El iPhone 6s vintage que sigue latiendo en los bolsillos. El Mac mini 2018 vintage que cerró la era Intel
Es abril de 2025 en California y algo se agita en el aire: Apple ha puesto dos nombres muy reconocibles en su escaparate de lo vintage: el iPhone 6s y el Mac mini (2018). A primera vista, suena como un guiño romántico al pasado, pero en realidad es un recordatorio frío: a partir de ahora, las reparaciones dependen de la suerte de encontrar piezas y el reloj avanza hacia lo inevitable, la categoría de “obsoleto”.
Recuerdo el iPhone 6s como ese teléfono que apareció para limpiar la sombra del bendgate que había golpeado al 6. Con un chasis de aluminio 7000 más resistente, un chip A9 que todavía se defiende y la tecnología 3D Touch, que prometía cambiar la forma de interactuar con la pantalla pero terminó como un experimento abandonado. Fue el último flagship con jack de 3,5 mm, un detalle que muchos defendieron como símbolo de libertad frente a los adaptadores. Aunque salió en 2015, Apple lo mantuvo a la venta hasta 2018, y esa estrategia de prolongar su ciclo como modelo de entrada explica que su estatus vintage llegue ahora.
El Mac mini (2018) es un capítulo aparte. El último de su formato con procesadores Intel “Coffee Lake”, opciones de cuatro o seis núcleos y gráficos integrados UHD 630. Era un equipo versátil: algunos lo usaban como cerebro de un estudio musical, otros como servidor silencioso en un rincón de oficina. Con su entrada en la lista vintage, Apple confirma que todos los Mac mini Intel ya son vintage u obsoletos, cerrando así el ciclo de transición hacia un catálogo totalmente basado en Apple Silicon.
Origen: Apple Says These Products Are Now Vintage
«Cuando Apple dice vintage, en realidad dice apúrate». El estatus vintage significa que todavía puedes llevarlo a reparar a una Apple Store o un AASP, pero sin garantías: si no hay piezas, no hay servicio. Al pasar a obsoleto, que ocurre a los siete años del fin de su venta, la compañía deja de ofrecer soporte de hardware y los distribuidores autorizados no pueden solicitar repuestos. La única excepción está en Francia, donde la ley obliga a Apple a garantizar piezas durante siete años para iPhone y Mac comprados tras el 31 de diciembre de 2020.
Pienso en el usuario que guarda un iPhone 6s en un cajón “por si acaso” y un día, al encenderlo, descubre que la batería se ha hinchado y que ya no hay recambios oficiales. O en el profesional que sigue confiando en su Mac mini (2018) porque “todavía tira” hasta que un puerto Thunderbolt deja de funcionar y Apple ya no lo acepta en servicio. En vintage, el tiempo es un reloj de arena que nadie te avisa cuándo se vacía.
Por eso, si todavía usas uno, la recomendación es clara: haz copias de seguridad periódicas y repara lo que empiece a fallar antes de que falten piezas. En el iPhone 6s, el mayor riesgo no es solo una avería física, sino la ausencia de iOS moderno y parches de seguridad. En el Mac mini (2018), el dilema es si seguir en Intel o dar el salto a Apple Silicon, con la promesa de más rendimiento y soporte prolongado.
Me gusta pensar que la etiqueta vintage convierte a estos dispositivos en objetos con doble vida. Por un lado, siguen siendo herramientas útiles. Por otro, son cápsulas de tiempo que cuentan una etapa concreta de la historia de Apple. El iPhone 6s, símbolo de un iOS más físico, donde apretar la pantalla tenía un significado. El Mac mini (2018), frontera final antes de la unificación total bajo el chip de la casa.
«Un clásico es algo que no necesita justificarse para seguir existiendo». El 6s y el mini (2018) han ganado ese estatus. Pero el usuario no vive de etiquetas, vive de si el aparato sigue cumpliendo. Y ahí está la paradoja: vintage en Apple es un término administrativo, pero en la cultura tecnológica es una medalla que no todos consiguen.
“La verdad espera. Solo la mentira tiene prisa.” (Proverbio tradicional)
Al final, todo esto no es solo una nota técnica. Es una historia sobre cómo una marca diseña el ciclo de vida de sus productos y cómo eso se cruza —o choca— con el ritmo de sus usuarios. Apple opera con relojes muy claros: de cinco a siete años para vintage, más de siete para obsoleto. El resto lo define la relación personal con ese dispositivo que te acompañó en viajes, madrugadas de trabajo o tardes de ocio.
El iPhone 6s, en manos de un coleccionista, podría acabar junto a consolas de 8 bits y cámaras de carrete. El Mac mini (2018) seguirá vivo en setups híbridos, mods discretos y experimentos, mientras dure la reserva de piezas.
Y me queda la duda: ¿cuándo un objeto deja de ser herramienta para convertirse en reliquia? ¿Cuando Apple lo pone en su lista vintage o cuando tú decides que ya no te sirve? Quizá, en esa frontera, es donde mejor vive un clásico.