¿Existe la magia?
Ya decía Schopenhauer: “Es sorprendente la persistencia con la que, a pesar de tantos fracasos, la Humanidad ha perseguido en todas partes y siempre la idea de la magia”.
Para explicar esta persistencia no se han escatimado en explicaciones. La más clásica es también la de uno de los conocedores más profundos del fenómeno, el antropólogo británico James Frazer, autor de La rama dorada, un libro de gran belleza literaria clásico en el estudio de la magia. Él es el más conocido de los pensadores evolucionistas. El conocimiento verificado empíricamente (o sea, mediante hechos comprobables, demostrables y repetibles) se habría ido separando del conocimiento que evita toda verificación (como la religión) o está basada en premisas falsas como la magia. Coloca a la magia y a la religión en un mismo bloque frente al pensamiento racional y científico. Opone dos tipos de mentalidades: el pensamiento arcaico, precientífico y prelógico y el pensamiento moderno, positivista, empirista y racional.
Con un discurso más “tolerante hacia el fenómeno” que el de los evolucionistas, Julio Caro Baroja en su fantástica obra Las brujas y su mundo (1966) nos llama la atención que: “La palabra realidad (…) tiene para el hombre actual un sentido que le han dado varios cientos de años de investigación y meditaciones, pero que puede hacernos errar al estudiar la noción de lo real en mentes sobre las que no gravitan aquellas investigaciones (…) que por otro lado no están desprovistas de abstracciones problemáticas en cuanto a su realidad misma”. Luego volveré a la frase subrayada.
Todos los pensadores evolucionistas más o menos insisten en diferenciar estos dos tipos de pensamiento. Su obra fue lanzada en pleno auge del positivismo, en el 1900. Esta manera de ver el fenómeno mágico fue contestado según avanzaba el siglo XX, que empezó a ser estudiado como un fenómeno social, el más famoso de los antropólogos que se han dedicado a estudiar la magia desde esta óptica es Levi-Strauss (1962). También nuestro Caro Baroja está en esta cuerda y nos advierte que la información que poseemos es mucho más abundante del lado del que cree en brujas del que se cree a sí mismo brujo o bruja. Se trataría de un problema de sociedades dominadas por un miedo en particular.
La antropóloga Pamela Stewart (2004) nos insiste en la idea de que tanto los antropólogos como los historiadores sociales consideran la brujería y la hechicería como indicadores de tensión social. Y nos hace notar que los juicios por brujería en el siglo XVII funcionaban de manera muy similar a nuestros juicios por abusos sexuales, sobre todo a menores. De manera que el tema parece estar zanjado.
Pero…el que el tema de los abusos sea tratado por nuestra sociedad “racionalista y moderna” de manera similar al tema de la brujería en épocas pasadas, no significa que los abusos no existan…
Y es hora de volver a la primera frase subrayada. Esta me sirve para hacer notar que las teorías evolucionistas se dieron en una época en la que el paradigma científico newtoniano contemplaba el Universo (y por lo tanto la realidad) como una perfecta maquinaria de relojería. La visión del mundo (y no solo de los objetos inertes, sino insisto, de toda la realidad) era la del racionalismo mecanicista. Y los burgueses de finales del XIX pensaban que este paradigma, esta visión del mundo (la más avanzada de su época) era la única correcta, pues era la más moderna.
Pero mira por donde, según avanza el siglo XX se va cambiando el paradigma. Al principio la Relatividad, donde ya no existe un punto de vista “objetivo y absoluto” fuera del Universo, sino que depende del lugar que ocupemos en él, destrozó la fe en el mecanicismo. Y, lo que es más importante para la increíble resurrección en la creencia de la magia en Occidente, la aparición de la Física Cuántica…
Continuará…