En épocas de crisis, se multiplican como setas tras la lluvia un tipo de individuos cínicos pero inteligentes a la vez, conocidos por su capacidad de defender una cosa y su contraria y con una gran capacidad de convicción y de influencia en la opinión pública.
Su origen histórico está vinculado a la existencia de la democracia, en la Atenas clásica. La Guerra del Peloponeso desquició todas las estructuras demográficas, económicas y sociales y la peste que asoló la ciudad hundió todos los referentes morales.
En este contexto aparecieron los sofistas, una especie de maestros-conferenciantes profesionales que cobraban por enseñar técnicas de persuasión a los políticos aspirantes a hacer carrera (entonces eran los políticos los que tenían que convencer a sus votantes con su oratoria, no había periodistas ni medios de comunicación).
Establecieron una distinción entre la naturaleza y la ley, que como era pura convención podía saltarse sin escrúpulos y con su existencia crearon un tipo de individuo escéptico y cínico que socavó los cimientos de la democracia ateniense.
En su versión más extremista, algunos de ellos como Antífote y Calícles llegaron a predicar el triunfo del fuerte sobre el débil….
Tras la crisis, la democracia desaparece y nos encontramos a los ciudadanos de las ciudades griegas convertidos en súbditos de monarquías absolutas. El final lógico a la exaltación del individuo que triunfa por encima de toda ética.
