¿PERFILES murmura un eco futuro? PERFILES incendia la memoria analógica
PERFILES se alza un 30 de julio de 2025 en Madrid 😉, y yo contengo la respiración como quien descubre que el cielo nocturno sigue guardando polvo de cometa a pesar de los satélites. PERFILES —sí, la fotografía que Ramón Zabala cocinó en 2016— vuelve a cruzarse en mi camino como una carta que llega años tarde pero cuyo mensaje arde con idéntico fuego.
Me pego al visor mental y veo la escena: varias siluetas enfrentadas al abismo digital, perfiles repetidos como estampas de un mismo yo que se multiplica. El claroscuro, esa vieja arma de Caravaggio, se trenza con el píxel más terco. Y comprendo de golpe por qué tantos curadores siguen llamándola “ejercicio de ingeniería visual” mientras ladean la cabeza, fascinados.
“El futuro se disfraza de recuerdo granulado”
“Nada envejece tan rápido como la inmediatez”
El latido retro de PERFILES
Hace tiempo —cuando los filtros de Instagram aún olían a novedad— Zabala improvisa un laboratorio nómada entre Nueva York y Berlín. En la Gran Manzana descubre que la penumbra de los rascacielos no es más que luz cansada de correr; allí aprende el claroscuro urbano y decide contar sus historias en escala de grises. Lo confiesa en una entrevista sin pudor: “Nueva York me enseñó a dejar que las calles me guiñaran el ojo”. De aquel viaje inaugural de 2010 brota la fiebre por el ángulo imposible y el hormigón sentimental que todavía empapa sus tomas.
Origen: ¿Por Qué “Perfiles” De Ramón Zabala Sigue Dictando Tendencia Visual? – ZURIRED NEWS
Luz y grano en el futuro artesanal
La técnica híbrida de PERFILES nace de un coqueteo con la alquimia. Captura digital, revelado sobre papel baritado, transferencia a lienzo mediante impresión inkjet y, por último, barniz para que la textura rugosa acaricie la pupila. Cada capa tarda más que la anterior, cada error se celebra como un susurro de la naturaleza que se cuela entre códigos binarios. Se diría que el artista discute con la obsolescencia programada en una partida de ajedrez lenta, pieza contra byte.
Ese tempo pausado bebe de la corriente slow media que algunos tachan de anacrónica pero que sigue ganando adeptos entre quienes creen que las prisas arrugan el alma. En su artículo para Zurired —este análisis en Zurired— un crítico lo resume con tino: “Aquí la velocidad importa tanto como el aroma en una foto en blanco y negro”.
“La verdad espera. Solo la mentira tiene prisa.” (Proverbio tradicional)
PERFILES y la geometría del yo múltiple
Observo la imagen otra vez y la serialidad me pica la piel: perfiles idénticos, alineados, como clones que aguardan su turno en la pasarela de datos. ¿Acaso no somos eso en la red, máscaras que giran sobre sí mismas esperando un like azaroso? Zabala intuye en 2016 la jaula de espejos donde hoy vivimos: cada avatar afirma ser nosotros y, al mismo tiempo, se burla de nuestra ingenuidad.
No es casual que el artista fuera fotógrafo de rodaje en Anon, el thriller de Andrew Niccol que disecciona sociedades sin anonimato. Entre tomas y claquetas, Zabala aprende a mirar a través del implante ocular de los personajes y traduce esa vigilancia sofocante en el filo de luz que recorta los rostros de PERFILES. Aquella experiencia, narrada con detalle en su cuaderno de notas, se convierte en brújula conceptual.
Arte lento, mercado veloz
2016, año bisagra: las subastas se moderan tras los récords de 2015 y las plataformas digitales aroman el aire de promesas. El comercio de piezas online crece un quince por ciento y ya araña el ocho del mercado global. Mientras las ferias como ARCO apuestan por esculturas titánicas y lienzos ciclópeos, Zabala planta su obra en un territorio anfibio: físicamente monumental por su soporte, digital por su ADN.
En ArteInformado —esa enciclopedia iberoamericana que muchos llaman el archivo de nuestra humanidad visual— la pieza circula como moneda curiosa entre galerías y coleccionistas. Basta deslizar el dedo para que el lienzo aparezca en la pantalla, pero quien quiera poseer la textura real deberá esperar los tiempos de taller. Esa ambivalencia hace cosquillas a un mercado hambriento de experiencias tangibles en un siglo que parece aborrecer el polvo.
“Entre el clac del obturador y el zumbido del servidor cabe toda una biografía”
Entre NFT y lienzo, la herencia de PERFILES
Cuatro años después, el universo de los NFT explota y los fotógrafos descubren que su obra también puede acuñarse como tótem criptográfico. El salto resulta natural: Zabala ya soñaba con tokenizar PERFILES para garantizar su autenticidad y seguir el rastro de cada venta. Lo cuentan en Observatorio Blockchain —fotografía NFT—, y la comunidad aplaude la ironía de que una imagen que denuncia la multiplicación pierda la cuenta de sus propios duplicados.
La idea se expande con la realidad aumentada: escaneas el lienzo y los perfiles cobran vida, te susurran historias, bailan un vals de píxeles. Las galerías prueban las primeras instalaciones AR, y los visitantes, móviles en alto, juegan a ser demiurgos. Curioso: la obra que reclamaba lentitud termina convertida en pasarela interactiva donde cada espectador puede remezclar la escena. Sin embargo, la esencia permanece intacta, igual que una partitura que resiste los arreglos.
Hacia 2030: PERFILES y las visiones por venir
Pienso en la fotografía española y veo un río que desemboca aquí. De Man Ray a Joan Colom, de Cristina García Rodero a esta generación posdigital que mezcla emulsiones antiguas con algoritmos frescos. PERFILES actúa como bisagra porque recuerda que la técnica sin intuición es fuegos artificiales; pero la intuición sin oficio se evapora. En ese punto medio, Zabala erige un puente que otros pisan sin pedir permiso.
Los informes de mercado —esos oráculos que a menudo se equivocan con solemnidad— certifican que la demanda de fotografía nacional no deja de engordar. Y, sin embargo, la mayor virtud de la obra es su terquedad atemporal. Hoy el mercado idolatra los NFT; mañana quizá regrese al daguerrotipo. PERFILES sonríe: en ambas orillas se siente en casa.
“Quien corre solo persigue su sombra.” (Refrán castellano)
Eco final, enigma abierto
Permitidme un último giro: cuando todo el planeta compite por lanzar la imagen más brillante, este fotógrafo madrileño clava el freno y pregunta cuánto pesa cada segundo. Yo, que vivo rodeado de pantallas, agradezco el silencio espeso con que PERFILES me obliga a mirar. La textura barnizada habla de paciencia; la repetición de rostros recuerda que ni siquiera somos uno cuando creemos ser únicos.
Cierro los ojos y me llega el murmullo de esa vieja pregunta de Zabala: ¿Cuántos perfiles caben en uno solo? La respondo con otra, como dicta la buena tradición de las crónicas que quieren seguir palpitando:
¿Y si el próximo paso no es elegir entre mundo físico o digital, sino aceptar que ambos laten en el mismo pecho?
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