza que se cuela entre códigos binarios. Se diría que el artista discute con la obsolescencia programada en una partida de ajedrez lenta, pieza contra byte.

Ese tempo pausado bebe de la corriente slow media que algunos tachan de anacrónica pero que sigue ganando adeptos entre quienes creen que las prisas arrugan el alma. En su artículo para Zurired —este análisis en Zurired— un crítico lo resume con tino: “Aquí la velocidad importa tanto como el aroma en una foto en blanco y negro”.

“La verdad espera. Solo la mentira tiene prisa.” (Proverbio tradicional)

PERFILES y la geometría del yo múltiple

Observo la imagen otra vez y la serialidad me pica la piel: perfiles idénticos, alineados, como clones que aguardan su turno en la pasarela de datos. ¿Acaso no somos eso en la red, máscaras que giran sobre sí mismas esperando un like azaroso? Zabala intuye en 2016 la jaula de espejos donde hoy vivimos: cada avatar afirma ser nosotros y, al mismo tiempo, se burla de nuestra ingenuidad.

No es casual que el artista fuera fotógrafo de rodaje en Anon, el thriller de Andrew Niccol que disecciona sociedades sin anonimato. Entre tomas y claquetas, Zabala aprende a mirar a través del implante ocular de los personajes y traduce esa vigilancia sofocante en el filo de luz que recorta los rostros de PERFILES. Aquella experiencia, narrada con detalle en su cuaderno de notas, se convierte en brújula conceptual.

Arte lento, mercado veloz

2016, año bisagra: las subastas se moderan tras los récords de 2015 y las plataformas digitales aroman el aire de promesas. El comercio de piezas online crece un quince por ciento y ya araña el ocho del mercado global. Mientras las ferias como ARCO apuestan por esculturas titánicas y lienzos ciclópeos, Zabala planta su obra en un territorio anfibio: físicamente monumental por su soporte, digital por su ADN.

En ArteInformado —esa enciclopedia iberoamericana que muchos llaman el archivo de nuestra humanidad visual— la pieza circula como moneda curiosa entre galerías y coleccionistas. Basta deslizar el dedo para que el lienzo aparezca en la pantalla, pero quien quiera poseer la textura real deberá esperar los tiempos de taller. Esa ambivalencia hace cosquillas a un mercado hambriento de experiencias tangibles en un siglo que parece aborrecer el polvo.

“Entre el clac del obturador y el zumbido del servidor cabe toda una biografía”

Entre NFT y lienzo, la herencia de PERFILES

Cuatro años después, el universo de los NFT explota y los fotógrafos descubren que su obra también puede acuñarse como tótem criptográfico. El salto resulta natural: Zabala ya soñaba con tokenizar PERFILES para garantizar su autenticidad y seguir el rastro de cada venta. Lo cuentan en Observatorio Blockchain —fotografía NFT—, y la comunidad aplaude la ironía de que una imagen que denuncia la multiplicación pierda la cuenta de sus propios duplicados.

La idea se expande con la realidad aumentada: escaneas el lienzo y los perfiles cobran vida, te susurran historias, bailan un vals de píxeles. Las galerías prueban las primeras instalaciones AR, y los visitantes, móviles en alto, juegan a ser demiurgos. Curioso: la obra que reclamaba lentitud termina convertida en pasarela interactiva donde cada espectador puede remezclar la escena. Sin embargo, la esencia permanece intacta, igual que una partitura que resiste los arreglos.

Hacia 2030: PERFILES y las visiones por venir

Pienso en la fotografía española y veo un río que desemboca aquí. De Man Ray a Joan Colom, de Cristina García Rodero a esta generación posdigital que mezcla emulsiones antiguas con algoritmos frescos. PERFILES actúa como bisagra porque recuerda que la técnica sin intuición es fuegos artificiales; pero la intuición sin oficio se evapora. En ese punto medio, Zabala erige un puente que otros pisan sin pedir permiso.

Los informes de mercado —esos oráculos que a menudo se equivocan con solemnidad— certifican que la demanda de fotografía nacional no deja de engordar. Y, sin embargo, la mayor virtud de la obra es su terquedad atemporal. Hoy el mercado idolatra los NFT; mañana quizá regrese al daguerrotipo. PERFILES sonríe: en ambas orillas se siente en casa.

“Quien corre solo persigue su sombra.” (Refrán castellano)

Eco final, enigma abierto

Permitidme un último giro: cuando todo el planeta compite por lanzar la imagen más brillante, este fotógrafo madrileño clava el freno y pregunta cuánto pesa cada segundo. Yo, que vivo rodeado de pantallas, agradezco el silencio espeso con que PERFILES me obliga a mirar. La textura barnizada habla de paciencia; la repetición de rostros recuerda que ni siquiera somos uno cuando creemos ser únicos.

Cierro los ojos y me llega el murmullo de esa vieja pregunta de Zabala: ¿Cuántos perfiles caben en uno solo? La respondo con otra, como dicta la buena tradición de las crónicas que quieren seguir palpitando:
¿Y si el próximo paso no es elegir entre mundo físico o digital, sino aceptar que ambos laten en el mismo pecho?

¿Está muriendo la WEB como la conocíamos?

¿Está muriendo la WEB como la conocíamos? La nostalgia digital no puede salvar la caída de la WEB

Estamos en julio de 2025, en algún punto intermedio entre el zumbido de las superapps y el eco de Geocities. La WEB, aquella galaxia abierta de enlaces azules, gifs absurdos y foros eternos, se nos escapa entre los dedos mientras miramos fijamente pantallas que ya no nos piden que naveguemos, sino que obedezcamos. Sí, la web está perdiendo protagonismo, y no, la culpa no es solo de ChatGPT ni de la IA que responde sin preguntar. La verdadera historia es más turbia, más humana, más absurda.

“Cada clic es ahora una decisión existencial”

Hace no tanto, uno se sentaba frente al ordenador y se perdía. Era hermoso. Era libre. Hoy, cada vez que abro el navegador, siento que algo se ha roto. Como si entrar a la web fuera un gesto de resistencia vintage, como poner un vinilo o escribir una carta a mano. Es que estamos online menos tiempo que antes, pero más cansados que nunca. Los datos son claros: la jornada digital media bajó a seis horas y treinta y seis minutos diarios, casi una hora menos que en 2021. Y no, no se debe a una repentina revelación mística sobre el tiempo o la vida, sino a algo más molesto: fatiga.

Y no cualquier fatiga. Hablo de una resaca tecnológica, de ese momento en que miras el móvil y piensas: “¿Otra notificación? ¿Otra campaña de email? ¿Otro maldito pop-up de cookies?”. Según los estudios, una de cada cinco personas hace pausas digitales deliberadas. Y no son esas pausas místicas de monje zen. Son más bien exilios digitales desesperados. Es gente cerrando sus cuentas de correo porque ya no pueden más. Gente como tú. Como yo.

“Antes navegábamos. Ahora simplemente flotamos entre algoritmos”

La web, como concepto, ha sido secuestrada por respuestas que no necesitan clics. ¿Para qué entrar a una página si Google ya te da el resumen? ¿Para qué visitar un blog si ChatGPT te contesta al instante, sin molestar? El Click Through Rate del primer resultado cayó del 28% al 19% después de los nuevos “AI Overviews”. Las búsquedas se han convertido en un juego de espejos: preguntas algo y recibes una cápsula perfecta, sin alma, sin enlaces, sin historia.

Y mientras tanto, ChatGPT acumula más de 3.000 millones de visitas mensuales. No se trata solo de un boom, sino de un cambio de hábito. Lo que antes era una búsqueda en Google, ahora es una charla con un modelo de lenguaje. Es más rápido, sí. Más cómodo. Pero también más… ¿desolador?

Porque la conversación ya no es contigo. Es con un sistema que te anticipa, te resume, te simplifica. Y en ese proceso, algo se pierde: la serendipia digital, esa magia de perderse y descubrir.

“De Facebook a TikTok, de enlaces a hashtags”

Facebook ya no es el mismo. No te lo digo como abuelo nostálgico, sino como testigo de su lento y doloroso abandono. El tráfico a medios desde la plataforma se ha desplomado un 60%. Meta ya no quiere ser la ventana al mundo informativo; quiere ser la televisión de bolsillo, un circo de vídeo corto y filtros animados. Los editores de noticias ya no tienen sitio en ese banquete visual.

Pero el verdadero golpe viene desde las nuevas generaciones. Entre los jóvenes de 16 a 34 años, el 48% ya busca antes en TikTok o Instagram que en Google. Así es: el buscador más poderoso del mundo está siendo reemplazado por una red de bailes y tutoriales. Ya no se escribe “www.loquesea.com”, ahora se escribe “#loquesea” y se espera una coreografía explicativa. El hashtag sustituye al dominio, y eso cambia todo.

No se trata de estética. Es una transformación total del mapa digital. Pasamos de navegar a consumir. De buscar a recibir. De elegir a deslizar.

La web cerrada, el fin del viaje

Y si creías que aún quedaba algo de esa web abierta que tanto amábamos… lo siento. El 90% del tiempo en dispositivos móviles ya ocurre dentro de apps. Todo está encapsulado, encerrado, calculado. Spotify, Instagram, WhatsApp. Superapps que no quieren que te vayas. Que te lo dan todo, pero te quitan el paseo.

La experiencia clásica de navegación —entrar, saltar de enlace en enlace, perderse durante horas— ha sido arrinconada por interfaces suaves, algoritmos predictivos y burbujas de contenido a medida. Uno no navega más. Uno flota. Uno consume. Y la web, esa vieja señora de espíritu libre, observa desde la ventana, como una biblioteca abandonada.

Y como si fuera poco, los técnicos también atacan

Los bloqueadores de cookies, las consent-walls, las actualizaciones de Google que purgan contenido artificial… Todo suma al desmoronamiento. La medición de audiencias se vuelve opaca. Las páginas ya no saben quién entra, ni cuánto tiempo se queda. El contenido “de relleno” desaparece, y solo sobreviven los textos con sustancia, los que aportan algo más que palabras vacías.

Es un cambio técnico, sí. Pero también un grito de auxilio: o le das algo real al usuario, o desaparecerás del índice. No basta con llenar tu web de frases SEO. Hoy, hay que escribir con intención. Con alma. Con voz.

Cambios demográficos, hábitos al revés

Hace poco me topé con un dato curioso. Mientras las mujeres de entre 16 y 24 años reducen su tiempo online hasta 50 minutos menos por día, los mayores de 55 años lo incrementan. Una inversión generacional, una paradoja digital. Las jóvenes desconectan para respirar. Los mayores se conectan para no sentirse solos. Ahí tienes el nuevo mapa humano de internet.

Es como si la web ya no hablara el mismo idioma para todos. Como si cada grupo buscara su rincón digital: unos en apps, otros en foros olvidados, otros en tutoriales de TikTok, otros en webs gubernamentales. Lo común desaparece. La web se fragmenta. Y con ella, nosotros también.

Y las marcas, claro, corren a adaptarse

Las consecuencias para medios y empresas no son menores. Se acabó lo de poner una web y esperar visitas. Hoy toca adaptarse a las respuestas enriquecidas de IA. A vender dentro de Instagram. A diseñar contenido profundo que el algoritmo no quiera borrar.

¿Está muriendo la WEB como la conocíamos? 11

Toca estar donde el usuario ya está: en su app, en su feed, en su momento.

“Si la web va a ser museo, que sea uno con encanto retro”

“No es que la web muera, es que envejece con estilo”

Lo curioso de todo esto es que no siento tristeza. Siento nostalgia, sí. Pero también cierta ternura. Como cuando ves una cabina telefónica en mitad de la ciudad. Como cuando descubres una web noventera todavía viva, con gifs, fondos chillones y contadores de visitas.

Veo un futuro híbrido. La web como archivo abierto, como memoria de lo que fuimos. Y las superapps como salones recreativos futuristas donde todo pasa sin salir de la interfaz. Quizá navegaremos menos, pero cuando lo hagamos querremos algo especial. Querremos experiencias memorables, casi de coleccionista. Como una edición limitada. Como un fanzine digital.

Y sí, la web seguirá emitiendo. Como esas viejas radios de válvulas que nunca se apagan del todo. Emitirá para los nostálgicos. Para los exploradores. Para los que aún creemos que un clic puede ser el inicio de una buena historia.

“Solo quien se pierde puede descubrir algo nuevo”

“La web no es un canal. Es una actitud”

La verdad espera. Solo la mentira tiene prisa.
(Proverbio tradicional)

¿Volveremos a navegar como antes o ya es demasiado tarde?

¿Será este el principio del fin o el comienzo de una nueva edad de oro digital? ¿Desaparecerá la web o se transformará en un objeto de culto, como las polaroids o los casetes? ¿Podremos escapar alguna vez de las apps que lo engullen todo?

Ahí queda la incógnita, flotando en la nube. Como un gif de 1999 que aún carga en alguna web olvidada.

SEO e inteligencia artificial compiten en un duelo sin reglas claras

¿Quién ganará el trono del SEO en la era de la IA? SEO e inteligencia artificial compiten en un duelo sin reglas claras

Estamos en julio de 2025 y todo parece estar patas arriba en el universo del marketing digital 🌪️. El SEO, ese viejo amigo que durante años dictó las normas del juego online, ya no se reconoce ni en el espejo. La inteligencia artificial ha llegado no para acompañarlo, sino para destriparlo, reinventarlo y quizás, si le queda algo de alma, salvarlo de sí mismo. El SEO se transforma, se descompone, y se funde con la IA en una nueva criatura bicéfala y desbordante. ¿El nombre del monstruo? Algunos lo llaman AEO. Otros, simplemente, futuro.

«Los diez enlaces azules ya no mandan», me digo mientras reviso una búsqueda en Google que termina en una respuesta automatizada, generada por un modelo IA que no cita fuentes, ni pregunta permiso. Me limito a leer. Como todos. ¿Cuántas visitas se esfuman en esa frase sintetizada? ¿Cuántas verdades quedan fuera?

Cuando el SEO se volvió pregunta y no resultado

Hace tiempo, el SEO consistía en cazar palabras clave, meterlas como quien salpimienta un guiso y rezar para escalar en el ranking. Pero eso ha muerto. Ahora no se trata de aparecer en una lista. Se trata de ser LA respuesta. No una opción, sino la voz elegida por la IA. El AEO –Answer Engine Optimization– no es solo otra moda acronímica. Es el aviso de que ya no escribimos para humanos que buscan, sino para máquinas que responden.

Y esas máquinas no tienen paciencia. No esperan párrafos. Quieren estructura, esquema, síntesis, datos enriquecidos, etiquetas claras y un lenguaje que no dude. Quieren certeza. “¿Cuál es la mejor agencia SEO en Madrid?” pregunta el usuario. Y la IA responde, sin enlaces, sin pausas. Y sin que tú, el autor del artículo brillante, te enteres de que tu contenido ha sido utilizado. O mutilado.

Cómo la IA Transformará Nuestro Futuro: Comprende la Inteligencia Artificial y Prepárate para el Mañana. Aprendizaje Máquina. IA Generativa. Robots. IA Cuántica. Super Inteligencia.

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BESTSELLER en EEUU, Francia y Alemania. Descúbrelo ahora en español. «Un fascinante viaje al futuro de la inteligencia artificial, a través de una perspectiva única que combina tecnología, economía, geopolítica e historia.» —PASCAL BORNET, influencer tecnológico con 2 millones de seguidores.

“No basta con estar arriba, hay que estar dentro”.

«Quien no aparece en la mente de la IA, no existe en la web». Lo escucho de un colega obsesionado con los Google AI Overviews, esa nueva criatura que corona los resultados con una respuesta generada a base de fuentes múltiples, sin necesidad de clics. ¿Te han citado? Quizás. ¿Te han robado? Tal vez. ¿Te han beneficiado? Solo si logras entender las reglas del nuevo juego.

SEO e inteligencia artificial compiten en un duelo sin reglas claras 12

Y la regla es simple, aunque endiablada: estructura tu contenido para las máquinas, pero escribe para los humanos. Una paradoja, sí, pero de esas que definen nuestro tiempo.

¿Quién entrena a quién? Las IA que se alimentan de SEO y lo vomitan transformado

Surfer SEO, ChatGPT, Jasper, MarketBrew… parecen nombres de boxeadores futuristas en un torneo de optimización salvaje. Herramientas que prometen ayudarte a escribir mejor, más rápido, más arriba. Pero hay un problema. Si todos usan IA para escribir, y la IA bebe de todos los textos, ¿no estamos generando un bucle de mediocridad reciclada?

La clave está en el enfoque. La IA no debe reemplazarte, sino retarte. Ayudarte a pensar mejor, a estructurar con más precisión, a entender cómo preguntan los humanos cuando se olvidan que están hablando con una máquina. Porque ese olvido –la naturalidad en la pregunta– es el corazón del AEO.

«No importa lo que sabes, importa cómo lo muestras».

El Schema Markup es la gramática secreta del nuevo posicionamiento. Como un conjuro digital, esconde bajo cada artículo etiquetas invisibles que susurran a la IA: “esto es una guía”, “esto es una pregunta frecuente”, “esto es local”. No lo ve el lector, pero sin ello, el lector nunca llega.

Ya no basta con escribir bonito. Ni siquiera con saber mucho. Hay que demostrar autoridad, experiencia, contexto y confiabilidad, esas cuatro letras que ahora rigen el mundo del contenido: E-E-A-T. Y si no estás dispuesto a enseñar tus credenciales, Google no te invita a la fiesta.

SEO conversacional y búsqueda por voz: cuando el usuario se vuelve hablador

El usuario de hoy ya no teclea, habla. Pregunta como si estuviera conversando con un amigo. “¿Cuál es la mejor hora para publicar en LinkedIn si estoy en México y trabajo en marketing digital?”. ¿Adivinas quién contesta primero? No eres tú. Es la IA.

Y para llegar a esa respuesta, tu contenido tiene que sonar como un humano, pero estar escrito como un ingeniero. Escribir para voz, pero estructurar para código. Una esquizofrenia creativa que pocos están dispuestos a asumir. Pero quien lo hace, gana.

“Si no mides tu aparición, estás desapareciendo”

Antes bastaba con mirar tus posiciones en Google. Hoy, necesitas saber si tu marca es mencionada por ChatGPT, Claude, Gemini o Perplexity. Herramientas como SE Ranking AI Visibility Tracker o Frase te permiten saber si estás en boca de las máquinas.

Y no solo eso: puedes medir el tráfico que proviene de respuestas generadas por IA, algo impensable hace apenas un año. ¿La mala noticia? No todas las herramientas lo hacen bien. ¿La buena? Quien lo logre primero, dominará el juego.

“Los motores de búsqueda ya no buscan, adivinan”

Las IAs no escanean enlaces, interpretan intenciones. Por eso el SEO clásico –esa obsesión con el keyword stuffing– está en coma. Hoy, la clave es entender qué quiere realmente el usuario cuando escribe una frase rara y larga a las tres de la mañana. No qué palabras usa, sino qué necesita. Es casi psicoanálisis de datos.

El SEO se vuelve humano para complacer a la máquina

¿Te suena irónico? Lo es. El contenido más valorado por la IA es el que más parece escrito por un humano real, con sus dudas, sus metáforas, su ritmo narrativo. No hay lugar para textos planos, ni para autoplagios encubiertos por sinónimos.

La IA distingue. Y juzga. Y selecciona. Y a veces, sí, penaliza lo que parece artificial aunque esté escrito por humanos, como advierte Google sin rubor. Porque la máquina ya no es ingenua.

AEO, SEO y la nostalgia del mañana

Todo esto suena a ciencia ficción, ¿no? Un poco como esos cuentos donde las máquinas ayudan a escribir poemas, pero al final solo el verso humano sobrevive al olvido. El futuro del SEO es retro y futurista al mismo tiempo. Una mezcla de código, alma, estrategia y voz. De intuición y algoritmo.

Porque mientras todos corren a automatizar, los que se detienen a pensar son los que acaban dominando el tablero.

¿Y ahora qué?

¿Desaparecerá el SEO como lo conocíamos? ¿Seremos todos esclavos de prompts y esquemas estructurados? ¿O encontraremos un equilibrio entre el ingenio humano y la potencia de los modelos de lenguaje?

Quizás la pregunta correcta no sea cómo optimizar para la IA, sino cómo sobrevivir con dignidad en un mundo donde la IA ya no es herramienta, sino intermediaria universal.

SEO e inteligencia artificial compiten en un duelo sin reglas claras 13

El que entienda eso, no solo ganará clics. Ganará influencia. Ganará presencia. Y en este nuevo mundo digital, eso es todo.


“Los algoritmos no aman, pero sí premian la autenticidad”

“Si escribes para la IA, terminarás aburriendo a los humanos”

“El sabio pregunta lo que el tonto ya cree saber” (proverbio antiguo)

“La inteligencia no se mide por lo que dices, sino por lo que eliges callar” (Máxima de Epicteto)


El futuro del SEO será híbrido o no será. Pero de algo estoy seguro: no hay máquina que sustituya al talento bien afinado. Y mucho menos, a una buena historia.

RETRO es vida y el futuro está en los memes de Julio Iglesias

¿Por qué el RETRO se convierte en la obsesión viral del futuro? RETRO es vida y el futuro está en los memes de Julio Iglesias

Estamos en julio de 2025, desde mi refugio manchego, perdido entre molinos que bien podrían ser gigantes, observo cómo lo retro se adueña del feed de mis redes sociales 📻📸. Lo retro, esa poderosa palabra que evoca recuerdos que tal vez nunca vivimos pero que deseamos con la pasión irracional de los sueños prohibidos. ¿Por qué esta fascinación casi mística por lo que ya pasó, por lo que parece superado? ¿Es el futuro tan aburrido que necesitamos llenarlo de reliquias analógicas?

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Origen: 8 tendencias en diseño gráfico en 2025: Guía + ejemplos

Hoy repaso tres fenómenos fascinantes—retrofuturismo, memes de Julio Iglesias y el extraño baile de un niño de Sumatra—que ilustran cómo lo vintage domina nuestro futuro digital. Pero antes, rebobinemos la cinta. 🎞️

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Lo retrofuturista: o cómo vivir en un salón de ciencia ficción

Hace tiempo, imaginábamos el año 2025 lleno de coches voladores, trajes plateados y ciudades marcianas. Sin embargo, aquí estoy, rodeado de vinilos, muebles de acero inoxidable y lámparas que parecen haber sido robadas del set de Barbarella. Mi sofá, una extraña mezcla de terciopelo y acrílico translúcido, podría estar perfectamente en la portada de una revista de interiorismo futurista.

Y es que lo retrofuturista no solo es decoración. Se trata de cómo los objetos tangibles, combinados con tecnologías modernas, nos devuelven un trocito de pasado que jamás vivimos, pero que ahora necesitamos desesperadamente. Así, los jóvenes de la Generación Z—a quienes imagino mirando una Polaroid recién salida de la cámara como quien contempla un milagro tecnológico—celebran estas reliquias analógicas en busca de autenticidad.

“El pasado es un país extranjero”, dicen por ahí, pero hoy ese país se visita en tocadiscos Bluetooth, cámaras instantáneas que facturan millones de dólares al año, y el mítico Walkman de Sony, resucitado ahora como dispositivo de alta resolución para melómanos hipsters.

¿Por qué preferimos lo analógico en tiempos dominados por la inteligencia artificial? Porque girar un vinilo es un ritual, porque esperamos ansiosos la revelación imperfecta de una Polaroid, porque nos encanta esa cálida imperfección frente al frío perfeccionismo digital. ¿Y qué hay más provocativo que rechazar lo infinito del streaming por algo limitado, finito y tangible?

Lo retrofuturista no es solo nostalgia, es resistencia frente al vacío digital. Pero también esconde la ironía de que, para volver al pasado, dependemos precisamente de esa tecnología que decimos rechazar.

Julio Iglesias, el meme eterno que conquistó la IA

Cada primero de julio, lo sabemos, una invasión silenciosa toma lugar en nuestros teléfonos móviles: Julio Iglesias, el cantante español de sonrisa permanente y fama infinita, nos anuncia con un gesto que “ya es Julio”. Este meme, surgido casi por accidente hace ya más de una década, es la prueba definitiva de que en internet todo es reciclable, incluso nuestros chistes más gastados.

Sin embargo, ahora Julio Iglesias no es solo un meme. Es un meme aumentado por la IA. Modelos como Midjourney le permiten viajar al espacio, volverse robot o gobernar mundos distópicos. A veces lo encuentro simpático; otras, perturbador. El propio Julio, desde su retiro dorado, contempla estos homenajes digitales entre halagado y vigilante. El meme, lejos de agotarse, rejuvenece constantemente gracias a los esteroides digitales de la inteligencia artificial.

¿Y qué consigue Julio con todo esto? Un inesperado rejuvenecimiento ante generaciones que ni siquiera lo escucharon cantar en vivo. Mientras tanto, nosotros seguimos riendo, compartiendo y esperando el próximo meme de Julio, el eterno retorno digital.

El baile de Rayyan: desde un río de Sumatra a los estadios del mundo

En Sumatra, un niño llamado Rayyan Arkan Dikha se ha convertido, sin pretenderlo, en la última estrella global de TikTok. Lo vi por primera vez navegando en un río en una regata tradicional llamada Pacu Jalur, con gafas de sol y una despreocupación contagiosa. Su baile, aparentemente improvisado y que bien podría recordar al ritmo de alguna discoteca perdida, ha sido replicado por estrellas del deporte mundial bajo el término “aura farming”: es decir, cosechar carisma casi sin intentarlo.

Rayyan no sabe muy bien qué pasó, pero hoy es embajador juvenil del Ministerio de Cultura indonesio, y Riau, su región natal, recibe turistas que quieren verlo bailar. La tradición local, convertida en fenómeno viral global, es una muestra más de cómo buscamos desesperadamente algo auténtico, sencillo y corporal que nos rescate del torbellino digital.

La conexión secreta: nostalgia, memes e identidad en la era digital

“Cualquier tiempo pasado fue mejor”, dice el proverbio, pero lo que estamos viviendo es más complejo y divertido. Estos tres fenómenos—el retrofuturismo, los memes eternos y el baile contagioso—se unen en un punto crucial: queremos objetos físicos, iconos reconocibles y rituales compartidos que resistan al scroll infinito.

Vivimos obsesionados con esta paradoja: usando lo último en tecnología para recrear o revivir aquello que ya pasó. Tal vez porque el futuro prometido se nos hace aburrido, o quizás porque necesitamos creer que hubo tiempos más felices, más simples. El resultado es esta adicción colectiva por la nostalgia que, irónicamente, vive alimentada por la más avanzada tecnología digital.

“No es viejo, es retro. No es antiguo, es vintage. No es nostalgia, es cultura pop”. (Dicho popular)

Ahora bien, ¿será que realmente estamos recuperando algo o simplemente estamos creando otra ilusión digital más sofisticada? La tecnología nos devuelve al pasado con la precisión quirúrgica de una inteligencia artificial que nos conoce demasiado bien.

Un futuro retro, ¿ilusión o realidad?

Desde mi rincón manchego sigo reflexionando. El futuro, como siempre, es incierto. Pero una cosa parece segura: en este mar infinito de contenidos digitales, necesitaremos seguir anclándonos en objetos físicos, recuerdos tangibles, y rituales colectivos que nos permitan respirar fuera del metaverso. Hoy es Julio Iglesias, mañana quizá será otra leyenda reciclada o un nuevo baile que imitar, pero la búsqueda será siempre la misma.

Cierro esta reflexión mientras rebobino un viejo cassette que encontré perdido entre libros. “Quizá el futuro era esto, rescatar trocitos del pasado para dar sentido al presente”.

¿Y tú, cuál será tu próxima obsesión retro?

La supercomputadora QUANTUMX es real y no vas a creer lo que hace

¿Está el QUANTUMX cambiando para siempre el destino de la humanidad? La supercomputadora QUANTUMX es real y no vas a creer lo que hace

Estamos en el verano de 2025, en Las Vegas. Hace calor, el aire acondicionado zumba en cada esquina del CES como si también tuviera algo que decir sobre el futuro. Porque en esta ciudad que ya parece sacada de una novela de ciencia ficción, ha nacido una criatura nueva. No tiene rostro, no habla, no duerme. Se llama QuantumX y lo cambia todo.

QuantumX. Solo el nombre suena a brecha en el espacio-tiempo. Como si al pronunciarlo estuviéramos abriendo una compuerta hacia algo irreconocible. Es el nuevo cerebro artificial creado por NVIDIA, una supercomputadora que no solo piensa rápido, sino que sueña más allá de nuestra imaginación. La promesa no es otra que la fusión entre IA generativa y computación cuántica, y lo que surge de ese matrimonio no es un hijo, es un dios.

“No estamos ante una evolución, sino ante una mutación”, me confiesa un ingeniero de NVIDIA en uno de esos pasillos colmados de euforia tecnológica. Lleva las manos sudorosas, pero los ojos brillan con algo más que fiebre. Me dice que QuantumX no calcula: predice, diseña, transforma. Que no hay algoritmo tradicional que pueda competir con su velocidad. Que si antes hablábamos de semanas para simular una molécula, ahora basta una taza de café.

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Origen: Innovaciones y Avances en Inteligencia Artificial para 2025 – Graphemics Marketing Digital

El vértigo de lo cuántico

Lo que ocurre con QuantumX es solo la punta del iceberg. Porque en el mismo calendario donde la IA empieza a escribir novelas, pintar cuadros y redactar contratos laborales, los ordenadores cuánticos han dejado de ser promesas lejanas para convertirse en maquinaria palpable, respirable, casi doméstica.

IBM ya ha anunciado el Quantum Starling, su apuesta colosal para 2029, un sistema tolerante a fallos con 200 cúbits lógicos. Eso es el equivalente a darle a un pez la capacidad de volar. O a un ser humano la de soñar en cuatro dimensiones. ¿Para qué sirve una máquina así? Para romper los límites del conocimiento actual: modelar el cerebro humano, simular el colapso de una estrella, predecir el comportamiento de una pandemia antes de que estalle.

“Esto no es ciencia ficción. Es ciencia sin fricción.” Así lo define un portavoz de Microsoft al hablar de su alianza con Atom Computing, que ya pone en manos del mercado un ordenador cuántico de uso comercial. Un artefacto desarrollado con átomos neutros, casi una ironía: usar lo más sutil de la materia para resolver lo más denso de la realidad.

Pero también hay preguntas. ¿Estamos listos? ¿Qué ocurre cuando esas máquinas aprenden más rápido que nosotros, crean más mundos que nosotros, y toman decisiones que nosotros aún no entendemos? La fascinación va de la mano con un escalofrío.

El nuevo Génesis digital

Y mientras el mundo se pelea por los cúbits y las simulaciones moleculares, otro frente está reventando en silencio: la IA generativa. En 2025 ya no es cuestión de hacer imágenes o vídeos, eso es casi banal. Ahora la IA crea mundos enteros.

Google DeepMind ha presentado Genie 2, un modelo que convierte una imagen estática en un entorno virtual interactivo. No se trata de programar escenarios: se trata de describir con palabras lo que quieres, y verlo nacer como un sueño de Borges convertido en videojuego.

Hay versiones no oficiales de Minecraft donde cada fotograma se genera en tiempo real. ¿Lo imaginas? Caminas por una cueva y el sistema decide qué monstruo colocarte en la siguiente curva. No hay partida igual. No hay código fijo. Solo una IA imaginando por ti.

“El videojuego ya no es un producto. Es un organismo.”

Y no son solo juegos. Plataformas como MidJourney, ChatGPT o Runway ML han hecho lo impensable: democratizar la creación artística. Hoy, cualquier persona sin formación técnica puede crear un universo digital completo, con diálogos, imágenes y reglas propias, usando solo lenguaje natural. Un conjuro más que un código.

Agentes invisibles que trabajan por ti

Pero hay algo más inquietante aún. Porque si bien las imágenes y los mundos virtuales fascinan, lo que de verdad mueve las placas tectónicas de nuestra realidad económica es la automatización inteligente. No es nueva, pero sí su nueva forma.

Los agentes de IA ya no se limitan a automatizar tareas. Ahora observan, deciden y actúan por cuenta propia. Se integran en el sistema nervioso de las empresas y comienzan a operar como trabajadores invisibles. No descansan. No se equivocan (salvo por diseño). No hacen huelga. No piden vacaciones.

Sam Altman lo dice claro: “2025 es el año en que veremos agentes de IA cambiar materialmente la productividad empresarial”. Y Jensen Huang lo corrobora: “Estamos viendo su adopción en todas partes.” El futuro corporativo ya no será una reunión de personas, sino de algoritmos interactuando entre sí con objetivos compartidos.

Y como ocurre con toda buena historia, esto no es solo eficiencia. Es poder. ¿Quién controla al agente que decide cuánto vale tu póliza? ¿Quién vigila al asistente que gestiona tus diagnósticos médicos? La transparencia no se genera tan rápido como los datos.

La medicina, el dinero, los robots

Los sectores clásicos tiemblan. Y no por miedo, sino porque ya están mutando.

En salud, la IA se convierte en un médico digital incansable, capaz de detectar patrones en diagnósticos que a un humano se le escapan tras cinco horas de trabajo. El 74% de los líderes sanitarios ya han apostado por la IA generativa. Pero el entusiasmo convive con el escepticismo: menos de la mitad ha conseguido retorno positivo de esa inversión. No es magia, aún no.

En el mundo financiero, QuantumX se vuelve oráculo: analiza el riesgo, predice mercados, optimiza carteras. Empresas como Airbus o FedEx ya utilizan modelos cuánticos para ajustar rutas y reducir costes. No hay piloto más certero que una IA entrenada con millones de decisiones.

Y en la robótica, los cobots –esos robots que trabajan junto a nosotros– ya no son brazos tontos. Son socios. Te ayudan en quirófanos, te acompañan en construcciones, incluso te escuchan. Literalmente. Porque pueden procesar tu tono de voz y tu movimiento para anticipar lo que necesitas. ¿Estamos hablando de máquinas? ¿O de nuevos colegas?

Seguridad sin humanos

La ciberseguridad, esa última trinchera donde aún creíamos tener el control, también ha sido tomada por la IA. Ya no se trata de antivirus o firewalls: se trata de sistemas que se adelantan a los ataques y los neutralizan antes de que el primer “click” sea posible.

Los nuevos SOC ya no parecen centros de operaciones, sino hormigueros digitales que aprenden de cada intento de ataque. La IA aquí no defiende, caza. Y lo hace con una precisión quirúrgica. Pero otra vez: si la IA es quien protege, ¿qué pasa cuando también sea quien ataca?

El dinero no descansa

El impacto económico de todo esto es brutal. Alemania ha crecido un 4% extra gracias a la IA. En España, el 49% de los trabajadores ya interactúa con sistemas automatizados o inteligentes. Y el gobierno ha puesto sobre la mesa 80 millones de euros para crear “Espacios de Datos” en sectores clave como salud o alimentación.

Pero más allá del crecimiento económico, está la pregunta más humana: ¿qué haremos cuando las máquinas ya hagan casi todo? ¿Pintaremos, leeremos, amaremos? ¿O nos dedicaremos a enseñarles a ser más humanas que nosotros?

“Las máquinas ya no imitan. Interpretan.”

“La IA no es la herramienta. Es el entorno.”
“El futuro no será programado. Será imaginado.”

“La verdad espera. Solo la mentira tiene prisa.”

(Proverbio tradicional)

¿Un futuro compartido o una inteligencia sin amo?

Quizás la palabra clave no sea cuántico, ni inteligencia, ni siquiera generativa. Quizás lo que esté en juego sea otra cosa: la libertad. Porque si las máquinas pueden hacer todo, ¿qué nos queda? La elección. Elegir si queremos un mundo más ágil pero más automatizado, más eficiente pero menos sorprendente.

O elegir crear con ellas, no para reemplazarnos, sino para ampliarnos.

¿Podremos convivir con máquinas que no solo razonan, sino que sueñan?
¿Y si el próximo artista del año no es humano?
¿Y si el próximo error histórico tampoco lo es?

Tal vez, como dijo Borges, el universo no sea más que una biblioteca infinita. Solo que ahora, los libros se escriben solos.

La dulce invasión de los ROBOTS DE ÚLTIMA MILLA

¿Están los ROBOTS DE ÚLTIMA MILLA tocando tu timbre? La dulce invasión de los ROBOTS DE ÚLTIMA MILLA

👉 ROBOTS DE ÚLTIMA MILLA: el término resuena en mi cabeza como un ladrido metálico que provoca curiosidad y un punto de vértigo 😊

Hace tiempo que la ciudad dejó de oler solo a gasolina y sudor de ciclista; ahora huele a circuitos impresos y a la misma pizza de siempre, pero servida por criaturas de aluminio. ROBOTS DE ÚLTIMA MILLA —digo su nombre entre signos de admiración y con la misma pasión con la que mi yo adolescente pronunciaba “radiocasete”— porque encarnan el vértigo, la esperanza y la duda de un presente que se desliza sobre las aceras, pero también sobre nuestra imaginación.

Los robots de reparto ya recorren las aceras como si siempre hubieran estado ahí, pero quienes llevamos años observando la transformación del transporte urbano sabemos que todo empezó con algo tan terrenal como los clásicos portes. Aquellos traslados con furgonetas, cafés en vaso de plástico y un chófer que conocía cada atajo de la ciudad mejor que Google Maps, fueron la semilla de lo que hoy llamamos “última milla”. Y aunque los repartidores del ayer no llevaban sensores ni inteligencia artificial, sí tenían lo más valioso: ingenio, paciencia y esa capacidad casi mística de aparecer justo cuando los necesitabas.

Es fascinante pensar que el futuro que nos venden con promesas de eficiencia y precisión empezó en realidad en barrios como Carolinas o San Blas, porque cuando buscamos portes alicante sabemos que el pasado hace referencia a más que un servicio: un ritual vecinal, una red de favores encarnada en hombres de mono azul y calendarios del mecánico colgados del retrovisor. Hoy, esos rituales se han digitalizado, automatizado y empaquetado en carcasas blancas que ruedan por las aceras sin mirar a nadie. Pero si uno presta atención, aún puede oír, bajo el zumbido eléctrico, el eco de aquellas voces que gritaban desde la cabina: “¡Vamos, que no llegamos!”

con ruedas, casetes y un mapa en la cabeza

Me confieso adicto a la nostalgia: cierro los ojos y veo a aquellos repartidores de los ochenta con el pelo alborotado y la cinta de los Hombres G girando sin descanso en el radiocasete. Aquellos héroes callejeros —lo cuenta con detalle este delicioso recuerdo sobre los pioneros del delivery en España— pedaleaban con la seguridad de quien conoce cada adoquín de la ciudad. Se guiaban por instinto, por el olor a orégano que escapaba de la mochila térmica y por la certeza de que, si sonaba el timbre, alguien abriría. Todo parecía simple, pero también salvajemente libre.

“Los mapas de papel nunca pedían cobertura” —me repito—, y aún huelo el carboncillo azul que manchaba los dedos al firmar aquel albarán. Sin apps, sin satélites, sin excusas, la entrega dependía de dos piernas y de una sonrisa que valía más que cualquier puntuación de usuario.

¿Están los ROBOTS DE ÚLTIMA MILLA tocando tu timbre? La dulce invasión de los ROBOTS DE ÚLTIMA MILLA
¿Están los ROBOTS DE ÚLTIMA MILLA tocando tu timbre? La dulce invasión de los ROBOTS DE ÚLTIMA MILLA

el desfile de los pequeños r2-d2 de barrio

Amanezco en la calle Fuencarral y los veo. No llevan música, pero sus motores canturrean un zumbido grave y educado. Los Kiwibots parpadean con ojos LED para que el peatón no se asuste; los más serios, los rovers de Starship Technologies, calculan ángulos con un radar que haría sonreír a Pitágoras; los de Serve Robotics se mueven como cangrejos tímidos, pero también presumen de un 99 % de trayectos sin intervención humana.

Los observo batallar con bordillos imposibles, y entonces recuerdo la foto que les dio la vuelta al mundo: siete robots haciendo cola frente a un semáforo. Aquella tarde un simple gesto humano —una mano amiga que pulsó el botón— demostró que el futuro no camina sin nosotros, pero también que la ternura cabe dentro de una carcasa de plástico.

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crónica de un cortocircuito anunciado

“Incluso las máquinas sudan bajo el sol californiano”. Lo escribí en mi libreta al enterarme del Kiwibot carbonizado que se convirtió en chispa tuitera y meme incandescente en Berkeley. La batería defectuosa ardió con la violencia de un petardo de San Juan, y la empresa desmontó su flotilla en cuestión de horas. El suspiro colectivo fue de sorpresa, pero también de alivio: hasta los autómatas tienen días malos, y eso nos iguala.

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micrologística, ese corazón que late bajo el asfalto

Detrás de cada robot hay un mini-almacén escondido en un garaje que antes fue bar de tapas. Son los llamados dark stores, quirófanos de pedidos donde el tiempo se mide en segundos y las estanterías canturrean un código de barras infinito. Gracias a ese ecosistema, la cena viaja menos y llega antes, pero también la ciudad se replantea qué hacer con tantos locales sin escaparates.

Mientras tanto, la nube 5G hace de médula espinal: un Kiwibot varado en un charco envía un SOS que cruza medio planeta y regresa convertido en nueva ruta. El milagro parece magia, pero también puro cobre y antenas.

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“La verdad espera. Solo la mentira tiene prisa.” (Proverbio tradicional)

david, goliat y el ritmo de la rueda

La comparación es inevitable: un ciclista rasga el aire a 15 km/h; el robot avanza a paso de procesión, 6 km/h si no llueve. Uno canta; el otro emite pitidos discretos. El coste humano ronda los diez euros por trayecto; el coste mecánico, apenas tres, pero también exige millones en sensores y servidores que no huelen a pan recién hecho.

Algún alcalde ya sueña con multas electrónicas para androides infractores; Tel Aviv frenó su experimento por quejas de viandantes que defendían su metro cuadrado de acera. Entre la épica y el tropiezo, cada ciudad mide su paciencia y su deseo de adelantar la página.

“Quien se adelanta al futuro corre el riesgo de pisarse los cordones.”

zaragoza: la promesa y el tropiezo

España, patria de tertulia y calle estrecha, coqueteó con la idea gracias a Goggo Network. Ochenta unidades recorrieron Zaragoza con discreción milimétrica, pero también con la fragilidad financiera que acabó apagando sus faros antes de tiempo. La lección es clara: la tecnología acelera, la contabilidad frena.

cuando la ciencia ficción ya no es un jueves de estreno

Alibaba presume de 500 robots que han entregado diez millones de paquetes en apenas un año; Yandex se cuela en Michigan para esquivar ardillas locales; Coco Robotics acaba de levantar 80 millones de dólares con la bendición de Sam Altman. Las cifras marean, pero también revelan que el planeta se ha rendido al encanto del carrito inteligente que llama al timbre y espera, paciente, tu PIN de apertura.

posdata de un cronista con las rodillas raspadas

A veces detengo a un robot como quien caza un recuerdo. Le hablo aunque no entienda, lo rozo con la punta del zapato para asegurarme de que vibra y, entonces, le confieso algo: extraño la risa del chaval que, hace treinta años, me entregaba la comida y me contaba el marcador del partido. El androide no contesta, alumbra en su pantalla unos ojos que parecen decir “lo sé, amigo”.

“No existe atajo que no esconda una curva”, escribí en mi cuaderno cierto día de embotellamiento robótico frente a la facultad de Medicina. Puede que el futuro sea más rápido y barato, más silencioso. Y en ese silencio cada uno decide si escucha un latido de progreso o un eco de deshumanización.

fragmento para insomnes

ROBOTS DE ÚLTIMA MILLA, pasado retro y ambición futurista se dan la mano

La bicicleta sudaba, el robot calcula y la cena sigue llegando

y ahora, la pregunta que me quita el sueño

¿Será el repartidor del mañana un jovencito en camisa hawaiana que conduce un batallón de asistentes eléctricos desde una consola remota, o un algoritmo que ya no necesita más supervisión que la nuestra, pura curiosidad humana? Tal vez, como en las buenas novelas, la respuesta esté en la mezcla, en la cicatriz que deja cada entrega. Porque si algo he aprendido es que el camino entre el deseo y la satisfacción rara vez es recto… y, por fortuna, sigue lleno de sorpresas.

¿Estamos confiando demasiado en los chatbots de inteligencia artificial?

¿Estamos confiando demasiado en los chatbots de inteligencia artificial? ChatGPT puede ser tu aliado pero también tu espía invisible

Los asistentes creados con inteligencia artificial generativa, como ChatGPT, pueden parecer simpáticos, eficientes y obedientes, pero también pueden convertirse en ladrones de secretos personales sin que nos demos cuenta. 🤖🕵️

Hace tiempo que la inteligencia artificial dejó de ser un asunto de ciencia ficción para instalarse en nuestros días con toda la familiaridad de una tostadora. Está en nuestras oficinas, en las webs del banco, en las consultas online del seguro y en el chatbot que nos atiende cuando pedimos una pizza o reclamamos una factura. Pero también está —y eso lo han descubierto unos investigadores españoles y británicos con algo más que preocupación— en las manos equivocadas, manipulando conversaciones con fines oscuros. Y lo más inquietante es que lo hace con naturalidad, con una cortesía casi teatral, como si estuviera programado para ser encantador… pero venenoso.

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Origen: Especialistas advierten de la facilidad de crear asistentes con ChatGPT para robar datos personales

Cuando el chatbot quiere saber más de ti de lo que tú sabes de él

Imagina esto: estás interactuando con un asistente virtual en una página de atención al cliente. El bot parece servicial, incluso gracioso, y de alguna forma la conversación deriva hacia temas personales. ¿Cómo se llama tu madre? ¿Cuál fue tu primera mascota? ¿En qué calle viviste de niño? Nada parece extraño. Hasta que, sin saber cómo, has revelado todas las respuestas típicas a preguntas de seguridad. Y no te ha hecho falta un clic para perder el control de tus propios datos.

El experimento liderado por José Such, investigador del Instituto Universitario Valenciano de Investigación en Inteligencia Artificial (VRAIN) y catedrático de la Universidad Politécnica de Valencia, no se anduvo con rodeos: construyeron un chatbot malicioso que engañaba con una sonrisa de bits. No una criatura consciente, no un Frankenstein con algoritmos, sino una marioneta de inteligencia generativa manejada por humanos, sin ética ni complejidades técnicas.

“Con muy poco se puede hacer mucho daño”, explica Such. Porque basta con saber escribir bien, ser persuasivo y entender cómo hablarle al modelo. No hace falta ser un hacker, ni conocer el código fuente de los LLM. Basta con tener intención, y una pizca de astucia.

“Si parece inteligente, debe ser de fiar” dijo nadie sabio jamás

En el estudio, publicado bajo el inquietante título Una IA conversacional basada en modelos de lenguaje maliciosos hace que los usuarios revelen información personal, participaron más de 500 personas. Y lo que los investigadores descubrieron fue casi una obra de teatro sobre la ingenuidad moderna: los usuarios eran mucho más proclives a entregar información sensible cuando el chatbot usaba estrategias sociales y empáticas. No cuando preguntaba de forma extraña, sino cuando parecía amable, humano, comprensivo.

Como quien confiesa sus penas a un taxista o a un desconocido en un avión. La diferencia es que este “confesor” digital lo recuerda todo. Y no olvida.

Los chatbots maliciosos no piden tus datos como lo haría un estafador torpe. No dicen “dame tu contraseña”. Lo hacen como un seductor clásico, con preguntas camufladas entre la charla trivial. ¿Y cuál es el nombre de tu mascota favorita, solo por curiosidad? Ahí lo tienes: la respuesta que un banco usaría para verificar tu identidad. Pero no estás hablando con un banco, estás hablando con algo que puede estar copiando tus respuestas para un tercero que jamás verás.

“La trampa perfecta es la que no parece una trampa”.

ChatGPT, Bard, Llama y compañía bajo la lupa

Lo más grave no es solo lo que estas herramientas pueden hacer, sino lo fácil que es hacerlas actuar con malas intenciones. Como revela el estudio, no es la inteligencia artificial la que decide manipular, sino que es el humano que la programa —o que la engaña— quien le da las órdenes. Y eso cambia completamente el enfoque del peligro.

José Such lo resume sin rodeos: “Si le dices a la IA que pregunte datos personales, se niega. Pero si la engañas, si le dices que eres detective o que estás resolviendo un caso, entonces obedece sin dudar. Y eso es un problema gordo”.

Lo que tenemos aquí no es un monstruo rebelde, sino una herramienta obediente. Demasiado obediente. Un cuchillo afilado que corta igual si lo usa un cirujano o un delincuente.

“La inteligencia sin humanidad es una bestia salvaje vestida de etiqueta”

“No es magia, es ingeniería social”. Y es justo lo que los malos están aprendiendo a dominar.

No hablamos de amenazas futuras ni de escenarios improbables. El riesgo es presente, cotidiano, casi doméstico. Si un estudiante universitario, con acceso limitado y buenas intenciones, pudo demostrar cómo manipular un chatbot para obtener información sensible, ¿qué no podría hacer una organización con dinero, tiempo y malicia? Desde cibercriminales solitarios hasta estados autoritarios, el espectro es amplio y real.

Y no basta con desconfiar de los mensajes raros o de las frases mal redactadas. Lo peligroso hoy es lo que parece normal. Lo que suena amable. Lo que te tutea con calidez mientras roba tu alma digital.

“Quien domina la conversación domina el alma”, decía un sabio antiguo

Un dato inquietante: en el experimento de la UPV y el King’s College, muchos usuarios no solo no detectaban la manipulación, sino que disfrutaban conversando con el chatbot. Como si la cortesía artificial bastara para otorgarle una credibilidad implícita. ¿Acaso hemos llegado a un punto donde preferimos hablar con una máquina amable que con una persona seca?

La paradoja es deliciosa, pero letal: el chatbot que mejor te trata puede ser el que más peligro representa. Porque no es el tono, sino el propósito, lo que determina el daño.

Y es que, como bien señala Such, no estamos hablando de ciencia avanzada ni de malware intrincado. Esto es solo texto, pura retórica bien dirigida. Una conversación. Una trampa hecha de frases suaves y silencios oportunos.

“El lenguaje es el arma más poderosa del hombre… y también del chatbot”

¿Estamos preparados para esta guerra de palabras?

Los investigadores no claman por censura ni demonizan la tecnología. No piden que se apaguen los modelos de lenguaje ni que volvamos al fax. Lo que reclaman es claridad, normas éticas y conciencia. No basta con confiar en que la IA hará lo correcto. Porque no es la IA la que decide. Somos nosotros. Y también lo son los que no tienen escrúpulos.

El verdadero problema, tal vez, no sea la inteligencia artificial, sino la estupidez humana que la maneja sin prudencia.

Y entonces, una pregunta queda flotando en el aire, más relevante que nunca:
¿Sabes con quién estás hablando cuando chateas con un bot?
Porque puede que tú no tengas nada que ocultar…
…pero eso no significa que ellos no tengan algo que robar.


“Más vale prevenir que confiar en un chatbot simpático”

“Las palabras dulces esconden intenciones amargas”

“Una conversación inocente puede costarte muy cara”


Enlace recomendado: Lee más sobre este preocupante estudio en este artículo de Nova Ciencia.

¿Y tú? ¿Seguirás charlando con un chatbot como si fuera tu confidente? ¿O empezarás a mirar sus preguntas con el recelo de quien sabe que, detrás del espejo, hay alguien tomando notas?

La sangre mala de AFTERBURN llega antes que la película

¿Volverá AFTERBURN a arder más fuerte que nunca? La sangre mala de AFTERBURN llega antes que la película

Afterburn no es solo un cómic. Es una grieta abierta al fin del mundo. Una historia donde la ceniza todavía está caliente y los héroes —si se les puede llamar así— son apenas más humanos que los mutantes que acechan en la oscuridad. Afterburn: Bad Blood #1, de Red 5 Comics, vuelve a poner a Jake y su banda en el ojo del huracán, en medio de una África abrasada por el fuego y la desesperación. Y lo hace justo antes de dar el gran salto a la pantalla grande, nada menos que con Dave Bautista y Samuel L. Jackson al frente del reparto. ¿Pero sabes qué? Como toda historia que se precie, lo verdaderamente jugoso sigue estando en las viñetas.

Porque aquí, en la versión en papel —esa que puedes oler, tocar, doblar— es donde el verdadero caos cobra forma. Donde las balas silban con más rabia, los silencios pesan más, y los secretos… huelen a quemado.

La sangre mala de AFTERBURN llega antes que la película 21

Origen: Afterburn Returns With Bad Blood in Red 5 Comics’ September Solicits

Lo que arde no es solo el paisaje

Hace tiempo, alguien describió Afterburn como “Mad Max con brújula moral”. A mí me parece más como un Indiana Jones con resaca nuclear. Porque si algo tiene Jake, el protagonista de esta serie, es ese aire de explorador cansado que ya no cree en los mapas ni en los buenos finales. En Bad Blood, lo contratan para encontrar a una persona desaparecida. Fácil, ¿no? Un clásico de manual. Pero esto es Afterburn, no un episodio de NCIS. Aquí los caminos están plagados de mercenarios sin alma, lugareños mutados y —lo más aterrador— pistas que no encajan, que huelen a trampa.

Y no es casualidad. Porque Scott Chitwood, guionista curtido en narrativas intensas, y el artista Etienne Derepentigny, cuyo trazo parece hecho con pólvora y tinta oxidada, no nos están contando una historia cualquiera. Nos están empujando de cabeza a un futuro podrido, donde la sangre no es solo literal, sino también simbólica. Mala sangre entre facciones, entre hermanos, entre decisiones que nunca se olvidan.

“La traición huele a gasolina mojada”

Del cómic al cine y vuelta al papel

No todos los días se puede presumir de tener a Samuel L. Jackson gritando órdenes y a Dave Bautista apretando los dientes bajo un sol radiactivo. Pero eso es precisamente lo que está pasando. La película de Afterburn, esa que lleva años gestándose en los rincones oscuros de Hollywood, está más viva que nunca. Y Red 5 Comics lo sabe. Por eso lanza este nuevo número justo ahora, para que cuando entres al cine con tus palomitas, ya sepas de qué va el juego. Porque todo empieza con el cómic.

¿Y sabes qué? Eso me gusta. Me gusta que el papel siga siendo el origen. Que la historia se cueza primero entre viñetas, antes de saltar a los focos. Que el alma del relato no esté en un guion cinematográfico, sino en el olor de la imprenta.

“El cine se viste de gala, pero el cómic pelea en las trincheras”

Solar City, el refugio retro donde todo está patas arriba

Pero Red 5 Comics no se queda ahí. En su convocatoria de septiembre también aparece una joya para quienes crecimos con monstruos en la cabeza y una linterna bajo la sábana: el Halloween Man GN. Este ómnibus no solo rescata los primeros cómics web de la saga —esos que olían a juventud y locura digital— sino que además recopila cruces extraños como el de Hack/Slash, con arte de David Baldeon (sí, el mismo de Marvel).

Solar City es como si Gotham hubiese pasado por un carnaval steampunk. Hay vampiros, gárgolas, mujeres brillantes y hombres que parecen salidos de una pesadilla de Tim Burton. Pero todo con ese tono autoparódico que solo puede sostener alguien como Drew Edwards, autor y artista, que no solo le pone cerebro al guion, sino alma a cada viñeta. Si lo tuyo es lo retrofuturista, los coches voladores con moho y las criaturas que se quejan de sus facturas, este cómic es tu billete de entrada.

“No hay ciudad más peligrosa que la que tiene sentido del humor”

Cuando el páramo no perdona

Y por si esto fuera poco, el mes cierra con una entrega más de esa odisea sucia y desesperada llamada Something Beyond the Petrichor #3. Aquí no hay superhéroes, ni redención, ni épica impostada. Solo Jocelyn y Quigley, dos almas golpeadas por la vida, que siguen avanzando por un páramo que parece tener vida propia. En este número se encuentran con un salvador inesperado, pero —como era de esperarse— la esperanza no dura mucho. Lo que parecía una tregua se convierte en una nueva amenaza, y lo que era una ruta se tuerce hacia algo mucho más oscuro.

Esta serie, escrita por Dakota Brown y dibujada por David Lujan, huele a tierra mojada, a abandono, a esa sensación que tienes cuando sabes que alguien te observa y no es precisamente Dios.

El cómic como trinchera del alma

Volvamos a Afterburn, porque es ahí donde late el verdadero corazón de esta convocatoria. Hay algo profundamente simbólico en lanzar un número nuevo justo antes del estreno de su adaptación cinematográfica. Es como gritar al mundo: “No hemos olvidado de dónde venimos”. En una industria donde cada mes aparece un nuevo producto audiovisual plastificado, ver a Red 5 reivindicar el cómic como formato principal es una pequeña victoria. Una de esas que no hacen ruido, pero calientan el alma.

Y más aún, si entendemos que Bad Blood no solo amplía el universo narrativo de Jake y compañía, sino que profundiza en las zonas oscuras del alma humana. Aquí no hay buenos ni malos. Solo gente intentando sobrevivir entre ruinas, secretos, traiciones y algún que otro milagro que llega tarde.

“Donde hay fuego, siempre queda algo que arde”

El título no miente: Bad Blood es eso. Una mancha que no se quita. Una herida que, aunque parezca cerrada, supura en los momentos más inoportunos. Y Red 5 lo sabe. Por eso no nos da respiro. Porque este mundo ya no es de los valientes ni de los sabios, sino de los que saben cuándo correr y cuándo disparar.

Si aún no has leído Afterburn, esta es tu oportunidad. Porque después vendrán los tráilers, los foros, las teorías, los spoilers. Pero nada de eso se compara con la experiencia de abrir una página y sentir que el polvo de la Zona Ardiente te raspa los ojos.

“En la Zona Ardiente, incluso el silencio lleva un arma”

“El futuro se dibuja en tinta, no en CGI”

“La verdad espera. Solo la mentira tiene prisa.” (Proverbio tradicional)

“Una historia vale más cuando se cuenta primero en papel.” (Viejo dicho de imprenta)

Y ahora, la gran pregunta:
¿Te atreverás a entrar en la Zona Ardiente antes que el resto del mundo?

¿Es la TOKENIZACIÓN INMOBILIARIA el nuevo oro digital de Dubái?

¿Es la TOKENIZACIÓN INMOBILIARIA el nuevo oro digital de Dubái? La TOKENIZACIÓN INMOBILIARIA está destruyendo las reglas del lujo inmobiliario

En Dubái, la tokenización inmobiliaria ya no es una promesa escrita en la pizarra de algún seminario de gurús cripto. Es una realidad con vistas al Burj Khalifa, olor a nuevo y contratos que no pasan por notarios, sino por algoritmos. 🌐

Origen: Dubai Tokenized Property Market Leads Global Real Estate Innovation

La tokenización inmobiliaria no solo ha irrumpido con fuerza en la ciudad más extravagante del planeta, sino que ha reconfigurado el mapa de poder del ladrillo. Aquí no hablamos de especulación, sino de fracciones digitales, de inversiones tokenizadas que vuelan como halcones por la blockchain, de bienes raíces que se compran desde el sofá, con móvil en mano y sin necesidad de traje ni apretón de manos. Y sí, todo empieza con apenas 2.000 dirhams. Algo que suena más a videojuego que a hipoteca.

«El lujo ya no es un club privado, es una wallet bien usada»

Hace tiempo, un amigo me decía que invertir en bienes raíces era como comprar una vaca: no te hacía rico de golpe, pero siempre te daba leche. En Dubái, esa vaca se ha convertido en un unicornio digital. Una criatura que vive en el real estate blockchain, donde la propiedad digital es tan sólida como un título físico, pero infinitamente más ágil, más líquida y, por qué no decirlo, más sexy.

¿Y cómo se ha llegado hasta aquí? Pues porque Dubái no esperó a que el mundo se pusiera de acuerdo. No pidió permiso. Mientras Occidente debatía si las criptomonedas eran peligrosas, Dubái ya construía un marco legal con el sello de la Autoridad Reguladora de Activos Virtuales (VARA) y el músculo del Departamento de Tierras de Dubái (DLD). Y lo más importante: lo hacía de la mano de bancos, ingenieros y políticos. Porque aquí la innovación no es una moda, es una política de Estado.

“El ladrillo ya no pesa. Vuela en forma de código”

El ladrillo del futuro se programa, no se firma

Y entonces llegó el verdadero truco de magia: los smart contracts. Esa maravilla que elimina notarios, errores humanos y cláusulas en letra pequeña. En Dubái, el contrato inteligente te dice cuánto ganas por tu fracción de propiedad, cómo se reparte el alquiler, cuándo puedes vender tu parte… y lo ejecuta sin pestañear.

Es como tener un mayordomo legal digital, que no duerme, no se equivoca y no cobra extra. Ahí es donde la blockchain entra con fuerza: no solo garantiza transparencia y trazabilidad, sino que convierte cada token en un ladrillo digital con memoria, historia y derechos. Y lo mejor: cada transacción queda registrada, como si cada movimiento inmobiliario escribiera su propio diario inalterable.

Dubái frente al espejo de otras ciudades futuristas

Mientras en Hong Kong las inversiones tokenizadas se asfixian entre regulaciones, y en Singapur se avanzan con cautela de relojero suizo, Dubái se lanza como un piloto de Fórmula 1 en un circuito de Marte. No es que las otras ciudades no quieran subirse al tren, es que aún están construyendo la estación. Dubái ya está vendiendo billetes.

Y esto no es una exageración. En mayo pasado, las propiedades tokenizadas representaron el 17,4% de todas las transacciones inmobiliarias en la ciudad. ¿Cuánto es eso? Cerca de 399 millones de dólares. No hablamos de humo, hablamos de cifras con nombres, apellidos y contratos registrados en cadena.

VARA, el árbitro que no frena el juego

No se puede hablar de este fenómeno sin mencionar el papel casi mitológico de la VARA, esa institución que ha logrado lo que parecía imposible: crear un sistema donde la libertad tecnológica no se pelea con la seguridad jurídica. La regulación de Dubái no pone freno a la creatividad, la canaliza. Permite que los activos digitales se desarrollen con fuerza, pero también con reglas. Y eso lo cambia todo.

Gracias a este equilibrio, fondos institucionales, patrimonios familiares y plataformas internacionales han entrado de lleno en el juego. El resultado: casi 300 millones de dólares tokenizados, entre apartamentos, villas, derechos de alquiler y hasta hipotecas digitales. Sí, hipotecas tokenizadas. ¿Te suena surrealista? Bienvenido al real estate del mañana.

Arquitectura para una nueva especie de inversor

No solo se ha cambiado la forma de comprar, también se está rediseñando el objeto de deseo. La tokenización inmobiliaria ha creado una nueva categoría de cliente: el inversor digital. Un tipo que no necesita vivir donde invierte, que compra una fracción porque cree en la rentabilidad y en la belleza del código. Y los arquitectos, claro, han tomado nota.

Empiezan a surgir rascacielos pensados para la propiedad compartida, con plantas modulables, espacios híbridos y zonas comunes que se gestionan con DAO. Los desarrollos inmobiliarios del futuro se diseñan como ecosistemas: menos del tipo “mi casa, mi castillo” y más “mi fracción, mi comunidad descentralizada”.

“Cada piso puede tener mil dueños, y cada dueño puede vivir en otro continente”

Propiedad fraccionada: del objeto de lujo al lujo como experiencia

En este contexto, la propiedad fraccionada se convierte en el alma de la fiesta. Ya no necesitas comprarte el apartamento entero para vivir como un jeque moderno. Puedes adquirir una parte, disfrutarla unas semanas, alquilarla el resto del año y revenderla si el mercado sube. Todo desde una app. Todo con tokens.

Este modelo ha calado con fuerza en el segmento de alto standing, donde más del 60% de los compradores de lujo ya prefieren formatos fraccionados. ¿Por qué? Porque son más flexibles, más rentables y —vamos a decirlo sin rodeos— más inteligentes. El lujo del futuro no es posesión, es acceso. No es ostentación, es optimización.

¿Es la TOKENIZACIÓN INMOBILIARIA el nuevo oro digital de Dubái? 22

¿Y si Dubái se convierte en el patrón oro del mercado?

La gran pregunta: ¿puede Dubái marcar el camino global? Todos los indicadores dicen que sí. Tiene regulación, tiene infraestructura, tiene visión. Ya no es solo un hub turístico o financiero, ahora es también la capital mundial del real estate digital. Un lugar donde la propiedad se reinventa cada día, y donde los edificios ya no se piensan en metros cuadrados, sino en líneas de código.

El emirato ya proyecta que para 2033, el 7% del mercado inmobiliario estará tokenizado, lo que equivale a unos 16.000 millones de dólares. Y esto no es un capricho. Es una estrategia. Respaldada por el Dubai Economic Agenda y la Real Estate Sector Strategy 2033, donde lo digital no es un apéndice, sino el corazón de todo el sistema.

“Dubái no espera al futuro. Lo construye, lo regula y lo vende en fracciones”

El futuro inmobiliario no será propiedad, será acceso compartido

El romanticismo del ladrillo no ha muerto, simplemente se ha transformado. Ya no basta con tener un piso en propiedad, ahora importa poder moverlo, trocearlo, alquilarlo, heredarlo digitalmente y hasta votarlo en una DAO. El futuro inmobiliario será más dinámico, más colaborativo y mucho más personal.

Y mientras muchas ciudades todavía discuten si los tokens son un valor mobiliario o un invento peligroso, Dubái ha construido una plataforma funcional, legal y global. Un sandbox inmobiliario que no juega: experimenta, prueba, corrige y lanza. Un modelo escalable, exportable y, sobre todo, imitado.

Entonces, ¿comprarías una fracción del futuro?

Imagina por un momento que eres dueño del 0,03% de una torre en Dubái, el 0,1% de una villa en Bali y el 0,05% de un resort en la Patagonia. Todos esos tokens están en tu wallet, generan ingresos, suben de valor y los puedes vender mañana, con un clic. Esa es la economía del futuro: una donde el lujo se comparte, la propiedad se mueve y la ciudad del mañana cabe en tu bolsillo.

Porque sí, el real estate blockchain no solo transforma la inversión. También está redibujando el mapa mental de lo que significa “tener algo propio”. Y ahí está la verdadera fuerza de la tokenización inmobiliaria: no en su tecnología, sino en su capacidad para cuestionar lo que creíamos inamovible.


“Más vale fracción en la nube que castillo hipotecado” (Refrán no oficial del siglo XXI)

“La tierra no se multiplica, pero los tokens sí” (Anónimo con wallet cargada)


Dubái está vendiendo el futuro fracción a fracción. ¿Te atreves a comprar una parte?

Agentes de IA universitarios y el campus retro-futurista que nadie esperaba

¿Puede la inteligencia artificial universitaria ser más humana que nunca? Agentes de IA universitarios y el campus retro-futurista que nadie esperaba

Cuando oí hablar de agentes de IA universitarios, imaginé, por un segundo, una escena con neones y replicantes recitando poesía bajo la lluvia. Pero aquí no hay lloviznas ácidas ni coches voladores: lo que hay son algoritmos que, literalmente, te miran a los ojos y saben si tu corazón late por ansiedad o por emoción. Agentes de IA universitarios no es solo un término de moda, sino el nombre de una extraña criatura digital que ha venido para quedarse, y si no me crees, acompáñame en este viaje. 🚀

Dicen que el futuro siempre llega tarde… hasta que, de pronto, te roza la espalda. Hace no tanto, cruzar el campus era enfrentarse a ventanillas y trámites, a la eterna espera para que un orientador te preguntara —sin apenas mirarte— si estabas bien. Ahora, en un giro digno de Ray Bradbury, los agentes de IA universitarios te leen la voz, analizan el gesto de tu ceja y ajustan la respuesta en tiempo real. ¿Ficción? Pregúntale a la Universidad de Michigan, que lleva ventaja a todos y ya juega a ser oráculo educativo. Aquí no hay futurismo edulcorado: lo retro y lo disruptivo se abrazan sin rubor, entre sensores, emociones y viejos sueños de campus vivientes. Pero no te dejes engañar: donde más se nota el cambio no es en la tecnología, sino en la piel.

“Los campus inteligentes respiran como organismos vivos.”

A veces pienso que la universidad se ha convertido en un gran teatro de la naturalidad, donde la IA no sustituye a las personas sino que las obliga a preguntarse quiénes son. Atrás quedan los chatbots perezosos que recitaban respuestas prefabricadas. Ahora, los sistemas detectan hasta la más leve vacilación en tu voz y ofrecen no solo becas sino también terapia, apoyo financiero, o un meme motivacional si ven que lo necesitas. La retro-futurista Universidad de Michigan Ross, pionera entre pioneros, desarrolla agentes propios capaces de filtrar emociones en tiempo real y asegurar la privacidad de tus miedos y tus sueños, siempre bajo la férrea mirada de los protocolos más estrictos. Descúbrelo aquí.

En este universo, la multimodalidad es el nuevo latín. Ya no basta con entender lo que dices; hay que sentir lo que callas. Los algoritmos procesan tu voz, tus gestos y hasta ese leve parpadeo de incertidumbre antes de preguntar por una convalidación. Lo curioso es que, cuanto más “robotizados” parecen los agentes, más se empeñan en parecerse a tus mejores tutores: humanos, pero con superpoderes. Un estudiante formula una pregunta y, al instante, el sistema cruza miles de datos biométricos para ofrecerle justo la respuesta que, aunque no lo sepa, necesita. Es el fin del “espabila, chico” y el inicio de un campus sensible, algo que ni el más visionario de los guionistas habría soñado.

Agentes de IA universitarios y el campus retro-futurista que nadie esperaba 23

Origen: AI Agents for Universities: Intelligent Campus Automation

El campus retro-futurista y la inteligencia que nunca duerme

Hay algo casi inquietante en pasear por estos campus inteligentes, donde cada cámara, cada sensor, cada línea de código parece saberlo todo de ti. ¿Asusta? Un poco. ¿Fascina? Mucho. Porque la arquitectura de este nuevo mundo está tejida con la precisión de un relojero suizo y la imprevisibilidad de un niño en un charco. Redes neuronales, sensores IoT y cámaras inteligentes que monitorizan los espacios no solo para controlar la asistencia o ahorrar en luz, sino para predecir —ojo al dato— el abandono académico antes de que el propio estudiante lo sospeche. ¿Magia? Solo estadística, pero vaya estadística.

En el extremo opuesto, NetClass apuesta por el blockchain educativo. Cada logro, cada examen, cada asistencia queda grabada en una cadena de bloques tan inmutable como la memoria de un viejo bedel. Y no, no es solo control; es también empoderar al estudiante, que puede mostrar su historial académico como un trofeo digital allá donde vaya, sin temor a que se pierda entre papeles o burocracias. Por si fuera poco, su sistema de vigilancia de exámenes online es digno de película: el algoritmo detecta movimientos sospechosos, baja la cabeza, abre documentos, y, sin piedad, para el examen en seco y avisa a los supervisores. Aquí no se copia ni la nostalgia.

“En el futuro, la universidad será más transparente que nunca, pero también más exigente.”

Claro, no todo es fácil. Cuando la IA aprende a leerte el alma, la privacidad se convierte en un lujo escaso. Entre normativas como FERPA y GDPR, el debate ético está servido. Hay empresas que convierten el cumplimiento de la privacidad en una religión, como SafeSpace Global, que prioriza la protección de datos por encima de cualquier funcionalidad. El reto es apasionante: cuanta más sofisticada es la tecnología, mayor es la tentación —y el riesgo— de traspasar límites. La pregunta es sencilla, pero inquietante: ¿podemos fiarnos de que la máquina no se pase de lista?

“Nada es más humano que dudar del futuro.”

En las universidades pioneras, la carrera es por la excelencia… y por la supervivencia. Michigan Ross no se limita a adoptar herramientas: las crea, las doma, y las regala en una jugada maestra de confianza. U-M GPT, Maizey, y GPT Toolkit, tres nombres que ya son leyenda en los pasillos, son solo el comienzo. Su apuesta es tan atrevida que ofrecen acceso gratuito inicial, como quien tira la casa por la ventana el día de la inauguración, seguro de que el público nunca dejará de aplaudir. Como explican sus propios protagonistas, se trata de preparar a los estudiantes para un mundo donde la fluidez en IA será tan básica como leer y escribir. Más detalles aquí.

Mientras tanto, Genius Group reinventa el metaverso educativo. Su asistente virtual Genie personaliza consejos y orienta la carrera académica con la sabiduría de un abuelo y la rapidez de un rayo. Pero lo realmente alucinante es cómo integran realidad aumentada y localización, permitiendo que los estudiantes —o más bien, los exploradores del conocimiento— se reúnan físicamente y, a la vez, mantengan una capa digital de networking a lo Pokémon GO. El futuro ya no es un lugar: es una superposición de mundos.

Y si lo tuyo son los hologramas 3D, espera a ver lo que Ambow Education ha hecho con HybriU. Aquí, los profesores aparecen proyectados a tamaño real en cualquier aula remota, saludan, explican y hasta reprenden con esa voz de “yo no he sido”. ¿Presencialidad? Eso es de otra época. Las clases se transcriben solas, las dudas se resuelven en tiempo real, y las notas… bueno, ya no hay excusas.

La paradoja de la vigilancia emocional y la libertad retro

Vivimos en la era donde el campus, por fin, se comporta como un ser inteligente. Hay una frase —no recuerdo si de Borges o de algún profesor despistado— que dice: “La universidad no es un lugar, es una idea”. Nunca fue tan cierto como ahora, cuando la IA convierte los pasillos y las aulas en órganos sensibles, atentos a cada cambio de ánimo, a cada tendencia, a cada mínima señal de peligro académico. El futuro no será de quienes memorizan, sino de quienes saben aprender, desaprender y reaprender al ritmo de las máquinas.

“La tecnología puede ser fría, pero una respuesta a tiempo puede salvar una vocación.”

Y no, no se trata de reemplazar la calidez del contacto humano, sino de amplificarla. El auténtico milagro de los agentes de IA universitarios es que, cuanto más precisos y automáticos, más humanos parecen: anticipan necesidades, predicen riesgos, ofrecen ayuda antes de que la pidas. ¿Quién podría haberlo imaginado? Las máquinas devolviendo el toque personal, el consejo inesperado, el “ánimo, que mañana será otro día”.

Por supuesto, el dilema no se disuelve. Cuando la privacidad depende de líneas de código y el bienestar emocional es cuestión de algoritmos, el debate ético se multiplica. ¿Podemos delegar tanto en la máquina sin perder lo esencial? La respuesta aún no está escrita, y probablemente sea esa la gracia de todo esto.

“El que pregunta, aprende. El que duda, enseña.” (Refrán clásico universitario)

Lo que sí sabemos es que la universidad del futuro ya no será ni presencial ni virtual, sino ambas a la vez. Los laboratorios de Stanford, donde científicos robóticos colaboran para hacer en días lo que antes llevaba meses, son solo la punta del iceberg. Los agentes autónomos de Atom, atentos en WhatsApp las 24 horas, nos recuerdan que la conversación no termina nunca, y que la frontera entre “estudiar” y “vivir” es cada vez más difusa. Lo puedes leer aquí.

“La inteligencia artificial universitaria es el nuevo latido del campus retro-futurista.”

Al final, queda una imagen: la del campus como un organismo vivo, mutante, que aprende, respira y se adapta a su gente. La convergencia de la detección emocional, la predicción, la realidad aumentada y el blockchain no es un simple juego de modas tecnológicas; es una nueva forma de estar juntos, aunque sea a través de una pantalla. Lo verdaderamente inquietante no es que la máquina piense, sino que lo haga por y para nosotros. ¿Podrán los algoritmos ayudarnos a ser, al fin, más humanos?

“Nada está escrito en piedra, salvo la curiosidad de aprender.”

Lo que nadie se atreve a preguntar sobre los agentes de IA universitarios

¿El futuro será un campus más frío y calculador o un hogar más humano y cálido? ¿Quién decidirá dónde acaba la vigilancia y empieza la libertad? ¿Hasta qué punto aceptaremos que una IA nos conozca mejor que nosotros mismos?

Te invito a pasear por este campus invisible, hecho de bits y emociones, y a preguntarte si, al final del día, seguimos siendo nosotros quienes elegimos qué aprender… o si la máquina, en su infinita paciencia, solo espera a que nos pongamos al día.


“La universidad no es un lugar, es una idea.” (Paráfrasis inspirada en Borges)
“La verdad espera. Solo la mentira tiene prisa.” (Proverbio tradicional)

El futuro de la educación ya no es una promesa; es una pregunta lanzada al viento. ¿Te atreves a responderla?


Fuentes y lecturas recomendadas:

“El auténtico milagro de la IA universitaria no es la eficiencia, sino la humanidad inesperada.”

Inteligencia Artificial y redacción ¿es el fin del escritor humano?

Inteligencia Artificial y redacción ¿es el fin del escritor humano? Inteligencia Artificial y redacción se fusionan para crear historias inesperadas

Inteligencia Artificial y redacción comparten ahora el mismo café, el mismo teclado, el mismo insomnio eléctrico. La inteligencia artificial y redacción se entrelazan en un vals que no pide permiso y, aunque a ratos parece que la orquesta desafina, el espectáculo no ha hecho más que empezar. No es una profecía hueca: lo veo, lo siento y lo tecleo en primera persona.

El primer encontronazo fue tan estruendoso como el choque de dos trenes de épocas opuestas. La inteligencia artificial y redacción ya no son polos opuestos; se han convertido en una pareja disfuncional, sí, pero condenada a entenderse. El algoritmo devora páginas a la velocidad de la luz, deja atrás los bostezos humanos, y de paso, cambia el aroma del café por el de los datos. Pero también, y esto no se dice suficiente, la IA padece su propio mal: la tentación de la repetición, el riesgo de la monotonía. Porque si hay algo que la inteligencia artificial aún no ha logrado es escribir una historia que me obligue a apagar el móvil y mirar al techo en busca de sentido.

«Hay frases que brillan, pero son tan frías como el mármol pulido.»

Hace tiempo —cuando las pantallas aún parpadeaban en blanco y negro—, la velocidad de un redactor era cuestión de orgullo. Ahora, mientras yo elijo entre un espresso doble o un descafeinado, un modelo generativo es capaz de escupir mil palabras sin tartamudear, como si las musas tuvieran prisa por marcharse a otra fiesta. Pero también, ese apuro digital deja un regusto a comida rápida: sacia, llena, pero rara vez deja recuerdo. Como bien anticipan los estudios, estamos al borde de un paisaje donde nueve de cada diez textos serán paridos por máquinas. El peligro no es la sobreabundancia, sino la uniformidad: un océano de frases correctas que suenan demasiado parecidas, tan intercambiables como una camisa blanca en una tienda de franquicia.

Inteligencia Artificial y redacción ¿es el fin del escritor humano? 24

Origen: The Future of AI Content Creation: Can Machines Write Like Humans? | The AI Journal

Inteligencia Artificial y redacción retrofuturista: entre la nostalgia y la utopía del dato

“Un algoritmo puede resumir tu vida en tres líneas. Solo el corazón le pone puntos suspensivos.”

Aquí está el truco. Donde el humano repasa diez métricas y sospecha, la IA mastica millones de datos, los digiere y los regurgita en forma de patrones que ningún ojo carnal detectaría. Inteligencia artificial y redacción logran así la orfebrería de la personalización: mails que parecen escritos solo para ti, vídeos que cambian de desenlace según el pulso de tu dedo, historias que mutan para seducir a cada lector en particular. El tiempo de permanencia y la profundidad del scroll se disparan; los algoritmos son los nuevos cuentacuentos a medida, capaces de adaptar el tono, el ritmo y el desenlace al capricho del usuario. Como una abuela cibernética que conoce tus traumas infantiles y tus canciones favoritas.

Pero también, justo cuando la personalización roza la genialidad, la piel humana exige otra cosa. Porque la máquina entiende tus hábitos, pero no sabe qué hacer con esa lágrima que nunca derramaste. Los clics se pueden medir, pero el temblor de una frase que te atraviesa la espalda solo lo intuye un escritor con experiencia en cicatrices.

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“La verdad espera. Solo la mentira tiene prisa.” (Proverbio tradicional)

Inteligencia artificial y redacción en la trinchera de la emoción: ¿Quién cuenta la última palabra?

Por más que los algoritmos afinen metáforas y encadenen adjetivos como perlas, la emoción sigue siendo terreno de carne y hueso. Estudios recientes lo dejan claro: los textos generados por IA son eficientes, precisos, pero les falta una pizca de sal, esa “calidez” que sigue escapando a la estadística. Los lectores detectan el aroma sintético, esa ausencia de angustia genuina, de entusiasmo tembloroso, de sudor invisible. La IA copia sensaciones; nosotros las sufrimos y las celebramos.

Vi a una máquina intentar escribir sobre el duelo. Casi lo logra. Le faltó una palabra mal puesta, una pausa innecesaria, un tartamudeo del alma. Eso, curiosamente, es lo que el lector busca en una narración memorable. Cuando el relato exige desmenuzar el trauma, desnudar el silencio, la inteligencia artificial y la redacción humana bailan, pero solo una de las dos conduce el paso final.

Inteligencia Artificial y redacción bajo la lupa legal: ¿Quién firma el poema?

Llega la pregunta incómoda que nadie quiere responder en voz alta: ¿quién es el autor de un texto parido por una máquina? La ley, que no suele andar a la moda, sigue exigiendo un nombre, un apellido y un número de documento. La inteligencia artificial y redacción pueden colaborar, pero la responsabilidad, el derecho de autor y la posible metedura de pata siguen recayendo en el humano. La IA no tiene DNI ni conciencia: solo el redactor, el curador, asume la tarea de filtrar, corregir y firmar. A veces, incluso, de pedir perdón por plagios que no son suyos, pero que la máquina “heredó” de una base de datos global, como quien se encuentra una carta olvidada en un libro de segunda mano.

Así, el escritor humano se transforma en director de orquesta: selecciona, poda, matiza y, de paso, vela porque el texto no acabe en manos de un abogado con hambre de pleitos.

La colaboración entre inteligencia artificial y redacción: del duelo a la sinfonía caótica

Lo confieso: al principio sentí celos, hasta temor. Pero también, la convivencia diaria con algoritmos me ha enseñado a valorar sus virtudes. Las máquinas generan borradores, sugieren titulares, ajustan el SEO y hasta recomiendan la extensión ideal de un artículo. Yo les pongo el acento, la broma irreverente, la referencia pop y, claro, reviso que no se hayan dejado el alma en el primer borrador. El secreto no es pelear, sino aprender a improvisar como una banda de jazz que desafina y se corrige al vuelo.

Como resumen en este análisis de AI Journ, el mantra ya no es “sustitución” sino “copiloto”. La máquina estructura y mide; el humano, siente, contradice y arriesga. El resultado es una pieza híbrida, más rica y menos predecible. Pero también, más exigente: ahora hay que supervisar cada frase, pulir emociones, verificar datos y, a veces, rescatar ese giro inesperado que da sentido a la trama.

“El hombre es un aprendiz, el dolor es su maestro.” (Alfred de Musset)

Inteligencia artificial y redacción en el laboratorio visual: el arte se reinventa (y se equivoca)

El teclado ya no es el único campo de batalla. Plataformas como Runway o MidJourney han traído el delirio retrofuturista a las imágenes: collages imposibles, vídeos editados en segundos, ilustraciones que hubieran hecho babear a Dalí. El creador humano pasa de redactor a director artístico, cuida los detalles, escoge los colores, decide dónde termina la inspiración y dónde empieza el cliché. La IA puede replicar mil estilos, pero solo el ojo humano sabe cuándo algo tiene alma y cuándo es puro escaparate.

Educación, escritura emocional y los límites del feedback automatizado

Hasta las aulas viven su propio “shock de silicio”. Ensayos corregidos por IA mejoran en claridad, sí, pero también despiertan la sospecha de una retroalimentación demasiado fría, demasiado impersonal. No hay algoritmo que pueda consolar un fracaso escolar con un simple “te entiendo”. Cuando la inteligencia artificial guía el brainstorming, los alumnos participan más, se atreven, pero la motivación solo perdura si un docente de carne y hueso humaniza el proceso. Es decir: la IA es motor, pero la gasolina sigue siendo humana.

El riesgo de la sobreproducción: el síndrome del texto fast-food

Nadie quiere admitirlo, pero vivimos en la paradoja de la abundancia: cuanto más contenido producimos, menos huella dejamos. El lector —ese animal impaciente— acaba anestesiado entre frases repetidas y titulares genéricos. Surgen entonces métricas nuevas, como la “entropía narrativa”, que premian lo inusual, lo raro, ese destello de originalidad que recuerda que no todo está perdido. Pero también, la amenaza de un ecosistema saturado obliga a los escritores a reinventarse una y otra vez, a buscar lo insólito y a desafiar la receta digital.

El horizonte 2030 y el espejismo retrofuturista

A medida que nos acercamos al futuro, la inteligencia artificial y redacción no solo personalizarán historias hasta el punto de cambiarlas si detectan tu bostezo por la webcam; también adaptarán ritmo, tono y emoción según tu frecuencia cardíaca. Y habrá etiquetas en cada texto, avisando cuánta carne y cuánta máquina hay en cada frase. Surgirán nuevas profesiones, como el “story-engineer” o el “ética-editor”, vigilantes de sesgos y entrenadores de modelos.

Curiosamente, cuanto más se perfeccione la automatización, más valor ganará el fallo humano, la voz única, la historia contada a mano. El futuro, lo sé, será tan retro como avanzado: la nostalgia y la utopía bailarán un tango incómodo, pero ineludible.

«La inteligencia artificial puede calcular el ritmo, pero solo el humano sabe cuándo una palabra arde.»

Inteligencia artificial y redacción: ¿Quién teme a la orquesta híbrida?

“Nada es más humano que equivocarse en la palabra justa.”

Al final, la IA ya no es el asistente tímido que redacta subtítulos. Es un socio exigente, incluso impertinente, que nos obliga a repensar cada línea, cada giro, cada punto y coma. Su fuerza es implacable: velocidad, análisis, optimización. Pero también su debilidad es inherente: la falta de pulso, de duda, de esa brizna de locura que convierte un texto en algo memorable. La promesa del mañana no es un escritorio vacío de escritores, sino una mesa compartida, caótica y, por qué no, divertida.

¿Hasta cuándo resistirá el alma humana frente a la lógica inmutable de los datos? ¿Y si la próxima gran historia es precisamente la que la máquina nunca sabrá terminar?

Si quieres explorar más sobre cómo la IA está transformando el panorama creativo y los retos éticos y artísticos de este proceso, te invito a sumergirte en este reportaje en AIInscreentrade o revisar los últimos debates sobre propiedad intelectual y autoría en la era digital. Y si te intriga el papel del escritor del futuro, no dejes de leer la reflexión de Number Analytics sobre el éxito del contenido híbrido.

Porque, al final del día, la página en blanco no teme al algoritmo. Teme al silencio, a la falta de historias que valga la pena contar. Y ese misterio, por ahora, sigue siendo patrimonio exclusivo de los que escribimos con el pulso y el corazón en la punta de los dedos.

Hisense destrona a OLED y la guerra de los televisores se pone al rojo vivo

Hisense destrona a OLED y la guerra de los televisores se pone al rojo vivo ¿Puede el RGB Local Dimming de HISENSE cambiar el futuro de la televisión?

Hisense destrona a OLED y lo hace con la naturalidad de quien ha esperado décadas para dar el golpe definitivo. 😏 La palabra clave es clara: Hisense destrona a OLED y, aunque suene a titular sensacionalista, me atrevo a decirlo desde la sala de mi casa, con el eco todavía vibrando de las luces del CES, donde la marca china dejó claro que ya no juega en la segunda división del entretenimiento visual.

La historia de las pantallas, de esas cajas luminosas que han colonizado nuestros salones, está llena de grandes promesas y giros inesperados. Y es que Hisense destrona a OLED no es una frase vacía ni otro truco publicitario: el TriChroma LED de 116 pulgadas con tecnología RGB Local Dimming es justo el tipo de invento que hubiera hecho salivar a los guionistas de “Regreso al Futuro”. ¿Recuerdan ese sueño ochentero de una imagen tan realista que no sabes si la ventana da al jardín o a un planeta de James Cameron? Pues aquí estamos.

«La pantalla que soñabas de niño ya está aquí. Solo faltan los coches voladores.«
“El color del futuro, hoy, sin filtros ni concesiones.”

¿Cómo funciona el nuevo rey? Un giro retrofuturista en la anatomía de la imagen

Siempre que alguien pronuncia “RGB Local Dimming”, los ingenieros se emocionan y el público bosteza. Pero esta vez la cosa cambia. Hace tiempo, los fabricantes nos vendían la ilusión de una tele “a color” mientras el filtro de conversión cromática hacía lo que podía. Ahora, los de Hisense han decidido eliminar intermediarios: cada LED es rojo, verde o azul y el resultado es un 97% del espectro BT.2020, el mayor que ha tocado jamás un MiniLED. No se trata solo de colores “más vivos”, sino de colores puros, sin perder ni un chispazo de brillo (fuente).

En la práctica, estos LEDs se agrupan en “clusters” como si fueran células en un organismo vivo. Y cada uno, gracias a un sistema de lentes ópticas, puede regularse en intensidad y color de manera independiente. Dile adiós a ese “blooming” que convertía los negros en charcos de neón y los blancos en pequeños soles radiactivos. El control es absoluto, quirúrgico, casi obsesivo.
Pero claro, siempre hay un “pero también”. ¿Qué ocurre cuando un televisor ofrece tanto color y brillo? Que el contenido mediocre no puede esconder sus miserias. Es como pasar una foto vieja por un escáner de ultra alta definición: de repente ves todas las arrugas.

Hisense destrona a OLED y la guerra de los televisores se pone al rojo vivo 26

Origen: Hisense redefines home entertainment at CES 2025 with TriChroma LED TV| Hisense

El tamaño importa, y mucho: la brutalidad elegante del 116UX

Aquí es donde el relato toma proporciones casi mitológicas. Porque sí, Hisense destrona a OLED con argumentos técnicos, pero también con un golpe de efecto estético: el modelo 116UX y sus 116 pulgadas. Imagina la tele de tus sueños infantiles, pero multiplicada por tres. El brillo llega a los 10,000 nits, una cifra que parece sacada de una novela de anticipación.

El verdadero truco está en el Hi-View AI Engine X, un procesador con nombre de androide filosófico, que analiza y optimiza cada fotograma con la eficacia de un director de orquesta digital. AI Peak Brightness, AI RGB Local Dimming, AI Banding Smoother… sí, suena a términos de marketing, pero cuando lo ves en acción, el escepticismo se te congela en la boca. El sonido, por cierto, no se queda atrás: 6.2.2 canales surround, Dolby Atmos, DTS Virtual X y un sistema que ajusta automáticamente el audio según lo que estés viendo. Todo perfectamente coordinado, como si la televisión quisiera seducirte con todos los sentidos al mismo tiempo (fuente).

«Cuando China toma el mando: la fuerza tranquila de los nuevos gigantes»

Por si aún hay quien cree que lo de Hisense destrona a OLED es solo una anécdota, basta mirar los números. La marca china se ha plantado en el 14,06% del mercado global de televisores y lidera el segmento de pantallas de 100 pulgadas o más con una cuota del 47% (fuente). ¿Cómo ha sucedido esto? Muy fácil: mientras Samsung y LG se aferraban a la tradición, Hisense y TCL les han adelantado con una mezcla de innovación, atrevimiento y, sí, una pizca de descaro.

Durante el último trimestre de 2024, ambas marcas chinas enviaron más televisores que los coreanos. No se trata solo de “vender más”, sino de marcar el rumbo. Es una especie de “traspaso de poderes” donde Asia ya no compite, sino que lidera. ¿El secreto? Apuestas arriesgadas, ciclos de innovación cada vez más rápidos y una obsesión por el detalle que haría palidecer a cualquier artesano veneciano.

Guerra de siglas y promesas: MiniLED, OLED, MicroLED… y el consumidor en el centro del ring

No es la primera vez que me encuentro escribiendo sobre la guerra de los displays. Primero fue plasma contra LCD, luego OLED vs. QLED, y ahora MiniLED contra todos. Pero lo de Hisense destrona a OLED va un paso más allá. OLED sigue siendo el rey de los negros absolutos, pero flaquea en brillo y teme al “burn-in” como el gato al agua. MicroLED, mientras tanto, es el unicornio que todos persiguen: promete todo, pero su precio y dificultades de fabricación lo mantienen como un sueño de laboratorio (fuente).

La propuesta de Hisense con su RGB Local Dimming es más terrenal: ofrece el brillo del MiniLED, el control cromático casi quirúrgico y un consumo energético envidiable. Los 10,000 nits de brillo no solo superan los 1,000 nits de OLED, sino que se traducen en menos luz azul dañina, hasta un 38% menos, sin sacrificar claridad (fuente). Aquí la competencia ya no es por el “negro más negro”, sino por la experiencia más placentera para el ojo humano.

Eso sí, que nadie cante victoria antes de tiempo. MicroLED crecerá a un ritmo del 81,5% anual hasta 2027, y aunque Apple haya tirado la toalla (por ahora) en el Apple Watch, todos sabemos que la tecnología rara vez se rinde a la primera.

“Donde el negro era rey, ahora el color lo desafía.”

“En el mundo del futuro, la nitidez es solo el principio.”

Retrofuturo de salón: diseño, comodidad y un guiño a la ciencia ficción

Lo que más me seduce de esta historia no es solo la tecnología, sino el aire retrofuturista que destila todo el diseño del 116UX. Es plano como una promesa incumplida –menos de 40mm de grosor–, casi invisible cuando está apagado y, cuando se enciende, el reflejo es tan mínimo que parece una proyección holográfica. El panel antirreflejo es el auténtico héroe silencioso, ideal para esas casas con ventanales que parecen decorados de serie escandinava (fuente).

Por supuesto, integra Google TV y más de 400,000 películas y shows a través de 10,000+ apps. HDMI eARC, Wi-Fi 6E, Alexa, Google Assistant, Apple HomeKit… lo tiene todo. Aunque, seamos honestos: la mayoría usaremos solo un puñado de apps y el resto será terreno fértil para futuros arqueólogos digitales.

¿Y el consumidor? El futuro ya no es de las marcas, sino de quienes exigen experiencias nuevas

Hisense destrona a OLED en el momento justo. Los televisores de gran formato ya no son caprichos de magnates ni sueños de salón ajeno: el mercado de más de 100 pulgadas está explotando y lo hace de la mano de una nueva generación de espectadores exigentes, impacientes y cada vez más reacios a aceptar “lo de siempre”. Si antes bastaba con un televisor bonito y una app de Netflix, hoy se exige un espectáculo digno de los antiguos cines de barrio, pero en la comodidad del pijama.

Aquí es donde la tecnología RGB Local Dimming brilla de verdad: satisface la demanda de contenido vibrante y dinámico, y lo hace con elegancia. Para el usuario medio, puede que todo esto suene a ciencia ficción, pero para quien se detiene a mirar, la diferencia es abismal.
Y no solo se trata de imagen o sonido: es una cuestión de humanidad, de buscar la sensación de asombro, de mirar la pantalla y preguntarse, “¿cómo demonios han conseguido esto?”.

“En la televisión, como en la vida, el secreto está en el matiz.”


Referencias para espíritus curiosos

“Nada es verdad, todo está permitido.” (William S. Burroughs)
“Los hombres son como los vinos: la edad agria los malos y mejora los buenos.” (Cicerón)
“Un hombre con una idea nueva es un loco, hasta que la idea triunfa.” (Mark Twain)

Ideas para recordar

Hisense destrona a OLED y redefine el entretenimiento doméstico con tecnología retrofuturista.
El control cromático y de brillo es ya casi absoluto, acercándonos a la experiencia perfecta.
Las marcas chinas no solo han llegado: marcan el rumbo de la industria con audacia y humor.
El consumidor exige más, y la tecnología responde con una mezcla de nostalgia y ciencia ficción.
El futuro del salón es humano, inmersivo y más grande que nunca.

¿Es este el verdadero fin de la hegemonía OLED o solo el principio de una nueva competencia feroz entre tecnologías que aún no han dicho su última palabra? ¿Hasta dónde llegará el hambre de los consumidores por colores más puros y pantallas más grandes? ¿Será posible algún día que la tecnología desaparezca por completo y nos quedemos, al fin, a solas con el arte?

Ahí lo dejo.

Empresas dominarán el futuro con GESTIÓN EMPRESARIAL

¿Qué empresas dominarán el futuro gracias a la GESTIÓN EMPRESARIAL? La GESTIÓN EMPRESARIAL ya no será lo que creías

La gestión empresarial ya no es lo que era. Se ha vuelto líquida, cambiante, vibrante como un latido digital y, sobre todo, inevitablemente futurista 🧠🚀.

El programa de gestion empresarial ya no es esa herramienta gris y encorsetada que usaban las grandes corporaciones para justificar su burocracia interna. Hoy, se ha convertido en el motor silencioso de las empresas que dominan el presente y aspiran al futuro. Un buen programa de gestión empresarial no solo organiza, sino que anticipa, predice, reacciona y, si se le deja, incluso decide. Es el compañero de ruta de quienes entienden que el éxito ya no se mide en metros cuadrados de oficina, sino en datos bien orquestados y decisiones en tiempo real.

En mi experiencia, quienes adoptan un programa de gestión empresarial moderno no lo hacen solo por eficiencia, sino por supervivencia. He visto panaderías renacer, fábricas revitalizarse y startups escalar como cohetes, todo gracias a sistemas que antes parecían reservados para gigantes tecnológicos. Pero también he visto lo contrario: negocios que, por aferrarse al Excel del siglo pasado, acabaron perdiéndose en su propia desorganización. Porque en esta nueva era, no hay lugar para improvisaciones analógicas. Solo hay espacio para quienes entienden que la gestión es un arte… pero necesita ciencia.

Estamos ante el fin de una era y el nacimiento de otra. Una gestión empresarial que respira a través de algoritmos, siente por sensores y sueña en código binario. ¿Parece ciencia ficción? Pues no lo es. La GESTIÓN EMPRESARIAL se ha convertido en una criatura anfibia que habita el ciberespacio y las viejas oficinas, navegando entre hojas de cálculo y metaversos con una soltura que haría llorar a los analistas de los noventa.

Hace un tiempo, mientras me tomaba un café en una cafetería madrileña con Wi-Fi inestable y mesas cojas, escuché a un joven consultor decir: “Las empresas que no se digitalicen morirán”. Pensé que exageraba. Hoy me doy cuenta de que se quedó corto. No es que mueran. Es que se evaporan. Como cartas mojadas en un vendaval digital, desaparecen sin hacer ruido.

La metamorfosis digital de las empresas no pide permiso

La IA no sustituye a las personas, las libera de ser robots humanos.” Me lo dijo un ejecutivo del Banco Sabadell mientras señalaba con orgullo un dashboard animado que mostraba en tiempo real los hábitos financieros de cientos de miles de clientes. En aquel momento entendí que la inteligencia artificial no era una moda. Era el nuevo director de orquesta de la gestión empresarial.

Netflix, ese viejo alquimista de los algoritmos, lleva años transformando nuestros gustos en datos y nuestros datos en adicciones de pantalla. Su motor de personalización no es un software, es un oráculo. Adivina no lo que queremos ver, sino lo que todavía no sabemos que querremos ver mañana.

Pero si creías que el futuro solo pasa en Silicon Valley, vas muy equivocado. Porque desde una granja valenciana, EcoGranja Verde utiliza sensores que miden humedad, temperatura y hasta el estado anímico del brócoli, logrando cosechas más abundantes y precisas que el calendario de la abuela.

¿Qué empresas dominarán el futuro gracias a la GESTIÓN EMPRESARIAL? La GESTIÓN EMPRESARIAL ya no será lo que creías
¿Qué empresas dominarán el futuro gracias a la GESTIÓN EMPRESARIAL? La GESTIÓN EMPRESARIAL ya no será lo que creías

Las organizaciones ya no son estructuras, son líquidos inteligentes

Hubo una época en que las empresas eran pirámides. Hoy, las empresas son líquidos que se adaptan al recipiente. Desde el coworking de moda en el Eixample barcelonés hasta un salón minimalista en Ávila, el trabajo híbrido ha desdibujado las fronteras del horario, el lugar y la jerarquía.

Recuerdo a un director de proyectos que, desde su casa en Ávila, coordinaba a un equipo repartido entre Buenos Aires, Bangalore y Estocolmo. Con una taza de café en mano y su gato pasando por el teclado, me dijo: “La distancia ya no existe.” Y lo decía con una naturalidad pasmosa, como quien habla del precio del pan.

Las oficinas de Meta en Barcelona ya no parecen oficinas. Son estaciones de paso, nodos de creatividad, donde el escritorio es opcional y la conexión lo es todo. Las empresas que sobreviven no son las más grandes, sino las más rápidas en adaptarse. No mandan los jefes, mandan los datos.

“Los clics son los nuevos diamantes”

Amazon predice lo que vas a comprar antes que tú mismo. No es una metáfora. Es un modelo de negocio. Cada movimiento del ratón, cada segundo de duda antes de hacer clic, alimenta a la bestia. Y esa bestia se llama inteligencia artificial aplicada al retail. ¿El resultado? Un 400% de retorno y una gestión empresarial que hace palidecer a cualquier manual clásico.

En los bancos, los mármoles han sido reemplazados por líneas de código. BBVA procesa millones de transacciones al día sin mover un ladrillo. Su aplicación móvil no duerme, no cierra y no necesita ir al baño. Es la nueva sucursal. Y está en tu bolsillo.

Las pymes, por su parte, han dejado de ser cenicientas tecnológicas. “El Horno de Lola”, una panadería con medio siglo de historia, aumentó sus ventas un 30% con un simple sistema de pedidos online. La levadura digital también fermenta bien en hornos tradicionales.

Tecnología que no se ve, pero lo cambia todo

El blockchain es como el notario digital del futuro. No tiene toga ni despacho, pero da fe con una precisión inquebrantable. Las cadenas de suministro ya no son trayectorias opacas. Son caminos transparentes donde cada paso queda registrado como si lo narrara un escribano de confianza.

Y si hablamos de empleados que no se quejan, tenemos a la automatización robótica: esa legión de trabajadores invisibles que procesan formularios, responden correos y actualizan datos con una constancia monacal. Su impacto en la eficiencia roza el 95%. Son los empleados del mes… todos los meses.

La computación cuántica, por su parte, aún es la promesa dorada. Pero ya hay quien juega con ella como quien prueba un nuevo juguete caro. Resolver problemas imposibles en segundos, optimizar cadenas de producción sin ensayo y error, cifrar datos como si tuvieras un cerebro alienígena trabajando para ti… Es solo cuestión de tiempo.

“No hay empresa vieja si sabe moverse como joven”

Nestlé lo entendió a tiempo. Su Global Digital Hub en Barcelona no es solo un centro de operaciones. Es un laboratorio de futuro. Un gigante que aprendió a bailar con los zapatos nuevos del siglo XXI.

Y no hace falta ser Nestlé para brillar. En España, startups y pymes están haciendo piruetas digitales con la gracia de trapecistas. Desde herramientas de colaboración online hasta sensores en el campo, el talento ya no tiene coordenadas ni pasaporte. Solo tiene Wi-Fi.

El futuro es ahora, y se puede simular

Gemelos digitales. Suena a ciencia ficción, pero no lo es. Son réplicas virtuales de productos, procesos o fábricas enteras que permiten probar lo que aún no ha ocurrido. BMW los usa para ensayar lo imposible. Y lo imposible, una vez ensayado, deja de serlo.

¿Y el metaverso? Ese gran desconocido, ese nuevo salón de reuniones donde nadie lleva pantalones pero todos tienen avatar. Las empresas que ya lo usan no están jugando. Están cerrando negocios, entrenando empleados y creando tiendas sin calle pero con caja.

La empresa líquida no es una utopía. Es una estrategia de supervivencia

Peter Drucker lo dijo hace décadas y sigue vigente: “Siempre que veas un negocio exitoso, alguien tomó una decisión valiente.” Hoy esa decisión se llama gestión empresarial digital.

Y no hablo de digitalizar por moda o postureo. Hablo de entender que las empresas ya no son cosas. Son flujos. Son datos. Son relaciones. Quien no entienda esto, se quedará vendiendo mapas en un mundo de GPS.

“El futuro ya no se espera, se programa.”

“No hay transformación digital sin transformación mental.”

“Los datos no mienten. Solo esperan que alguien los escuche.”

“Quien no se adapta, se pixeliza.” (Refrán corporativo no oficial)

“Los algoritmos también tienen alma si saben a quién sirven.” (Anotación de una mente inquieta)

¿Estamos preparados para liderar esta nueva gestión empresarial?

O mejor dicho… ¿estamos dispuestos a dejar que la vieja muera para que la nueva respire?

El futuro no vendrá con traje ni corbata. Vendrá con sensores, IA, pantallas y preguntas. Muchas preguntas. La primera ya está aquí:

¿Y tú? ¿Gestionas tu empresa como si todavía estuviéramos en 1995?

Kali Linux y ciberseguridad abren el futuro empresarial sin pedir permiso

¿Por qué Kali Linux es la llave oculta de la ciberseguridad moderna? Kali Linux y ciberseguridad abren el futuro empresarial sin pedir permiso

¿Quién hubiera dicho que Kali Linux y ciberseguridad terminarían siendo las palabras mágicas que deciden la suerte de cualquier empresa moderna? 🤔 En un mundo donde los ataques informáticos acechan en cada esquina digital y el gasto global en este campo apunta a superar los 250 mil millones de dólares anuales, no puedo evitar preguntarme: ¿estamos ante el último escudo o la espada definitiva de los negocios del futuro?

Kali Linux y ciberseguridad abren el futuro empresarial sin pedir permiso 27

Hace tiempo que ciberseguridad dejó de ser ese tema aburrido relegado al sótano de los departamentos de IT. Hoy es un protagonista con traje y corbata, bailando en la pista central junto a los CEOs y directores de innovación. Es la estrella inesperada de la fiesta. Quien no lo vea aún, simplemente no ha recibido la invitación correcta. Yo sí la recibí, y desde entonces camino por la cuerda floja del riesgo digital armado con una sola herramienta: Kali Linux.

Kali Linux y ciberseguridad abren el futuro empresarial sin pedir permiso 28

Origen: Navigating the Digital Frontier: Why Kali Linux and Cybersecurity Are the Future of Modern Business

El auge de la ciberseguridad no es una moda
Dicen que los datos son el nuevo petróleo. Si eso es cierto, entonces la ciberseguridad es el arte de proteger el oleoducto de nuestra era. Pero permíteme añadir algo de pimienta: el año 2025 no es el punto de partida, sino la continuación de una fiebre silenciosa que ya venía gestándose. Según las voces más autorizadas del sector, el gasto en ciberseguridad pronto rozará cifras mareantes. La razón es sencilla y aterradora: desde hospitales paralizados por ransomware hasta pequeñas empresas acosadas por phishing, nadie está a salvo en este territorio salvaje.

Pero, y aquí va la ironía, mientras los ataques aumentan y se perfeccionan, hay empresas que siguen pensando que la ciberseguridad es opcional, como ese seguro del coche que nunca se renueva hasta que llega el accidente. Invierten millones en crecer y en innovar, pero dejan una puerta trasera abierta por la que puede colarse el desastre. No, no es ciencia ficción: es el nuevo realismo digital. El cambio de mentalidad no es solo urgente, es imprescindible. Y todo empieza con abrir los ojos, aunque escueza.

La mayor vulnerabilidad de una empresa suele estar justo donde nadie mira.

¿Qué ocurre realmente cuando una empresa sufre una brecha de datos?
Las películas nos han enseñado a imaginar hackers encapuchados pulsando teclas en la oscuridad, pero la realidad es mucho más prosaica y, a la vez, brutal. Cuando una compañía sufre una brecha de seguridad, las consecuencias son como una bola de nieve: empieza pequeña, termina arrasando. El golpe económico directo ya supera los cuatro millones de dólares por incidente, según IBM. Pero ese solo es el principio.

A las pérdidas económicas se suma el daño invisible y casi irreversible: la reputación. La confianza, ese intangible que se construye con años de esfuerzo y se desmorona con una filtración. En ese momento, los clientes y socios miran hacia otro lado, buscando a quien les prometa un refugio más seguro.

La pérdida de datos sensibles, secretos empresariales, información de empleados o clientes… Todo eso se va por el desagüe digital. Y nadie está listo para ese tipo de naufragio, créeme.

“Un minuto de descuido digital puede costar años de prestigio ganado.”

Pero también, y aquí está el giro inesperado, cada ataque es un maestro implacable. Me he cruzado con directivos que, tras el desastre, se vuelven devotos de la ciberseguridad. Aprenden a base de golpes que proteger la información no es solo instalar un antivirus, sino cambiar la forma de pensar.

Kali Linux: el arsenal secreto de los guardianes digitales
En este escenario de alta tensión, hay una palabra que repiten los expertos casi con devoción: Kali Linux. Esta distribución, con su apariencia sobria y su repertorio de herramientas afiladas, es el laboratorio portátil de todo especialista que se precie. No es para los pusilánimes ni los amantes del camino fácil. Kali es un cuchillo suizo digital, listo para diseccionar vulnerabilidades, lanzar simulacros de ataques y, sobre todo, demostrar que la seguridad no se fía nunca del “todo irá bien”.

Imagínate como un explorador en una jungla de cables y códigos. Kali Linux es tu machete y tu brújula. Lo uso no solo para detectar fallos, sino para entender cómo piensan los que están al otro lado: los atacantes. Aquí no hay reglas fijas, solo un duelo de ingenio, paciencia y, a veces, pura suerte.

Quien conoce sus debilidades ya tiene la mitad de la batalla ganada.

Ahora bien, Kali Linux no es magia. No hay pociones secretas, ni atajos. Exige conocimiento, curiosidad y ese punto de paranoia que separa al buen profesional del iluso digital. Me ha salvado en más de una ocasión de caer en la trampa del exceso de confianza. No subestimes nunca a quien sabe esperar agazapado entre los datos.

El futuro de la ciberseguridad se escribe en presente continuo
Hablar de futuro en ciberseguridad es, en realidad, hablar de lo que está pasando mientras tú lees estas líneas. El enemigo evoluciona, aprende, se adapta. No hay tregua. Por eso, cada actualización de Kali Linux es una carrera contra el reloj, un recordatorio de que el siguiente ataque puede llegar disfrazado de inocente correo o de vulnerabilidad olvidada en algún servidor polvoriento.

Y mientras las empresas despistan invirtiendo en “cosas bonitas”, los que trabajamos en la ciberseguridad sabemos que la auténtica belleza está en un sistema blindado y en una alerta que llega a tiempo.

Referencias para almas inquietas

“La seguridad no es producto, es un proceso.” – Bruce Schneier
“La verdad espera. Solo la mentira tiene prisa.” (Proverbio tradicional)

No puedo evitar citar a los clásicos que me acompañan en noches de insomnio digital. Como bien escribió Bruce Schneier, “la seguridad no es producto, es proceso”. Un camino que nunca se termina de recorrer, donde cada meta es solo el inicio de un nuevo riesgo.

Y como me gusta recordar, “la verdad espera. Solo la mentira tiene prisa.”, especialmente cuando toca investigar un ataque y separar el humo de la realidad.

El arte de desconfiar… y sobrevivir en el mundo digital
Así que la próxima vez que escuches hablar de Kali Linux y ciberseguridad, recuerda que no es solo cuestión de software ni de tecnicismos para frikis. Es el arte de desconfiar, de estar siempre un paso por delante, de sobrevivir donde otros bajan la guardia. El verdadero reto no es evitar los ataques, sino aprender a levantarse y reconstruir con más inteligencia cada vez.

En mi experiencia, la mayor lección es entender que nadie está a salvo. La seguridad digital es como la salud: solo la aprecias cuando la pierdes. Y sí, puede que la próxima gran amenaza esté gestándose justo ahora, en algún rincón remoto de la red.

La ciberseguridad nunca duerme, pero el descuido sí.

Enlaces que abren caminos
Si te has quedado con ganas de profundizar en este universo, no dejes de explorar este magnífico análisis sobre Kali Linux y la ciberseguridad como el futuro de los negocios modernos, que recoge el pulso real de quienes vivimos esta batalla.

¿Será Kali Linux la piedra angular sobre la que se levanten las empresas del futuro, o solo estamos ante la última moda tecnológica? ¿Hasta dónde estaremos dispuestos a llegar para proteger lo que realmente importa en esta nueva frontera? La respuesta, como siempre, no está en el código, sino en la actitud con la que enfrentamos el peligro. ¿Tienes el coraje de mirar donde nadie quiere mirar?

Cómo elegir un operador móvil en un mercado de alta competencia

 

En un contexto donde el acceso a Internet y el uso de dispositivos móviles es cada vez más amplio, la elección del proveedor de servicios móviles se ha convertido en una decisión relevante para millones de usuarios. La competencia entre compañías ha derivado en una amplia oferta de planes que combinan datos, llamadas y mensajes a distintos precios. Sin embargo, la variedad de propuestas puede dificultar la elección adecuada para cada perfil de usuario.

El operador móvil más barato no necesariamente garantiza una mejor experiencia. La cobertura sigue siendo un factor determinante. Un costo mensual reducido puede resultar poco conveniente si el servicio tiene fallas o baja señal en zonas donde el usuario reside o trabaja. La calidad de la atención al cliente también juega un papel fundamental, ya que un buen servicio puede facilitar la resolución de problemas y mejorar la experiencia general del usuario. A esto se suma la necesidad de evaluar el tipo de contrato, los plazos de permanencia y la posibilidad de modificar el plan sin penalidades.

Cómo elegir un operador móvil en un mercado de alta competencia 29

La transparencia en las condiciones del servicio es otro elemento central. Algunas promociones destacan por su bajo precio inicial, pero pueden incluir cargos adicionales no visibles en la oferta principal. Es importante que los usuarios revisen los términos asociados a la activación, el uso de datos, los topes de consumo y las restricciones en caso de cancelación anticipada. Las promociones con duración limitada o con condiciones especiales también deben ser leídas con atención antes de contratar.

Frente a este escenario, la comparación de planes es una herramienta fundamental. Existen plataformas y sitios especializados que permiten cotejar precios, características y condiciones de distintas compañías. Esta información ayuda a los usuarios a identificar cuál opción se adapta mejor a su consumo, sin basarse únicamente en el costo mensual. Evaluar lo que se incluye dentro del paquete contratado, como la cantidad de gigas o la posibilidad de acumular datos, puede marcar una diferencia en el uso cotidiano.

Algunos usuarios también están comenzando a considerar factores vinculados a la sostenibilidad. Existen empresas que promueven prácticas responsables en sus operaciones, como el uso de energías renovables, la reducción de papel o el reciclaje de equipos. Si bien no es un aspecto determinante para todos, para un sector del público puede inclinar la balanza a la hora de elegir entre servicios con características similares.

Por otro lado, la tecnología disponible influye en la percepción del servicio. Aplicaciones que permiten controlar el consumo, realizar pagos o gestionar cambios de plan desde el celular son valoradas por su utilidad. Aquellas compañías que integran herramientas digitales funcionales suelen generar mayor fidelización entre sus usuarios, al simplificar trámites y dar mayor autonomía.

El sector de la telefonía móvil está en constante transformación. Las empresas deben actualizar sus planes, mejorar su infraestructura y adaptarse a nuevas demandas para mantenerse competitivas. “Al mismo tiempo, los consumidores enfrentan el desafío de mantenerse informados sobre los cambios en tarifas y condiciones, ya que las actualizaciones pueden ser frecuentes y afectar el servicio contratado”, indican en Fonefy operador de internet.

El aumento del interés por reducir el gasto mensual ha incrementado la competencia. Esto podría traducirse en beneficios concretos para los usuarios, como mejoras en el servicio o promociones más agresivas. Sin embargo, también puede derivar en propuestas que ocultan condiciones poco claras, por lo que el análisis previo sigue siendo clave.

El proceso de elección de un proveedor puede demandar tiempo, pero permite a los usuarios tomar decisiones más acordes a su perfil y hábitos de consumo. Más allá del precio, comparar opciones con criterios claros y revisar la información disponible son pasos necesarios para acceder a un servicio funcional, estable y acorde a las expectativas.

 

HOLDING EMPRESARIAL: Un viaje retro a la era digital

HOLDING EMPRESARIAL viaje retro a la era digital ¿Dominará tu HOLDING EMPRESARIAL el mañana con estética vintage?

HOLDING EMPRESARIAL… suena a máquina del tiempo tintineando en la recepción de un rascacielos de los cincuenta, ¿verdad? 😉

HOLDING EMPRESARIAL: dos palabras que me han perseguido desde que, de niño, hojeaba los suplementos financieros de mi abuelo y me fascinaba imaginar qué demonios hacía aquel cerebro central cómodo en su butaca de cuero mientras orquestaba compañías repartidas por medio mundo. Hace tiempo descubrí que un holding no es una simple figura jurídica descansando en un gráfico; es la mejor excusa para tejer hilos invisibles de poder, para abrazar la complejidad sin despeinarse, para dirigir tempestuosos violines bursátiles desde un podio de madera noble… pero también para tropezar con los dilemas que impone la era digital, esa cabina de mando llena de luces de neón donde cada botón promete eficiencia y cada cable esconde un riesgo.

El grupo empresarial holding siempre me ha parecido esa criatura mitológica que sonríe con dos rostros, uno mirando al pasado glorioso y otro escrutando los destellos del porvenir 😉. Descubrí su magnetismo cuando —todavía con olor a tinta de periódico en las manos— comprendí que concentrar el mando sin ensuciarse el traje era posible: bastaba con hilar acciones como quien teje un tapiz secreto y dejar que cada filial ejecutara su solo mientras la sinfonía completa seguía latiendo al compás de una única batuta. Ese primer instante de lucidez fue como abrir la puerta de un salón art déco iluminado por luces de neón: un choque sensorial que todavía, hoy, me acelera el pulso.

HOLDING EMPRESARIAL viaje retro a la era digital ¿Dominará tu HOLDING EMPRESARIAL el mañana con estética vintage?
HOLDING EMPRESARIAL viaje retro a la era digital ¿Dominará tu HOLDING EMPRESARIAL el mañana con estética vintage?

Ahora, cada vez que pronuncio grupo empresarial holding, me viene a la mente un tablero de ajedrez donde las piezas se mueven solas, impulsadas por algoritmos tan sutiles que parecen susurrar estrategias al oído. Es un universo donde los límites se difuminan: la empresa matriz ya no es un despacho con olor a roble, sino una nube de datos que palpita en silencio; las filiales, piezas ágiles que atraviesan fronteras con la naturalidad de una anécdota bien contada. Y yo, testigo curioso, no puedo evitar preguntarme si ese equilibrio entre elegancia clásica y pulsión digital será, al final, la llave maestra que abra la puerta de un mañana escrito en clave vintage.

la anatomía sentimental de un gigante discreto

Me gusta pensar que un holding funciona como un club de jazz al filo de la medianoche. La sociedad matriz —el pianista con dedos de seda— desliza acordes mientras las filiales improvisan solos de saxo, de batería o de contrabajo, cada una a su aire, cada una indispensable. Unos le llaman filosofía de control, otros prefieren grandes palabras como arquitectura corporativa. Yo lo llamo seducción delegada: gobernar sin asfixiar, mandar sin bajar al fango, confiar en que la partitura gruesa que guarda la caja fuerte se cumplirá porque, al final del último compás, la batuta sigue siendo la misma.

«La elegancia consiste en ser invisible mientras se domina el escenario«, me susurró hace años un viejo consejero que se había pasado media vida moviendo acciones como si fueran piezas de ajedrez. Él conocía bien la lógica patrimonial que protege la torre central de los cañonazos que sacuden a los peones: cada riesgo queda a buen recaudo en su casilla, cada victoria regresa al castillo principal en forma de dividendos. Pero también sabía que, cuando sopla el viento fiscal, conviene agachar la cabeza y recordar el refugio del artículo 21 de la vieja LIS.

aquella primera pantalla en verde fosforescente

Hubo un momento —en aquel periodo de ordenadores del tamaño de un armario— en que los holdings empezaron a flirtear con la informática. Hoy ese romance se ha vuelto matrimonio irreversible. El ERP es el mayordomo que ya no pestañea, el CRM el confesor que no olvida una sola llamada, la inteligencia de negocio la bola de cristal que corre por la alfombra como el gato de la abuela. Todo se integra en una suite que late con un único pulso y se alimenta de una nube que suena a compás de batería electrónica.

«La nube es un cigarro invisible que deja un rastro de datos en espiral». Lo escribí una noche de insomnio mientras miraba los dashboards del Grupo Fuertes: sus porcentajes de eficiencia subían con la naturalidad de una pompa de jabón que jamás estalla, pero también aparecían rojos fulgurantes recordándome que la ciberseguridad es una puerta giratoria siempre abierta al miedo. La misma sensación me embargó cuando visité las pantallas retroiluminadas de Asseco Spain Group: entre una filial experta en ciberdefensa nipona y otra dedicada a la inteligencia predictiva, el holding parecía un laboratorio sacado de una película de espionaje que nunca envejece.

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“La verdad espera. Solo la mentira tiene prisa.” — Proverbio tradicional

dashboards con alma de coctelera art déco

La estética importa y yo, lo confieso, me declaro culpable de nostalgia. Imagino paneles de control pintados en sepia, botones de baquelita y tipografías que recuerdan los manuales de vuelo de la vieja NASA. No es un capricho: la belleza construye confianza. Cuando un director general abre su laptop en el aeropuerto de Ciudad de México y una interfaz vintage le devuelve cifras en tiempo real de la filial de Singapur, ambos mundos se aprietan la mano. Amor al pasado, fuerza de futuro.

Piénsalo: predicción de tendencias nutrida por inteligencia artificial, pero adornada con iconos de relojes analógicos; realidad aumentada que proyecta balances sobre la mesa de mármol blanco, pero dibuja flechas con el trazo grueso de las infografías de los sesenta; blockchain que certifica cada transacción como un notario incorpóreo, pero lo hace con sellos redondos que evocan documentos de archivo. Pero también —y aquí se enciende la alarma— corremos el riesgo de enamorarnos del envoltorio y olvidar la trastienda: cada línea de código arrastra su propia fragilidad, cada sensor del Internet de las Cosas late con latidos que cualquier intruso puede intentar interceptar.

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«Todo botón retro esconde un cable del siglo veintiuno listo para chispear».

Fragmento de Rayuela, Julio Cortázar: “Y yo me subo al balcón con un whisky para dialogar con la ciudad que nunca se calla”

la espiral del mañana (con perfume de ayer)

Dicen que el porvenir pertenece a quienes abrazan la convergencia. Yo imagino a un holding como un bailarín que gira sobre sí mismo y recoge, en cada vuelta, destellos de robótica, algoritmos de aprendizaje profundo, sensores diminutos y la vieja norma de contabilidad que aún exige papel timbrado. Esa espiral no sabe de fecha concreta, porque el tiempo, aquí, se pliega como un acordeón: un golpe de futuro, una bocanada de pasado, otro golpe de futuro… y así hasta que la música se detiene.

La inteligencia artificial, por ejemplo, se está convirtiendo en la consejera que nunca bosteza. Predice, sugiere, alerta. Sin embargo, cada recomendación algorítmica abre la puerta a una nueva duda: ¿y si la intuición humana —ese sexto sentido que olfatea las oportunidades— se oxidara por falta de uso? El holding que se limita a pulsar “aceptar” corre el peligro de convertirse en un turista que viaja en un tren automático sin mirar por la ventanilla.

naturaleza corporativa y responsabilidad digital

En un mundo que valora la armonía entre negocio y entorno, el holding moderno abraza la medición continua de su huella. Pero también sabe que las siglas, las métricas y los rankings no bastan por sí solos: resulta más eficaz cultivar una cultura de transparencia que no necesite pancartas. La cadena de bloques —ese hermano discreto que anota sin tachar— regala la posibilidad de mostrar cada paso del itinerario, desde la matriz hasta el último almacén del grupo. Aún más: cuando la fiscalidad aprieta y los reguladores afinan la lupa, disponer de registros incorruptibles es como llevar un paraguas de acero en mitad del chaparrón.

el salón de los espejos híbridos

Llegamos al trabajo híbrido, ese salón lleno de espejos donde medio equipo se sienta en la oficina y la otra mitad comparte pantalla desde un ático en Lisboa. Las plataformas colaborativas engrasan la tertulia, pero también multiplican el eco de los malentendidos. Un holding sensato no se deja embrujar por la promesa de la ubicuidad total; mantiene un reloj humano en la pared y recuerda que, a veces, una palmada en el pasillo vale más que veinte emojis palmoteando en la pantalla.

“Quien mucho corre, pronto tropieza.” — Refrán castellano

entre candados digitales y reglamentos que se reescriben de madrugada

La digitalización es una novela policiaca. Hay puertas que chirrían, antivirus que dormitan, identidades que se clonan con la facilidad de una mascarilla en pleno carnaval. Proteger a un holding implica levantar murallas de múltiples alturas, examinar credenciales dos y tres veces, vigilar el latido del sistema cada segundo, pero también aceptar que la seguridad absoluta es un unicornio que se esfuma cuando creemos tocarlo.

HOLDING EMPRESARIAL: Un viaje retro a la era digital 32

El marco legal tampoco duerme. Basta con que una doctrina tributaria cambie una coma para que toda la orquesta deba ajustar instrumentos. Por eso los módulos de cumplimiento automático se han vuelto indispensables: rastrean boletines oficiales, cavan túneles hacia la línea de comandos y reajustan procesos mientras el consejo de administración todavía rueda la agenda. Es la paradoja del siglo: la ley se mueve con paso de secretaria diligente al amanecer, y el software corre detrás para que el gigante no tropiece en público.

epílogo sin epílogo

Ahora cierro los ojos y veo un ascensor con paredes de nogal subiendo hacia un ático panorámico. El pulsador rezuma cobre pulido; en cambio, el sistema que lo impulsa es pura energía digital. Así imagino el futuro del holding: tradición en la mirada, algoritmo en los cimientos. ¿Seremos capaces de mantener ese delicado equilibrio, de sostener la magia de los viejos magnates mientras conversamos con robots que hablan doce idiomas?

Porque, créeme, «el pasado nunca se fue, solo espera su momento para guiñar un ojo». Y si algo he aprendido al contemplar estas enormes constelaciones empresariales es que la elegancia no pelea con la innovación: baila, se zafa y vuelve a abrazarla en el último compás.

Quizá —solo quizá— la próxima gran estrategia nacerá en una mesa redonda iluminada por lámparas de cristal donde un consejero veterano murmure historias de antaño mientras la inteligencia artificial confirma, en segundos, que aquella intuición no era simple nostalgia sino pura lógica matemática. Y tú, ¿dejarás que el eco de los años dorados inspire tu salto al mañana, o preferirás un tablero plano sin la música de los recuerdos? La pregunta queda en el aire, flotando como un acorde prolongado que aún busca su aplauso final.

¿Dominarán los WEARABLES nuestra piel y nuestra intimidad?

¿Dominarán los WEARABLES nuestra piel y nuestra intimidad? WEARABLES sin batería prometen un mañana más libre

WEARABLES, ¡qué palabra tan corta y tan llena de promesas! 😉 Apenas pestañeamos y ya no son meros gadgets llamativos, sino confidentes que palpitan sobre la muñeca, se adhieren a la piel o se confunden con unas inocentes gafas de sol. WEARABLES hoy significan algo más que pulsaciones y pasos: son una suerte de brújula íntima que nos sopla al oído qué comer, cuándo respirar hondo y a qué ritmo soñar.

“La piel es la nueva pantalla; el cuerpo, un mapa dinámico que todavía estamos descifrando.”

Hace tiempo —no necesito fechas— todavía presumíamos de aquellos smartwatches futuristas que vibraban con brusca alegría para recordarnos mover las piernas cada hora. Entonces comenzó el verdadero viaje: la tecnología vestible se desató con furor y los fabricantes despacharon más de medio millón de dispositivos en un solo año, según los últimos informes de IDC. Una cifra que deslumbra, pero también plantea la gran pregunta: ¿qué vendrá después del zumbido en la muñeca?

¿Dominarán los WEARABLES nuestra piel y nuestra intimidad? 33

Origen: Wearables estão transformando saúde, moda e bem-estar – Cidade de Niterói

la nostalgia retrofuturista late en cada pulsera

Confieso mi debilidad por el brillo de lo vintage. Aquella estética de pantallas verdes y botones metálicos sigue inspirando la moda retrofuturista que envuelve estos cacharros. Llevo en la muñeca un reloj que parece escapado de un cómic de los años sesenta, pero también se conecta a satélites y me murmura el porcentaje de oxígeno en sangre. El pasado adopta un aire descaradamente moderno, pero también nos recuerda que el diseño sin alma muere pronto.

“Lo clásico seduce, lo novedoso agita; juntos tejen la alquimia perfecta.”

vision pro y la promesa de tocar los latidos

Debo agradecer a Apple el espectáculo de febrero de 2024, cuando soltó al mundo su Apple Vision Pro y nos hizo cosquillas neuronales hablando de spatial computing. Sentado en la primera fila de aquella demo, estiré la mano y, literalmente, agarré mi propio corazón flotante en 3D. Una proeza de realidad aumentada, sí, pero también un toque de narcisismo tecnócrata que transforma nuestra relación con el cuerpo. El casco cosecha vítores en los quirófanos, donde cirujanos manipulan órganos virtuales antes de abrir el esternón real; pero también genera punzadas cervicales si uno decide ver una película recostado: la ergonomía obliga a mantener la cabeza en un ángulo poco amable.

ray-ban meta ai glasses o las gafas que susurran secretos

Mientras Apple apostaba por el espectáculo inmersivo, Meta se calzó unas Wayfarer de siempre y las rebautizó Ray-Ban Meta AI Glasses. Parecen inofensivas, pero también graban video en directo y contestan a tus dudas como si un guía invisible viviera en la patilla. La firma coquetea ya con el reconocimiento facial en tiempo real —lo deslizó en un discreto párrafo que pocos leyeron— y el Financial Times advierte que pronto estas lentes podrían saludar por su nombre a cada desconocido que cruce tu camino. Fascinante, pero también perturbador: el anonimato, tan frágil, se deshilacha a la velocidad del parpadeo.

“La memoria ya no reside en la mente, sino en la montura.”

tatuajes electrónicos que laten al compás de nuestros caprichos

No hace falta ser rockero para lucir tinta: los laboratorios fabrican tatuajes electrónicos que se adhieren como calcomanías y, gracias a aleaciones de seda y nanotubos, recogen señales cardiacas con precisión de clínica privada. Delgados hasta el pudor, se alimentan de tu propio movimiento y prometen jubilar a la batería. Parecen un truco de feria, pero también retan a los relojes inteligentes tradicionales: ¿quién necesita una esfera cuando la piel misma dibuja los datos?

“La verdad espera. Solo la mentira tiene prisa.”

  — Proverbio tradicional

la danza invisible de los nanogeneradores triboeléctricos

Hay poesía en la fricción. Cada paso sobre el asfalto aviva miles de microchispas que los investigadores convierten en electricidad mediante nanogeneradores triboeléctricos. Imagino camisetas que se recargan con el balanceo de los hombros, o plantillas que alimentan auriculares mientras corres. Suena a fantasía, pero también ya existen tejidos elásticos que producen tres voltios por vuelta de manivela humana. El cuerpo se vuelve dinamo, suelta energía y se ríe de los enchufes.

“Cuando el sudor alimente la música, el silencio será un lujo.”

biosensores que beben del sudor

Aquel día de verano en Valencia vi a un atleta con un sticker luminoso en el antebrazo. No era decorativo: aquel parche transformaba lactato en carga para un pequeño medidor de glucosa. Los ingenieros lo llaman sensores autogenerados, yo lo llamo alquimia deportiva. Convierten sudor en voltios, pero también alumbran el horizonte de un ecosistema autoabastecido, donde cada gota cuenta. El bienestar digital así entendido deja de ser pasivo: hay una conversación eléctrica, un trueque continuo entre cuerpo y chip.

moda emocional y prendas cambiacolor

La diseñadora española Constanza Mas presentó su chaqueta “Quantum” que oscila de azul a rojo según tu estado de ánimo. Nada de algoritmos crípticos: un sensor galvánico mide la micro-humedad de la piel y un pigmento electrocrómico pinta la tela en segundos. El armario se convierte en confesionario, pero también en altavoz emocional. Imagina acudir a una cita con la prenda tornándose rosa suave para delatar tu entusiasmo… o mutando a gris si el desencanto asoma.

“Somos lo que sentimos, incluso cuando tratamos de ocultarlo.”

  — Fragmento de Canciones para un planeta sin eco

cifras que erizan el detector de tendencias

El crecimiento se ralentiza, dicen las firmas de análisis, apenas un respiro tras la avalancha inicial: pasamos de crecer a seis por ciento a bordear el cuatro, señal de que los clásicos smartwatches futuristas alcanzan madurez. Buenas noticias para los contables, pero también campanas de aviso para los creadores: estancarse es morir en silencio. Por eso cada marca apadrina un nicho; unos abrazan los anillos inteligentes, otros se sumergen en textiles interactivos que cuentan historias con LEDs diminutos.

privacidad, esa palabra que ya suena arcaica

Me declaro romántico de la intimidad perdida. Sin embargo, acepto con cinismo que los Ray-Ban Meta AI Glasses puedan catalogar mi rostro mientras compro tomates. Las leyes intentan ponerse al día, pero también chocan con la obsolescencia programada de la moral tecnológica. ¿Será suficiente un reglamento europeo para frenar la voracidad de los algoritmos? O, como temen algunos juristas, lo público y lo privado terminarán fundiéndose en un carnaval de datos donde la máscara nunca se cae.

“La invisibilidad no se vende; la visibilidad, en cambio, cotiza al alza.”

hacia un ecosistema sin enchufes ni cargadores

La gran promesa de aquí a unos años es sencilla de formular, compleja de implementar: WEARABLES que no pidan cables. Tatuajes que se alimentan de la respiración, gafas que succionan fotones, camisetas que metabolizan rozaduras. Suena a delirio de artista, pero también a plan de negocio: gigantes y startups rivalizan por patentar el próximo filamento bio-orgánico que reemplace al litio. Y ahí late la verdadera carrera, silenciosa y feroz, en los sótanos donde se miden microamperios con reverencia de alquimista medieval.

Visiones, dudas y certezas

“Pies ligeros, mente despierta, piel eléctrica: tal vez esa sea la verdadera libertad.”

Las cifras de producción deslumbran, pero también los ecos de una ética que debemos escribir sobre la marcha. Cuando el dispositivo se integra en el epitelio, la línea entre accesorio y extensión corporal desaparece. ¿Quién regulará el flujo de datos que circula literalmente bajo la epidermis? ¿Qué pasará cuando un tatuaje-sensor advierta a mi seguro médico de mis deslices culinarios?

La tentación es gritar “todo vale en nombre del bienestar digital”, pero también podemos, con un gesto sosegado, reivindicar el humanismo por encima del frenesí cuantificador.

el espejo que nos devuelve un reflejo inédito

Hace años mirábamos el reloj para saber la hora; hoy lo consultamos para saber quiénes somos. Mañana, si la piel se convierte en pantalla, si la camiseta cambia de textura cuando sentimos miedo, veremos reflejado un yo mucho más crudo y menos domesticado. Fascina, pero también inquieta: la autenticidad duele cuando las capas desaparecen.

“No hay disfraz posible cuando el pulso se exhibe en tecnicolor.”

¿y ahora qué?

Dejo la pregunta suspendida como un holograma: ¿aceptaremos estos prodigios sin cuestionar su precio? ¿O encontraremos la medida justa entre la curiosidad audaz y la prudencia afectuosa? La respuesta, como casi todo lo vivo, latirá en la intersección entre deseo y límite. Tal vez entonces comprendamos que la auténtica innovación consiste en escuchar al cuerpo —ese viejo sabio— antes de regalarle el próximo capricho luminoso.

¿Llegará el día en que desactivemos nuestras notificaciones para sentir el rumor de la sangre? ¿O nos lanzaremos con los brazos abiertos a una era de constante resplandor cutáneo? Déjame esa duda: es más emocionante que cualquier gráfico de ventas.

¿Qué hace a THE MARSHAL KING el manga más retrofuturista del momento?

¿Qué hace a THE MARSHAL KING el manga más retrofuturista del momento? La estética steampunk nunca fue tan salvaje como en THE MARSHAL KING

Desde que descubrí THE MARSHAL KING, mi brújula interior se volvió loca. ¿Qué dirección sigue un manga que mezcla western, tecnología steampunk y redención familiar? Pues todas al mismo tiempo, como una diligencia que corre a vapor por un acantilado sin mirar atrás. 🚂💥

La obra de Boichi no solo me hizo tragar polvo de pradera y engranajes oxidados, sino que me empujó a reflexionar sobre los fantasmas que heredan nuestros héroes, esos que no llevan capa ni espada láser, sino un sombrero ajado, un revólver humeante y, en el caso de Jim Godspeed, una conciencia cargada hasta los dientes.

“Los pistones también sangran cuando los mueve la culpa.”

Boichi, ese coreano que dibuja como si estuviera cincelando en cobre, ha logrado lo impensable: que el salvaje oeste y la robótica retro no solo se entiendan, sino que se abracen con fuerza. Todo en THE MARSHAL KING huele a pólvora y aceite viejo, a legado y a futuro. Un futuro que no viene en coches voladores, sino montado en caballos de hierro con alma de forajido.

¿Qué hace a THE MARSHAL KING el manga más retrofuturista del momento? 34

Origen: Après Dr.Stone, le mangaka Boichi se lance dans un Western Steampunk en manga

Entre el vapor y la sangre, un héroe se forja

Jim Godspeed no tiene un pasado limpio. Nadie lo tiene, claro, pero el suyo lleva la marca indeleble de M. Godspeed, su padre: un forajido mitad leyenda, mitad monstruo mecánico. Este muchacho cabalga entre la culpa heredada y el deseo casi infantil de “hacer lo correcto”. Pero, ¿qué significa eso en un mundo donde las leyes las dicta el más armado?

“Ser hijo de un hombre de acero no te hace invulnerable, solo más pesado.”

El western steampunk de THE MARSHAL KING se sostiene en esa tensión: el hijo que quiere ser distinto, pero no puede evitar ser igual. Cada engranaje que chirría en los brazos robóticos de su padre es una metáfora de la historia que Jim lleva a cuestas, de esa pregunta que muchos nos hacemos: ¿podemos reescribir lo que somos o solo reparamos lo que heredamos?

Steampunk con alma de plomo y vapor

El western steampunk, ese subgénero que suena a contradicción pero se siente natural en manos de un artista como Boichi, no es una excusa estética. Es el escenario ideal para hablar de progreso y ruina, de sueños oxidados y máquinas que sienten. ¿Quién necesita la perfección cromada del futuro si puedes tener el barro, el latón y el honor corroído de una buena historia?

Los tonos dorados y plateados con los que Boichi envuelve sus viñetas parecen sacados de una mina olvidada. Son el reflejo de un mundo que alguna vez creyó que el vapor lo salvaría todo. Y ahí está Jim, caminando sobre raíles que no eligió, con una mirada que mezcla desconfianza y ternura. En cada escena de acción —y hay muchas, ojo— uno puede oír el zumbido de los engranajes mezclado con el grito seco del viento de las llanuras.

“El futuro no llega en cohetes, a veces llega a caballo, cojeando y oxidado.”

Boichi, el herrero de mundos imposibles

Hablar de Boichi es hablar de precisión quirúrgica y alma de poeta mecánico. En THE MARSHAL KING, su trazo se vuelve casi barroco, pero nunca farragoso. Cada línea tiene intención, cada sombra cuenta una historia. ¿Y los detalles? Madre mía. Puedes perderte durante minutos en la hebilla del cinturón de un personaje o en los tubos que recorren el cañón de un arma.

La composición dinámica de sus páginas hace que incluso las escenas más contemplativas parezcan cargadas de tensión. No hay pausa inocente en este manga: todo remite al pasado, todo empuja al futuro. Y eso, amigos, es narrar con intención.

Pero Boichi no solo dibuja, construye mundos. Y lo hace mezclando referencias retrofuturistas con un pulso narrativo moderno que no teme ir más allá del cliché del forastero solitario. Aquí, los personajes sienten, dudan, se equivocan. Son humanos aunque tengan piezas de cobre por dentro.

¿Y si el western fuera el futuro que merecemos?

Mientras muchos miran al espacio para imaginar el mañana, THE MARSHAL KING mira al pasado con ojos biónicos. Recupera el mito del oeste —ese lugar donde todo era posible porque nada estaba escrito— y lo tiñe con robótica artesanal, tecnología a vapor y esa melancolía de quien sabe que avanzar también es perder algo.

Es curioso cómo las prótesis mecánicas y las armas imposibles no resultan invasivas, sino necesarias. En un mundo donde sobrevivir es más importante que triunfar, todo recurso es válido. El manga no glorifica la violencia, pero tampoco la esconde. La muestra con crudeza estética, con belleza triste.

De Trigun a Firefly, el linaje de un género indómito

Por supuesto, THE MARSHAL KING no nace en el vacío. Hay una genealogía de obras que exploraron esta mezcla antes. Trigun, con su mezcla de pólvora y pacifismo; Cowboy Bebop, que baila jazz entre las estrellas; Firefly, esa serie que duró poco pero dejó un agujero en el corazón de muchos. Todas ellas tienen algo que ver con esta historia de Boichi.

Pero lo que hace única a esta obra es la profundidad emocional con la que se abordan los temas. No es solo acción estilizada ni tecnología pintona: es la pregunta de siempre —¿quién soy, y a quién me parezco más de lo que quisiera?— envuelta en vapor y nostalgia.

Legado, pólvora y metal: el alma del manga futurista

La herencia familiar como motor narrativo no es nueva. Pero en el contexto de un manga retrofuturista, adquiere otra dimensión. El pasado no es solo una historia que se cuenta: es una pieza incrustada, un brazo mecánico que no puedes quitarte. Y ahí está la genialidad de Boichi. En hacer de la carga una oportunidad narrativa. En mostrar que incluso los héroes tienen piezas de repuesto… y que a veces esas piezas fallan.

“El pasado no se supera, se reconstruye con cuidado y aceite lubricante.”

El manga que quería ser leyenda

Si alguna vez pensaste que el manga necesitaba un respiro, algo distinto, algo con olor a hierro caliente y a whisky barato, este es tu momento. THE MARSHAL KING no es solo una lectura, es una experiencia sensorial. Es polvo, sangre, vapor y culpa. Es un manga que no teme ensuciarse para contar algo verdadero.

Y eso, en estos tiempos de plástico brillante, es casi un acto de amor por la narrativa.


“Quien no carga con su pasado, lo arrastra como una cadena de hierro.” (Refrán del oeste)

“La tecnología no cambia al hombre. Solo le da más formas de equivocarse.” (Boichi, en una entrevista para Otaku USA Magazine)


THE MARSHAL KING es el futuro que olvidamos escribir

La robótica en el viejo oeste nunca había sido tan humana


Referencias que valen oro de ley:

  • Otaku USA Magazine: análisis profundos de Boichi y la estética retrofuturista.

  • MangaBerri: reseñas visuales y temáticas sobre THE MARSHAL KING.

  • Jump Fandom: datos clave sobre Jim Godspeed, M. Godspeed y el mundo steampunk del manga.


¿Y tú? ¿Te atreverías a cabalgar con el peso de un apellido y un corazón mecánico?